Revista Cultura y Ocio
DONOFRIO, nacido Manuel D'Onofrio, amigo de numerosas temporadas, cerebro multiterreno, excéntrico, multifacético, adorable y temible -tanto como intro o extrovertido-, tuvo su iniciación artística temprana como poeta neoclásico y compositor.Puede mostrarse como un dandy en plan sibarita o austero como el Wu-Wei (expresión taoísta referida al no-hacer). Con su virtuoso castellano, definió la década pasada como “sustitución de impostaciones, pacificación asimétrica y terrorismo de estadio”.Sin duda, tales síntesis reflejan el espíritu de una Argentina que, si le hiciese hoy un debido guiño justiciero, habría de encontrarlo transmitiendo su conocimiento cifrado a las nuevas generaciones.Doy fe que tarde o temprano va a suceder.Culto como pocos, de tez blanca, pelo fino negro hacia atrás y ojos vivaces, suele impartir diagnósticos sobre realidades que incluyen planos políticos, espirituales y estéticos inherentes a nuestra patria. Y aunque por momentos se comporte como un dictum cartesiano, hará descostillarnos de risa de inmediato, a puro histrionismo aunque preguntándonos, ¿y qué dirá después?Luego de aprender la técnica de la guitarra, compuso “Bosnia 90210” en 1997…¡para 500 instrumentos! (según Andy Fogwill, 20 años anticipada a su tiempo), escribió canciones como “Cerdo o no cerdo”, el poema críptico “Budismo Send” y, en el ciclo diario de RNA "Donofrio San", una versión “bioépico-neoclásica” junto a Andrés Calamaro del “Martín Fierro” de José Hernández.Fue cronista estrella de Roberto Pettinato en televisión, durante siete meses consecutivos, y supo fundar un dúo profético-musical con Miguel Zavaleta llamado “Capitán Videncia” en el ciclo antes citado, para regresar a la radio en 2017, con el programa DOnofrio TOday. Una década atrás, lo acompañamos junto a Christian Basso y Tito Losavio en su presentación del Club Niceto de Palermo.Acostumbra ametrallarnos con gags tales como “la venganza chic es un plato que se sirve freak”, “mañana digo pasta” y “estoy atrapado sin saliva”. Pero es sabido, “no todos los cominos conducen a broma”.Así y todo, admite que su experiencia más excelsa fue oír las improvisaciones en teclado de su hijo de 5 años, Adam, un pequeño multi-instrumentista que se las trae.Consolidamos una relación en 2004, deambulando por la “España en miniatura” que imaginativamente recreábamos a través de la porteña Avenida de Mayo.Suele gritarme “¡Osama Bin Laden!” al verme por sorpresa en nuestros ocasionales encuentros de la noche porteña, exhibiendo sus brazos abiertos y una sonrisa dibujada: es de las personas con las cuales uno se queda debatiendo mientras alrededor van apilándose las mesas del bar.