69.999: no es el número del Gordo de la lotería, sino la cifra registrada por el contador de páginas visitadas en este blog hasta hace un rato. Con este motivo, el escribidor del mismo desea expresar su más efusivo agradecimiento a los visitantes. Y de paso se permite una digresión personal.
Dicen que en todos los trabajos se fuma, y como este escribidor dejó de quemar tabaco hace doce años, en algo debía de entretener los trabajos y los días hasta la hora de cenar. La razón de acabar mi relación con el fumeque fue fundamentalmente política: me parecía del género tonto seguir incrementando la ganancia del gran capital a costa de mi salud. Como también política fue la razón de romper con la dependencia del trabajo asalariado, al constatar que la otra parte había roto su compromiso con el pacto social.
Por lo demás, este cuaderno electrónico no surgió del vano afán por escribir sobre lo divino y lo humano. De lo primero, no entiendo ni tampoco es cosa que me inquiete en demasía. Y por lo que a los asuntos de la humana condición respecta, hay que estar muy preparado para no decir excesivas tonterías. Pues el escribidor de este blog no nació sabelotodo ni todólogo(*), oficios que se prodigan en los medios audiovisuales. Aunque, eso sí, de los padres que le engendraron aprendió que, al igual que el moro del romance, decir mentira está muy feo.
— ¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,
que la verdad te diría.
No he consultado las efemérides para comprobar la posición de los astros en el día de mi nacimiento. Pero de lo que algo estoy seguro es que me alumbraron en una época presidida por la injusticia. He conocido la injusticia desde que tuve uso de razón. Y al día de hoy, pese a que ríos de opulencia han llevado la riqueza a los países avanzados, la injusticia en el reparto de esas aguas continúa siendo patente. Se articula, sobre todo, a través de la avería del empleo, ese artefacto que permitía la inserción social a través del trabajo. La avería no es casual, sino perfectamente orquestada por la cúspide del Establecimiento.
Y de esa avería venimos hablando desde que, un martes 17 de marzo de 2009, escribiera las primeras líneas de esta bitácora:
"El paro constituye la principal preocupación de la ciudadanía española. Exceptuando ciertas privilegiadas minorías de los ámbitos empresarial y gubernamental, es difícil encontrar hoy una familia que no tenga alguno de sus miembros sometido por alguna forma de precariedad laboral. Cada vez hay más hogares donde, aunque todavía se vive con desahogo gracias a los ingresos de los cabezas de familia, los hijos están en paro y no encuentran un terreno sólido sobre el que asentar un proyecto de desarrollo y emancipación personal. En los casos más lacerantes, el desempleo afecta a quienes constituyen la fuente principal de ingresos, configurando una amplia gama de situaciones de pobreza y desarraigo social.A estas alturas del experimento neoliberal iniciado hace tres décadas, la insoslayable evidencia permite anotar entre sus méritos el haber configurado un modelo de sociedad donde la gente no puede contar ya con la seguridad de un empleo fijo. En términos macroeconómicos, un millón de desempleados no es más que una cifra inscrita dentro de un conjunto general de números susceptibles de toda clase de especulaciones metafísicas. Mas quien se atreva a descender a los infiernos de la microfísica humana se encontrará con un millón de dramas personales".
Viñeta de Gayo, La Codorniz
Esas líneas son transcripción literal de los párrafos preambulares del Diccionario del paro y otras miserias de la globalización. Una herramienta destinada a desmontar (o deconstruir) esa espuria estructura discursiva con la que políticos, economistas, empresarios e ideólogos a sueldo, enmascaran la realidad del drama humano del paro. Un término de semántica algo viscosa que designa un producto característico de la factoría capitalista global.
Este libro fue publicado en 2002, cuando el desempleo era un problema evidente. Diez años más tarde, el autor, que no va de profeta por la vida, hubiera preferido constatar que esa situación había mejorado. Pero la realidad demuestra que el paro es un hecho estructural, y la avería intencionada del artefacto del empleo es un episodio más de la lucha de clases en el que la clase empresarial ha obtenido una brillante victoria sobre la clase trabajadora.
