El anecdotario de la recogida de las sillas es digno de mención. Los profesores salieron del Alfonso II hace cuatro días sobre las diez de la noche, después de supervisar las pruebas de acceso a uno de los ciclos formativos de grado superior que se imparten en el instituto. Al cruzar el portón, vieron un tesoro a la altura de sus ojos. «Allí estaba un montón de muebles y sillas de ruedas apilados en la acera de enfrente. Todo un botín», explica Cima, que, sin dudarlo un momento, animó a su compañera a rebuscar en la pila. «Vimos que había sillas con ruedas grandes, ideales para nuestra especialidad, que estaban en bastante buen estado», relata Sobrino, que calcula que el precio de esos modelos ronda los 200 euros.

Varias personas que caminaban por allí se ofrecieron a echarles una mano al conocer el nuevo destino del material abandonado. Todos a una, profesores y transeúntes, se pusieron a analizar el estado de las sillas mientras miraban el reloj para calcular la hora en la que podría pasar el camión de la basura. Pero, entonces, se unió al grupo de reciclaje educativo alguien más.
«Hola, nosotros cargamos en la furgoneta muebles y chatarra». Dos hombres que recorrían la ciudad en busca de artículos abandonados estaban a punto de hacerles la competencia. Cima y Sobrino defendieron sus intereses. «Lo sentimos, pero hemos llegado primero».
«No se preocupen, cojan lo que necesiten y lo que sobre del montón nos lo llevamos», respondieron con educación los recién llegados, que esperaron tranquilamente dentro de la furgoneta a que los aventajados recicladores probasen la resistencia de las sillas. «Nunca me imaginé verme envuelto en una escena semejante, pero estoy muy orgulloso de lo que hice», comenta Cima, con la mente puesta en las actividades deportivas del curso que viene.
Las sillas de ruedas ya forman parte del material deportivo del Alfonso II. Los estudiantes del ciclo formativo de «Animación de actividades físicas y deportivas» son los principales beneficiados. Según explica el profesor Cima, con treinta años de experiencia en el centro de Calvo Sotelo, los alumnos de esta especialidad se preparan para trabajar con personas con discapacidad, por lo que el manejo de las sillas de ruedas es fundamental para que desempeñen correctamente su labor fuera del centro educativo. «Los chicos tienen 2.000 horas de formación a lo largo de dos años repartidas en doce asignaturas. El nivel es muy bueno, pero los extras como una silla de ruedas siempre serán bienvenidos. A caballo regalado no le mires el diente».
Su compañera responsable del módulo de Educación Física también lo tiene claro. «No hay nada malo en aprovechar el material que encontramos en la calle, es más, creo que es una muestra de la ilusión y el empuje que ponemos los docentes en las aulas a diario».
Cima y Sobrino aseguran que es la primera vez que ven este tipo de artículos en la calle, a merced del servicio de recogida de basura. «Si vemos algo más que merezca la pena, iremos a por ello».
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