Felicidades, Mariano.
Hoy hace dos años que, respirando tranquilo, con una sensación de euforia contenida y la alegría inequívoca que te provocaba tu mayoría absoluta, llegaste al Gobierno. Te diste por satisfecho. “A la tercera va la vencida“, seguro que te dijo alguien antes de los comicios (como a mí con el examen del coche, aunque conmigo no acertaron). Seguro que pensaste: “He perdido dos veces sí, pero ahora he conseguido el mejor resultado de la historia del PP“. Y fuiste feliz, aunque fuera un poquito, no lo niegues. Porque llegaba la hora de revisar tu programa (o El Libro Gordo de Petete) y empezar a cumplir promesas. “No daré dinero público para ayudar a los bancos“. “Garantizaré el poder adquisitivo de las pensiones“. “No vamos a reducir las prestaciones por desempleo“. “No subiré los impuestos, los bajaré“. “No habrá copago en sanidad“. “La reforma laboral del PSOE ha abaratado el despido“. “El PP se compromete a que educación, sanidad y pensiones jamás se vean afectadas por la crisis“. Ay, Mariano, qué recuerdos. Bendita hemeroteca.
¿Sabes? No te guardo especial rencor por no cumplir nada de lo prometido. Por decir diego donde dijiste “digo”. Por atraer a un montón de votantes de otros partidos que creyeron que tú nos sacarías de esta. Ni siquiera por elegir a Montoro y a Wert de Ministros. A mí no me has engañado, no me siento estafada por tus promesas en saco roto ni tampoco por tus buenos propósitos que se fueron por el desagüe. Sabía que algo de falso debía haber en toda esa parafernalia electoral y lo triste es que ya no me sorprende que, por un puñado de votos, los políticos lo que mejor sepáis hacer sea mentir. Y es que dos años después, Mariano, me he dado cuenta de que, pobrecito, tú qué ibas a poder hacer si sólo eres el máximo responsable de lo que pase en España, ¿verdad? Un mindundi.
No voy a recordarte las veces que te has contradicho, las veces que le has echado la culpa a la herencia recibida, ni siquiera (y mira que me duele, que para eso es mi profesión) voy a reprocharte las ruedas de prensa en teles de plasma, que acusaras al anterior gobierno de hacer todo lo que Europa decía para luego apretar tus posaderas, agachar la cabeza y hacer lo mismo, ni siquiera voy a hablarte de Bárcenas, de los chanchullos, los sobresueldos, los sobres y los recortes. No voy a hablarte de las leyes por decretazo, de las tasas judiciales, de la LOMCE que hoy se vota en el Senado o de los sueldos en diferido que no son más que lo que serían una indemnización en función de un sueldo ficticio.
No quiero reprocharte nada, Mariano. Aunque podría. Porque ten claro que para eso estás ahí, para ser criticado por todo, por lo bueno y por lo malo. Y para dar explicaciones, cosa que yo me miraría de cara a la segunda parte de la legislatura. Pero bueno. Lo único que voy a pedirte, Mariano, es que no nos engañéis más. No nos empecéis a dorar la píldora porque vienen otras elecciones, no sigáis aprobando leyes que cambian el futuro del país “por narices”, no des más ruedas de prensa en pantallas de plasma y sobre todo, no dejes que la gente de tu partido te haga ser el pelele que, sinceramente y desde fuera, pareces. Porque ahí, en Génova, en tu casa, da la impresión de que tú, Presidente del Gobierno, pintas menos que nadie.
No hagas electoralismo barato, Mariano, te lo pido, que la gente se da cuenta muy rápido de que quieres cambiar peloteo por votos. Intenta que no sea tan barato ser un sinvergüenza en España, intenta por todos los medios decir exactamente lo que tienes que decir y no hablar con la sartada de eufemismos que no son más que tonterías que nos hacen parecer idiotas (y a vosotros más). Sé auténtico, Mariano, si puedes. Y si no, no esperes hasta 2015. Que en estos momentos España necesita políticos de todos los colores, pero a la altura.
Y si no lo estás, por favor, vete.