Revista Diario

Dormir con mi hijo, una decisión personal

Por Belen
Como viene siendo costumbre en esta casa, tras un día de fiebres intensas, toca noche de colecho. Rayo está apunto de cumplir 6 años, duerme en su habitación tranquilo y feliz, y lo hace del tirón, unas 10-11 horas. Esto no siempre fue así, ya os he hablado muchas veces de su sueño inquieto, de sus múltiples despertares, de su necesidad de dormir con nosotros. 
Dormir con mi hijo, una decisión personal
Por supuesto hemos sido padres blanco de críticas, ya sabéis lo típico que dicen los que no colechan sobre los que colechamos, resumiendo en una frase, algo así como "eso es malísimo". Aunque todavía no me ha quedado claro para quién era malo.... pero puedo hacerme a la idea. 
¿Y por qué hablo ahora sobre el colecho si es una etapa que tenemos superada? Acabo de leer un artículo de un conocido periódico que podéis ver aquí y me han entrado ganas de dar mi punto de vista al respecto, y ya que tengo un blog... qué mejor sitio que hacerlo aquí.
Antes de nada he de decir que la conclusión del artículo me parece muy acertada: "Lo importante es que cada padre tenga muy claro qué quiere para su hijo y por qué lo quiere, que actúe conforme a su instinto y a sus necesidades". Y es que realmente los expertos poco pueden decirnos, salvo en aquellos casos que por problemas de salud u otros pueda comprometerse la seguridad del bebé o niño. Pero estos casos son poco frecuentes y la realidad con que nos encontramos son familias que desean dormir con sus hijos o hijos que necesitan dormir con sus padres. Y eso forma parte de la intimidad de cada familia, cada uno sabrá cuál es la mejor manera de actuar. Pero claro para decidir libremente, también hay que dejar de recibir presiones externas, las cuales pueden ser incluso crueles. Dichas presiones crean dudas a los padres -sobre todo primerizos- y al final muchos acaban haciendo lo que les dice el vecino, la suegra o el compañero de trabajo. Seguir el instinto me parece un consejo acertadísimo para dar a cualquiera, aquí no hay verdades absolutas, así que cada cual que siga la senda que elija. 
Pero sí que quería hacer algún apunte que otro a este espinoso tema, apuntes basados en mi experiencia personal. Yo creo que a estas alturas casi todos tenemos claro los múltiples beneficios que trae compartir sábanas con el pequeñín de la casa. Como os digo, en cuanto Rayo se pone malo, llevamos una cama a nuestro dormitorio, lo que facilita la tarea de cuidarle, controlar su fiebre y encima él se siente seguro y mucho más tranquilo estando a nuestro lado. Evitamos paseos a su dormitorio, llamadas constantes, enfriamientos de pies y todos estamos mucho más cómodos. Creo que queda claro que todos salimos ganando. Una vez que el niño mejora, de vuelta a su cuarto y sin ningún problema.  En el apartado de desventajas del artículo se cita la posibilidad de entorpecer el desarrollo evolutivo del niño. Este era uno de los miedos que tenían las personas que vertían sus críticas en nuestra decisión de colechar. Además de decirnos aquello de "no vas a sacarle de tu cama hasta los 18". Nada más lejos de la realidad. Rayo ha sido y es un niño muy dependiente de nosotros emocionalmente hablando. Su necesidad de apego fue muy fuerte desde que nació y cubrimos esa necesidad sin pensar en mucho más, solo en el bienestar del niño. No fue hasta los 3 años cuando comenzó a dormir seguido, cuando comenzó a necesitar menos colecho y cuando decidió -por sí solo- que necesitaba su espacio.  Queramos o no queramos los niños, hasta los más apegados y dependientes, maduran y evolucionan, y nos van manifestando su necesidad de espacio. Por ello lo habitual es que entorno a los 3-5 años ellos solitos se vayan de la habitación de los padres, si no lo han hecho antes (que es lo más frecuente).  Rayo decidió con 2 años que quería trasladarse a su cuarto. Así se hizo, aunque las visitas nocturnas eran habituales. Esas visitas se fueron minimizando y ya con 3 años dormía solo, en su habitación y sin interferencias. Y a día de hoy, a pesar del colecho cuando está enfermo, sigue feliz en su dormitorio y no pone pegas cuando llega la hora de regresar a su cama una vez recuperado.  Así que padres y madres recientes si leéis esto apartad mitos y miedos de vuestras cabezas y sobre todo de vuestros corazones y haced lo que vuestro instinto os diga. Pero sobre todo decidid por vosotros mismos no por lo que piense el vecino de cómo actuáis con vuestros hijos. 

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