Revista América Latina

Dos caras de una presencia equivocada que se alimentan mutuamente

Publicado el 16 mayo 2014 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19

foto-antiche-con-fantasmi-8Por Vincenzo Basile

Dos grupos de fantasmas habitan la mayor de las Antillas. Son dos rastros de una antigua manera de politiquear; huellas heredadas de un añejo enfrentamiento, catapultadas al presente, que no tienen idea de su colocación histórica. Entidades sin nexos con el mundo, que pretenden imponer sus monótonas narraciones de una realidad de polifacéticos matices que no quieren entender, ni tienen la capacidad para hacerlo.

Son dos espectros de una etapa difunta, antagónicos y al mismo tiempo simbióticos. La manifestación del uno es función de la del otro. El uno existe y (sobre)vive para desmontar al otro. El uno impone su presencia porque el otro hace igualmente.

Uno lleva el insoportable rostro del censor. Se atrinchera detrás del paranoico escudo del miedo; tapa la dialéctica que podría manifestar la contradicción que permitiría el mejoramiento práctico de la vida material; y está obsesionado con contaminar al mundo con su personalísima visión de un paraíso incumplido.

El otro lleva el más presentable rostro del libertario. Se atrinchera detrás del vil escudo de una ficticia libertad de expresión; ejerce un derecho al catastrofismo para tapar aquellos avances que harían derrumbar su obstinada obsesión de contagiar al mundo con su particularísima visión de un infierno inexistente.

Parecen no darse cuenta de su condición de fantasmas, a veces materializados en cuerpos de muertos vivientes que caminan por inercia, guiados por el atávico impulso de atacar y morder a todo ser pensante para finalmente poder banquetear con sus cerebros e infectar sus mentes.

Pero, cuando llega el fin del día, cada uno de ellos, en el silencio de su mundo, percibe el vacío a su alrededor; un hálito de insignificancia y soledad le remembra la inutilidad de su existencia, el error de su colocación temporal. Cada uno de ellos, en el hondo de sus entrañas vacantes, recuerda que él y su simbiótico antagónico son dos caras de una presencia equivocada que se alimentan mutuamente.

El día siguiente, vuelven a pasar las hojas del eterno guión. Continúan la insensata lucha de odio, constantemente acompañados por un horrible miedo, un macabro terror debido al entendimiento de que una victoria sobre el otro significaría la desaparición para ambos y su colocación en el único lugar histórico que merecen: el olvido.


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