Gustavo Petro aparece en el centro de convenciones de Bogotá donde le esperan miles de personas. Le presenta Francia Márquez, una empleada doméstica que va a ser la vicepresidenta del país. Una mujer negra, pobre, del Cauca, en la costa del Pacífico. Donde su grupo étnico casi solo tenía como horizonte servir a los que han votado a los que han perdido las elecciones. El candidato del narcopresidente Uribe se hundió y el poder se refugió en un 'Trump criollo'. Apenas los restos enmascarados del uribismo maquillados en un empresario ignorante al que los principales medios colombianos presentaban como un 'ingeniero' que contendía contra un 'guerrillero'.
Tras la victoria electoral, una señora a mi lado, vestida con la humildad del pueblo llano, llorando dijo para que la oyéramos: ya me puedo morir. En mi país va a gobernar un ex guerrillero y una mujer negra.
Colombia es el país latinoamericano con más bases norteamericanas después de Centroamérica. La derecha colombiana se ofreció a los Estados Unidos para ser "la Israel norteamericana". Con Trump gobernando, la Colombia del presidente Duque ofreció su territorio para invadir Venezuela desde Cúcuta. Miguel Bosé acompañó esa aventura. Calidad. Que terminó en fracaso porque desde la parte colombiana tiraron unos cócteles molotov que prendieron fuego a los camiones con, supuestamente, medicinas y alimentos, que eran la excusa para entrar en la patria de Bolívar y Chávez. Mal asunto. Quisieron echarle la culpa a Nicolás Maduro, pero The Washington Post publicó un vídeo donde se veía que el arma incendiaria partía de la frontera de los amigos de Trump. Todos los presidentes que apoyaron aquella invasión están en el basurero de la historia: Duque, Piñera, Macri, Lenín Moreno. Y Trump. Queda Bolsonaro. En todas las encuestas Lula le saca varios cuerpos. La victoria de Gustavo Petro anima aún más esa victoria en ciernes.
En su primer discurso, Petro dijo que su propuesta de Gobierno era paz, justicia social y justicia medioambiental. Su discurso, improvisado -pero alimentado por meses de campaña- tuvo varios ejes que van a cambiar la balanza en Colombia y en América Latina; un aviso a los EEUU (no pueden seguir contaminando tanto y pretender que los demás nos hagamos cargo de su mierda); una petición al continente de más unidad (lo contrario que han hecho los gobiernos títere de los EEUU, desmantelando la UNASUR); una oferta al continente para que frenen el extractivismo; una mano tendida a los diez millones de colombianos que han votado al candidato perdedor ("se ha terminado la Colombia de la violencia y de la persecución del adversario"); una apuesta por la Colombia multicultural: la latina, la afrodescendiente, la indígena, la anglosajona. Y dejar lejos tanta muerte: "Amarnos los unos a los otros, no matarnos los unos a los otros". Y una apuesta de fondo que va a hacer mella en el continente: Colombia como "potencia mundial de la vida". Un líder latinoamericano hablando otra vez de amor, como Chávez, y ganando unas elecciones. Qué diría Gabriel García Márquez.
Mientras tanto, en Francia, Macron perdía estrepitosamente las elecciones (más de cien diputados menos) y, como está ocurriendo en todos lados en la crisis del neoliberalismo, va a gobernar apoyándose en la derecha. No en la extrema derecha. Pero todo se andará. LePen ha crecido considerablemente. La trampa está servida: ¿parará a la extrema derecha su fracaso en la gestión o si gobiernan pasará como en Hungría que ganarán elección tras elección? No hay una receta fija. Mélenchon ha tenido un gran éxito, pero se ha quedado lejos de los 200 diputados que esperaban. Por tanto, la posibilidad de que fuera Primer Ministro se aleja: Macron, un político de derechas escondido en ínfulas huecas centristas, se va a donde pertenece: a la derecha.
En Europa y en América Latina la derecha se está escorando a la extrema derecha. La salida "natural" a la crisis es por la derecha. La racionalidad neoliberal nos pone a todos a luchar contra todos y quien oferte una autorización para desterrar la empatía tendrá su clientela. Por eso un tipo que a veces parecía descerebrado como Rodolfo Hernández ha sacado en Colombia diez millones de votos. Por eso Le Pen ha crecido considerablemente en Francia. Y por eso Vox ha hecho campaña en Andalucía con una tipa que ha mentido sobre su empadronamiento apoyada por una fascista italiana.
El éxito de la France Insumisse de Mélenchon y el éxito aún mayor de Gustavo Petro y Francia Márquez tiene mucho que ver con la coherencia de sus ideas. No han aceptado los marcos de la derecha y no se han resignado cobardemente a hablar solamente de lo que les dictaban los medios conservadores. Han sido firmes en lo que había que ser firmes -la ideología- y han sido flexibles en lo que debían ser flexibles -la política-. Los dos han entendido que el futuro inmediato de la izquierda en la construcción del postneoliberalismo pasa por frentes amplios, por negociar con compañeros de viaje incómodos y por asumir que la alternativa a ceder son gobiernos cada vez más escorados a la derecha. No es ceder en principios: es lanzar el mensaje de que estás convencido de que estás en el lado correcto de la historia y que precisamente por eso no debes confundir la táctica y la estrategia. Tanto Mélenchon como Petro han sido claros contra la violencia imperial, sea en Colombia o en Ucrania, han sido firmes frente al cambio climático, no le han tenido miedo a las multinacionales ni a los fondos buitre, han denunciado las mentiras de los medios, han arrasado entre los jóvenes y, especialmente en el caso de Petro -ahí ha sido esencial el papel de la vicepresidenta Francia- entre las mujeres. Tienen futuro.
También ha habido elecciones en Andalucía. A alguien se le ocurrió que un nuevo nombre, una candidata experimentada con varias legislaturas a las espaldas - y sin embargo desconocida- como cabeza de lista e intentar arrinconar a Podemos era una buena idea. A ver si aprendemos.