Revista Cocina
A veces se dice que la filosofía de los Derechos Animales solamente pide respeto para los animales sintientes, pero se olvida de la importancia que la naturaleza tiene para nosotros y los demás animales, ya que es el sustrato último que permite nuestra existencia. En esta nota, voy a analizar brevemente hasta qué punto esa objeción es razonable.
Está claro que si el medio ambiente es el hogar de la mayoría de nohumanos y el medio de vida fundamental de todos nosotros, entonces también deberíamos respetarlo. Pero se trata de dos conceptos distintos de respeto. Es decir, no es lo mismo respetar a alguien como persona (respeto moral) que respetarlo porque tiene una utilidad instrumental para nuestros fines (respeto interesado).
La idea que subyace al veganismo, y los derechos animales, es que sólo los seres sintientes tienen un valor inherente que no puede ser ignorado ni sacrificado para fines instrumentales. Eso significa que sólo los seres sintientes tienen un valor moral independiente de nuestros juicios. Y ese valor nos obliga éticamente a respetarles como fines en sí mismos. Tener en cuenta su individualidad, su voluntad y sus intereses, en el mismo plano que los nuestros. No explotarles ni destruirles sólo porque obtengamos un beneficio de ello.
Y todo eso significa, efectivamente, situarles en un plano de igualdad. Sin el cual no hay ética ni respeto moral. Tener en cuenta su voluntad y sus intereses al mismo nivel que los nuestros. No hay ninguna razón lógica que justifique someterlos y dominarlos. Y todos los argumentos que pretendan alegarse para justificar el especismo son exactamente los mismos que se utilizan para intentar justificar el racismo, el sexismo o la homofobia.
Por otro lado, los vegetales, y los minerales, al no ser sintientes, no poseen un valor intrínseco. No tienen conciencia ni intereses. No hay nada inherente a ellos que haya que respetar moralmente. Lo que sí tienen es un valor instrumental, en tanto que son necesarios para que los seres sintientes puedan conservar y desarrollar sus vidas. Y es por eso que debemos respetarlos como medios que permiten la consecución de los intereses que tienen los seres sintientes.
Este valor instrumental es el único que nuestra sociedad especista permite a los animales nohumanos. Se les valora solamente porque son útiles para los fines humanos. Se les respeta según el grado de importancia que tienen para lograr nuestros objetivos. No se les respeta como personas, sino como propiedad. Del mismo modo que respetamos las casas y los otros objetos que pertenece a sus propietarios. No porque los objetos en sí tengan valor propio, sino porque su propietario los valora de acuerdo con sus fines e intereses.
Por lo tanto, el cambio del paradigma antropocéntrico actual hacia un paradigma igualitario que vea a todos los animales sintientes como personas con derechos pasa necesariamente por eliminar la mentalidad instrumentalista que proyectamos sobre los demás animales y sustituirla por una nueva visión que les tenga en cuenta por su valor intrínseco. Dejar de verles como objetos, como seres inferiores que existen para nuestro beneficio, y apreciarles como personas que son: individuos que sienten. Ellos sufren, desean, y les importa su propia conservación y bienestar.
En todo lo que importa moralmente, los demás animales son iguales a nosotros. Y, por tanto, deben ser tratados y respetados como nuestros iguales.
(En una entrada titulada "Respeto", que escribí hace dos años con el fin de clarificar su significado, me refería obviamente al sentido moral del respeto.)
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