Revista Cultura y Ocio
Arde, alucinada, la tarde Derrumbada en las sábanas. Otoño antiguo de patios sin nombre. La música nos ha cercado sin aviso.
Arde, alucinada, la tarde Derrumbada en el silencio. Un latido desciñe el aire Acunado en la voz como himno. Otoño turbado por dioses sin cetro. La música es un delirio de oro sin cuerpo.
Arde, alucinada, la tarde Derrumbada en las sombras. Rumor secreto. Voz impura. Dicha hecha cántico en el agua. Júbilo hacia el centro sublime Donde las alas festejan vuelo.
San Fernando, Cádiz, 1.989