Revista Diario

Dormir seguido,..., ¡es dormir!

Por Belen
Dormir seguido,..., ¡es dormir!
Pues sí, dormir seguido, es dormir. Esto es como aquella canción que nos representó en Eurovisión hace ya unos cuantos años (qué mayor soy ;P), Bailar pegados, es bailar. Pues eso, que si uno tiene 3, 4, 5 despertares, por muchas horas que al final sume, ni se descansa, ni se duerme ni nada. Ellos, nuestros hijos sí, ya han podido pasar una noche de estas que las mamás calificamos de toledanas, que a la mañana siguiente se levantan lozanos y esplendorosos. Ayyyyy, ¡bendita juventud!.
Cuando mi hijo nació, como tantos otros, mamaba igual de noche que de día, ¿cuántas tomas?, no lo sé. ¿Cada cuánto tiempo?, no lo sé. Al principio, inculta yo en estos menesteres, andaba con el reloj porque todo el mundo preguntaba. Una hora, hora y media, dos, media hora..... Y como se pusieron muy pesados decidí quitarme el reloj y dejar el surtidor disponible. El niño gruñía un poco, a la teta, el niño se movía en la cuna, a la cama y a la teta. El caso es que por la noche tenía un hambre voraz. Y en los primeros meses esa alerta que tenemos gracias a las hormonas no me permitía dormirme mientras mi hijo comía. Le miraba embobada y absorta. Además yo tenía también mucha hambre y me pasaba la mitad de la noche comiendo. Me recuerdo reponiendo fuerzas a las tres de la mañana entre tetada y tetada, porque ya ni sueño tenía, solo hambre. Así que en esos primeros meses, 4, 5, 6 despertares, era de lo más común.
Se acercaba su primer año de vida y por supuesto los consejos llegaban por doquier. El niño ya tenía (por narices) que dormir del tirón, pero no era nuestro caso. De hecho, tras unas semanas de espejismo donde se despertó mucho menos vino el ciclón. Muchos despertares, mucha inquietud durmiendo, sudores, calor. Ya ni sé cada cuánto se despertaba. Yo ni me podía dormir pues me inquietaba verle tan nervioso. Ni que decir tiene que cuando tu hijo pasa por fases como esta a tus oídos solo llegan las historias de esos otros niños que duermen como ángeles de un tirón y que no dan ni pizquita de guerra a sus (descansados) padres, o al menos eso contaban.
Mi hijo no era de esos y yo tenía tantas dudas, no sabía qué hacer ni si aquello era normal. Resultó que sí, que era de lo más normal, mi hijo estaba bien, pero su patrón de sueño maduraba. Y curiosamente madura con muchas más alteraciones. Los meses pasaban, papá y yo teníamos unas ojeras que nos llegaban a la altura de las rodillas, mientras que nuestra pequeña fierecilla pasaba los días gastanto energía y las noches,...., también. ¿Cómo una criatura puede moverse tanto de día y de noche y encima ganar peso?.
A estas alturas podíamos llegar a dormir ... ¿3 horas seguidas?. No sé, la falta de descanso me nubla la memoria.
Cuando rondaban los dos años teníamos una de cal y otra de arena. Nunca una noche seguida, pero sí quizá con uno o dos despertares, solamente. Además a esta edad aparecieron los terrores nocturnos. Qué sustos me daba, sobre todo al principio. Yo ya había leído a Rosa Jové y sabía de qué iba la película. Pero sinceramente, una nunca se imagina que un terror nocturno pueda ser tan intenso. ¿Vosotros habéis visto a la niña del exorcista?. Pues eso: patadas a la pared, vueltas de un lado a otro, manotazos al aire, llanto, imposible consolarle, y os aseguro que todo esto sucede estando completamente dormido. Tras diez o quince minutos de desesperación paterna y materna se pasaba, se daba media vuelta y seguía durmiendo como si nada. El cuerpo que a una se le queda después de esto hacía difícil volver a conciliar el sueño. Con el tiempo nos dimos cuenta que esto era normal, nada preocupante e hicimos menos caso a estos episodios. Nos quedábamos cerca de él para evitar que se hiciera daño y cuando el numerito concluía nos íbamos a dormir. Afortunadamente esto pasaba durante unos días, una semana a lo sumo, y después nada de nada.
Y llegaron los tres años, ya dormía en su cuarto, visitaba (cada vez menos) nuestra cama cuando quería y un día se le ocurrió dormir ¡¡8 horas seguidas!!. ¿Y qué hizo mami?, pasarme la mitad de la noche paseando de mi cuarto al suyo porque estaba taaaaaaaaaan extrañada qué incluso temía que estuviera malito. ¡Qué cosas!.
A partir de ese momento las siete u ocho horas las dormía seguro. Había semanas inquietas, a veces con terrores, otras con sueños muy intensos. Mi hijo es muy dado a hablar en voz alta, y nos daba unos sustos de aupa.
Y empezó el cole, y con ello los horarios más rígidos, mayor cansancio y más madurez a todo nivel. Todavía había siestas pero las nueve o diez horas nocturnas ya eran un hecho. ¡Qué felicidad!.
Y ya con 4 años y sin siestas nos hemos situado en esas once maravillosas horas de sueño continuado.
Como veis no hemos hecho nada, solo dejarle crecer. Su sueño ha ido madurando, evolucionando a su ritmo. No se le han impuesto horarios, ni se le ha obligado a dormir así o asá. Todo ha sido natural y muy respetado. Y sí, lo hemos logrado. No tiene ningún merito, la naturaleza se encarga de todo, los padres aquí somos meros espectadores.
La madurez y el crecimiento traen el sueño continuado de los niños, eso sí no os garantizo cómo quedará vuestro patrón de sueño como padres. El mío al menos se ha ido al garete y ya no sé dormir ocho horas seguidas.

Volver a la Portada de Logo Paperblog