La historia humana enseña que los pactos sociales no surgen de un impulso filantrópico, sino de la necesidad de buscar un equilibrio entre las partes enfrentadas por un conflicto. Hobbes, y de alguna manera también Locke, creían que, en el estado de naturaleza, los humanos andaban siempre en guerra permanente los unos con los otros. Y para poder vivir sin estar en permanente alerta, la razón impulsa a firmar un pacto o contrato social.
El Estado del Bienestar fue la expresión del último pacto social contemporáneo. Pero una de las partes, al sentir que su poder económico y político se reforzaba, ha perdido el miedo a la fortaleza de la otra parte y ha roto unilateralmente el pacto.
Y en esas estamos. O la mayoría social se dota de nuevas y poderosas herramientas de acción, o lo que asoma ya a la vuelta de la esquina es la explotación del humano por el humano en su peor expresión.
Este ciudadano escribidor no es un pesimista a priori. Es de los que, leyendo la historia, piensa que no hay mal que cien años dure. Aunque una mezcla de razón gramsciana y sorna manchega le lleve a puntualizar el refrán con esta apostilla: pero lo malo es si dura noventa y nueve años.
De momento, al día de hoy, coincidiendo con la llegada de la primavera, una constelación de nueves ha aparecido en el contador de este blog. Así que, como de bien nacidos es ser agradecido, quede aquí constancia de mi más efusivo agradecimiento a todas esas personas visitantes que han tenido la amabilidad de recalar en esta página.
Y ya de paso, no estará de más recordar que, en los inicios del blog, no le hicimos remilgos a permitir que Adsense, el sistema publicitario de Google, insertara publicidad en este sitio. Y así lo declaré en una nota al margen en la que advertía de que "En un entorno capitalista, sería del género tonto que el escribidor que mantiene este blog, y que no pertenece al clan de los que nadan en la abundancia, renunciara a la posibilidad de obtener unas perrillas con las que redondear su magro peculio. Sin sentir complejos por ello." Animaba de paso a los lectores a incentivar la maquinilla: "Si quieres colaborar a que el flujo monetario global destile algunas gotas en esta página, haz click en los anuncios. No hace falta que te los aprendas de memoria. Simplemente, 'pincha' en ellos. Al ciudadano Pérez le encantaría tener la oportunidad de pagar impuestos sobre las ganancias obtenidas."
Poco dura la alegría en casa del pobre. El 01/07/09, recibí un correo-e del siguiente y literal tenor:
Google AdSense [email protected]
para usuario
Estimado/a :
Al revisar nuestros datos, hemos detectado que su cuenta de AdSense ha supuesto un peligro importante para nuestros anunciantes de AdWords. Dada la posibilidad de que el mantenimiento de su cuenta en nuestra red de editores perjudique económicamente a los anunciantes en el futuro, hemos decidido inhabilitarla.
Consideramos que esta medida es necesaria para proteger los intereses de los anunciantes y los de los demás editores de AdSense. Somos conscientes de que esta situación puede causarle molestias, por lo que agradecemos de antemano su comprensión y cooperación.
Si tiene alguna pregunta sobre su cuenta o las acciones que hemos realizado, no conteste a este mensaje.
Atentamente,
El equipo AdSense de Google
¡Hemos detectado que su cuenta de AdSense ha supuesto un peligro importante para nuestros anunciantes de AdWords! Vaya una cosa. ¿Tendría algo que ver con ese sentimiento de peligro para los anunciantes el artículo que casualmente acaba de publicar (10/6/2009? bajo el título Castigar a los banqueros, no a los trabajadores.
Dicho artículo recordaba que, en plena época de bonanza de los negocios, cuando nadie preveía la actual crisis, el economista canadiense John Kenneth Galbraith ya propuso una singular idea: que los gobiernos, en caso de dificultades, deberían castigar a los banqueros, no a los trabajadores. Un lema que la ciudadanía debería tener en cuenta a la hora de juzgar a sus dirigentes.
Así que, como afirmaba uno de los teoremas del hoy desaparecido semanario La Codorniz: donde no hay publicidad, resplandece la verdad.)
Me quitaron la publicidad antes de que pudiera cobrar algún céntimo, pero me dejaron intacta la libertad de decir la verdad. Al menos, la verdad en la que yo creo: que si algo debemos combatir hasta la muerte es la injusticia.
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(*) todólogo, ga.
1. m. y f. despect. coloq. El Salv. y Hond. Persona que cree saber y dominar varias especialidades.