Primero fue Contador; después, Marta Domínguez; anteriormente, una larga lista de dopados... Contador se defendió ante la opinión pública diciendo que había sido un efecto secundario de una alimentación. Marta Domínguez, al salir de los juzgados el jueves pasado, imputada en la Operación Galgo, aclaró: “Estoy muy tranquila. Pero se ha hecho mucho daño a mi imagen, a mi familia y a mis seres queridos. Tengo muy claro que soy inocente y volveré a competir en cuanto me recupere del embarazo.”
La lista de deportistas muertos haciendo deporte es preocupante. La de los que tienen que dejar el deporte por lesiones graves es alarmante. Y la de los que son expedientados por dopaje es vergonzante, aunque no tengamos datos fiables. Es decir, que el deporte está alcanzando unas cotas de deterioro tal, que se revuelve contra los mismos deportistas. El público duda de si está siendo engañado o se trata de una simple difamación. Las causas parecen radicar en exigir a los deportistas más de lo que realmente pueden dar y las sumas de dinero. Conseguir el número uno en un deporte y batir un récord en atletismo se convierten en fines ideales que justifican todos los medios. Así se explica que el dopaje, como medida que modifica la capacidad de rendimiento mental o físico sea cada vez más frecuente.
El dopaje no es nuevo, se remonta a la Grecia clásica. Antes de la era cristiana, el deporte se caracterizaba por la violencia, con la participación de guerreros y competidores entre regiones y ciudades émulas entre sí. El deporte venía a ser el argumento para ostentar superioridad geográfica, económica y política del grupo de las ciudades competidoras. Más o menos lo de hoy. Roma organizaba sus competiciones y carreras de caballos, para entretener al pueblo y mantenerlo al margen de la política. El rendimiento físico de sus competidores se conseguía con sustancias dopantes. La victoria exaltaba de tal manera al pueblo, que votaba la muerte del vencido con la anuencia del emperador presente o la lucha a muerte con fieras salvajes. Más o menos lo de hoy.
Con la era cristiana, el desarrollo físico se modera algo, pues interesaba menos que el desarrollo intelectual y espiritual. El Renacimiento impulsó la belleza de la formación física, pero fue el siglo XIX el que, con la revolución industrial, establece de nuevo los juegos olímpicos. En el siglo XX, la televisión ha convertido al deporte en el espectáculo más importante de nuestra época. Y a los deportistas, en los mejores pagados de la sociedad con cifras multimillonarias. Y al dopaje, en el medio para conseguir los primeros puestos deportivos y cantidades de dinero.
Los responsables parecen ser los entrenadores, los médicos deportivos, los hinchas y los propios deportistas. Se quiere rentabilizar los exagerados capitales que se invierten en los deportistas; los entrenadores se juegan la permanencia y el prestigio en cada competición; los médicos buscan eficacia y los hinchas no asumen perder. Todas las presiones recaen sobre los deportistas, capaces de perder la salud con tal de conseguir los primeros puestos y pingües ganancias. Desde hace años, los responsables directos hacen algo para purificar el deporte, pero habría que exigir mucho más.
JUAN LEIVA
Revista Opinión
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