Es un orgullo contar de nuevo con la participación de Sergio Delgado quien, sin duda, enriquece inmensamente el contenido que ofrecemos en este humilde blog y donde espero seguir contando con él por mucho tiempo. Enlazando con su primera entrada sobre el papel de las NTIC en los movimientos sociales, hoy nos trae una nueva aportación donde analiza la dicotomía existente entre la llamada Primavera Árabe y el Movimiento de los Indignados en las democracias occidentales, con el 15-M como máximo exponente.
Sergio DelgadoLicenciado en Historia
Plaza de Tahrir tras la dimisión de Mubarak, febrero de 2011. Autor: Jonathan Rashad.
En el anterior artículo traté de buscar el origen de las nuevas formas de actuación y organización de la nueva oleada de movimientos de contestación social surgida en 2011. Para ello me remonté a la última década del siglo XX, encontrando una línea de continuidad que comenzaría en el movimiento zapatista, pasaría por el movimiento antiglobalización y llegaría hasta la actualidad a través de estos nuevos movimientos. En el presente texto, se intentará concretar la naturaleza de los mismos, ya que en ellos encontramos dos caminos distintos, dos motivaciones diferentes. Es muy común, especialmente en los medios de comunicación, enlazar y relacionar las protestas surgidas en el norte de África y Oriente Medio, que han sido calificados en su conjunto como la Primavera Árabe, con los distintos movimientos sociales surgidos a partir del 15M. Sin embargo, estos movimientos han de diferenciarse, ya que aunque sí estén conectados, se basan en un contexto político y condiciones sociales diferentes.
Mucho se ha escrito y dicho sobre la inspiración que supuso la Primavera árabe, especialmente la revuelta egipcia, para la aparición del movimiento 15M y de otros movimientos surgidos a partir del 15 de mayo de 2011. Sin embargo, y pese a ser en parte cierta esta apreciación, ha de concretarse la naturaleza de esta influencia. La Primavera Árabe sirvió principalmente de ejemplo práctico, generador de un ejemplo motivador, pero sólo se quedó en eso, en un modelo que no fue más allá de su capacidad para generar motivación, como fue el ejemplo de la ocupación de las plazas. Y es que es fácil enlazar en lo aparente ambas tendencias, pero no lo es así en su discurso, en la sustancia que da sentido al hecho y lo conforma. Ésta es una cuestión ya apreciada por otros autores, como Jesús Casquete, que subraya que "en dichos países la población ha salido a la calle exigiendo democracia, mientras que entre nosotros la demanda ha sido la de una mejor democracia. La diferencia es tan sustancial como para tomar en cautela la comparación y no confundir morfología con sustancia".
Puerta del Sol, 2011. Fuente: http://fotograccion.org/
La primera que debemos tener en cuenta respecto a la Primavera Árabe, son las motivaciones iniciales y fundamentales del inicio de las protestas, que son bastante claras en sus casos principales, ya que están basadas en un contexto político nacional muy similar y que en nada tiene que ver con el de los movimientos aparecidos después del 15M español: una dictadura militar apoyada por los regímenes occidentales que se prolonga en el tiempo. En consecuencia, la principal exigencia de la Primavera Árabe es el fin de las largas dictaduras que vivían o viven sus países, y la instauración de un régimen democrático basado en un sistema electoral al estilo europeo o americano
Si nos acercamos a los textos o manifiestos iniciales de movimientos como el 15M o el Occupy Wall Street, vemos cómo esa diferencia adquiere una dimensión aún más importante. En ellos podemos apreciar una ausencia de esperanzas de que ninguna de las actuales instituciones u organizaciones, sean agentes capaces de protagonizar un verdadero cambio. Por ello, estos textos están dirigidos directamente al pueblo como sujeto. Un protagonista que debe representar de manera independiente ese cambio. Sin embargo, en la Primavera Árabe las esperanzas estaban o están depositadas en una transformación de las instituciones que propicien un cambio político hacia un régimen democrático al estilo occidental, y que ha auspiciado que algunas organizaciones o personas que apoyaban estas movilizaciones tomasen el poder. El caso más claro al respecto es Egipto, donde las revueltas de enero de 2011 llevaron hasta el gobierno, a través de unas elecciones democráticas, a los Hermanos Musulmanes.
La respuesta en Occidente de gobiernos, partidos políticos y medios de comunicación hacia la Primavera Árabe es otra de las pistas que nos hacen vislumbrar la diferente naturaleza de ambas tendencias. Bajo el punto de vista de estas organizaciones, las movilizaciones y pretensiones de las revueltas eran entendibles y admisibles, siendo rápidamente apoyadas. Caso muy diferente presenta lo sucedido desde la aparición del 15M. Los mismos medios y gobiernos que apoyaron unas revueltas, eran ahora incapaces de entender las movilizaciones que tenían lugar en sus propios territorios, e incluso algunos de ellos las condenaron y reprimieron.
Por todo ello, los movimientos surgidos a partir del ejemplo español adquieren una intencionalidad transformadora mucho mayor, atacando incluso la ensalzada democracia occidental. Generando así, y por primera vez en varias décadas, un ataque directo y generalizado al propio sistema desde el interior del mismo.
FUENTES
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