Muchas veces queremos abarcar más de lo que es posible. Nos gusta estar ahí, hacer las cosas a nuestra manera y no dejar nada pendiente. Pero no se puede: pedir ayuda y decir que no son cosas que solo se aprenden con la experiencia
Soy de las que quiere estar en todo. Me encanta buscar a los chicos a la salida del colegio, llevarlos a sus actividades, leerles el cuento de las buenas noches y organizarles la pijamada en casa. También adoro trabajar, me completa, me apasiona y me genera un ingreso que disfruto. Claro que intentamos salir con mi marido, tener nuestros momentos románticos, en lo posible solos. La familia y los amigos forman una parte crucial en mi vida y me gusta darles el tiempo y la atención que merecen. Nuestra casa es nuestro hogar y nos apasiona cada rincón.
El equilibrio entre todo lo que me gusta hacer, lo que debo hacer y lo que querría hacer se puede tornar un tanto difícil por momentos. El tiempo físico no nos da para todo. Parece que las horas no se estiran por nuestra condición de madres. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en recorrer el camino hacia la desesperación total?
Aprendí con los años a decir la palabra no. Decir que no podemos o que no queremos, aceptar que algo puede quedar para mañana hace que cuando decimos la palabra sí sea de verdad. Mi marido, por ejemplo, me dice que si estoy agotada no me siga cansando al extremo, porque después no hay retorno. Si justo tus hijos te piden invitar a un amigo a casa el día que estás agotada porque tuviste un problema, es mejor responder que no, que se hace otro día.
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