A veces llegan rachas complicadas. La muerte de un ser querido o las preocupaciones del trabajo a veces hacen que el "día a día" se ponga cuesta arriba. Ella estaba justo en una de esas rachas. Era la enésima tarde que se quedaba en Málaga en la últimas semanas para tratar de hacerse con un nuevo trabajo que aún le cuesta digerir. Era ya tarde y hacía cola en la taquilla de la estación con ganas de llegar pronto a casa. De repente un chaval de unos veintipocos con dos globos en la mano se acercó azorado a la cola. Quizás fueron los dos globos; quizás su extremo nerviosismo; quizás su posible discapacidad mental; o quizás el nulo caso que se le hacía. Pero lo cierto es que ella no podía sentirse indiferente ante una escena así. Ni ante la insensibilidad que demostró la señora de la taquilla ante el "dramón" que aquel chaval llevaba consigo. Era de Montilla, a una hora y pico de Málaga. Había pasado todo el día en la capital, y cuando regresaba a su pueblo con sus dos globos, se equivocó de andén y el último autobús ya había salido. La taquillera se mostró indolente con él: "Pues te buscas un hotel, y mañana te coges el primer autobús para tu pueblo". Pero no le quedaba ni un céntimo después de su día de asueto. Y su agobio crecía por instantes.Ella se le acercó para ayudarle. Pero él apenas podía organizar su cabeza. "Me va a caer un castigo..." "Si es la primera vez que me pasa algo así..." "Si soy de los pocos chavales a los que les dejan salir, porque siempre hago las cosas bien..."A toda prisa fueron a la cercana estación de tren. Pero el último tren también había partido ya. Mientras tanto, lo típico que suele suceder en este tipo de crisis: el móvil que se queda sin batería, la búsqueda de un sitio para recargarlo, la llamada a la madre para explicarle y tranquilizarla...Lo intentaron con Blablacar y cuando por fin reservaron una plaza para las ocho y media, se dieron cuenta de que era esa hora pero del día siguiente. Tocaba empezar de nuevo tras pedir disculpas al conductor. Ni siquiera cayó en la cuenta que su propio autobús ya se había marchado mientras ayudaba al chaval de los globos. Es lo que pasa cuando te vuelcas en los demás: tus preocupaciones se van al garete. Seguro que cualquiera que la conozca bromearía con ella sobre si estaba pensando en llevárselo a su casa, y buscar otra alternativa ya al día siguiente. Hay gente que es incapaz de dejar a su suerte a un ser desvalido, sea un gato, un perro o un desconocido con dos globos en un andén.Fue justo lo que barajaba en su cabeza cuando lo intentó con otra de las plataformas de compartir coche, Amovens, instalándose la aplicación, registrándose e iniciando a toda prisa la búsqueda de conductores, aunque fueran con destino a Córdoba. Y hasta allí, finalmente, sí que encontró uno. Introdujo sus propios datos para el pago del trayecto, y quedaron con el conductor al poco rato en el entorno de la estación. El chaval no paraba de repetir: "la que me va a caer, la que me va a caer". Una y mil veces. Como una y mil veces tuvo que deshacer el paso para recuperar alguno de sus globos atados a un palito. La escena parecía surrealista. Tan surrealista que él le preguntó si ella se dedicaba a eso: a ayudar a gente indefensa que había perdido su último autobús.Cuando por fin encontraron el coche reservado, el conductor y los otros dos ocupantes alucinaban con la escena. "¡Ah! ¿Qué es él el que viene? ¿Que es un desconocido al que no conoces de nada? ¿Que tú no vienes? ¿Pero entonces?" Las dudas quedaron resueltas por el chaval de los globos durante el trayecto. El conductor, viendo el panorama, también amable, accedió a desviarse hasta Montilla en su viaje a Córdoba. Y ella llegó casi en el último autobús del día a su casa, ya exhausta.Sin duda nadie le devolverá el importe del trayecto a Montilla del chaval de los dos globos. Tampoco el del billete del autobús que perdió por ayudarle. Ni tampoco el tiempo y las carreras que pasó durante esas tres horas de búsqueda desenfrenada de una solución. Probablemente ni la madre del chaval le agradezca el gesto, porque ¡a saber qué explicación le habrá dado el chico para reducir su castigo! Tan sólo un mensaje muy cariñoso del joven al día siguiente dando las gracias, confirmando el duro castigo, y mostrando su deseo de volver a verse para agradecerle su bello gesto. Eso sí, mucho más tranquilo, porque reconocía su histerismo de la noche anterior.A veces pensamos que cambiar el mundo va de grandes revoluciones. Y quizás va de gestos simples de bondad hacia un chaval con capacidades distintas que sostiene dos globos en un andén de una estación de autobuses.Me apasiona lo que dan de sí las conversaciones en los trayectos a Málaga cada mañana, compartiendo coche ...
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