Revista En Femenino

Dos compañeros: el miedo y las ganas de vivir

Publicado el 18 septiembre 2013 por Andrea Alanís @andrealanis

El trasplante es una maravilla, la da un giro de 180 grados a nuestras vidas, pasamos de la enfermedad a la salud con una operación. Podemos volver a llevar una vida normal, una vida plena. Sin embargo, en mi caso, el hígado que me quitaron no se llevo a un compañero que tenía a mi lado desde que supe que estaba enfermo, el miedo.

El miedo ahí seguía y aquí sigue. Si siento algún dolor automáticamente mi mente inventa una nueva enfermedad aún no descubierta y que seguro yo tengo. Un nuevo proyecto de trabajo me hace dudar de mi capacidad. Correr una mayor distancia me hace pensar que no voy a poder.

En ese instante tengo que meter freno, serenarme, pensar y darle la vuelta al miedo. Atreverme a hacerlo, comprobar que sigo siendo yo, que soy capaz y puedo seguir creciendo, venciendo obstáculos y logrando metas. Mi mayor ejemplo soy yo mismo, que mejor ejemplo que voltear atrás y ver todo lo que he superado.

En todo esto descubrí que mucho más grande y poderoso que el miedo son las ganas de vivir. Las pequeñas cosas que a veces pasan desapercibidas son la gasolina para seguir avanzando. Un paseo en sábado por la ciudad, una tarde de películas a lado de mi mujer, una caminata, una llamada de los sobrinos.

Darle la vuelta al miedo y convertirlo en el deseo de vivir me hizo darme cuenta que no dependo de una medicina o de ciertos cuidados. No es una dependencia, es una decisión. Decido tomarme la medicina porque quiero seguir disfrutando de la vida.  No cuido mi alimentación por mandato sino por gusto.

Tanto en la enfermedad como ahora después del trasplante cada uno de nosotros somos los dueños de nuestras decisiones y de nuestras vidas.  Siempre tendremos el poder de decidir en nuestras manos.

Cada día es un regalo que un héroe anónimo me dio, un donante, alguien que junto a su familia tomo una decisión que me permite hoy estar aquí para honrar y agradecer ese regalo.

Los médicos, enfermeras, auxiliares, coordinadores y todo el personal sanitario hicieron su trabajo para que este aquí.

Mis padres, hermana, sobrinos, tía, primos, cuñados y un ejercito de amigos a la distancia nunca me dejaron solo. Dos amigos tomaron el lugar que mi familia no podía cumplir por la distancia y se volvieron más que amigos, hermanos, padres, todo a la vez. Y a mi lado cada instante mi mujer, me calmo cuando el dolor era insoportable, me canto cuando mi cuerpo decidió dormir, afuera del quirófano se aseguro de que supiera que me esperaba al salir.  Y desde que desperté ahí ha estado para acompañar mis pasos, pasos que cada día son más firmes, más fuertes y más seguros.

 Gerardo Reyna

firma alanis ok


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