Revista Cultura y Ocio

Dos poemas de Ana Rossetti

Por Stelmarch @Stelmarch

lunaNightingale

   “Cada palabra es una herida mortal,
Debo tener cuidado”.
Jorge Díaz


Noche, palabra mía henchida de sucesos. 
La aflicción, el vacío, la muerte, la tiniebla 
avivan en tus sílabas sus temores y ansiase 
Extenuado nombre, fatigada corola, 
para caer de ti como cansino pétalo, 
o hundirse en tus confines, abiertos, 
afilados, beso ardiente, última sensación, 
locura extrema. 
Noche, noche, amor mío, 
¿es que acaso me atreveré a saltar 
traspasada de ti hasta la muerte? 
Lengua: nupcial espada. 
Apenas te mencione, convocadas estrellas 
insistirán solícitas mostrando el desvarío 
de tus ojos vibrátiles. 
Oh noche, qué incitante, qué turbadora eres; 
madre y devoradora, acercas tu regazo, 
y cómo quiero huir, cómo desertar quiero 
de tus lágrimas ávidas, cómo intento esconderme 
de tus manos, oh noche, mi tristeza. 
Y quizá seas la única, la palabra final 
que todo amor explique. Y el estremecimiento. 
Y el magnífico instante que ni aun la memoria 
más fiel y enamorada consiente en repetir. 
Noche, tristeza mía, todavía es posible 
que te llame, y me abreve en el láudano amargo 
que destilan tus letras. Que a tu herida me entregue 
y a tu abismo, mi tristeza, mi noche, 
todavía es posible. 
Oh noche mía, acaso… acaso te amaría.

 Notas para un blues

Do
   lor por estar contigo en cada cosa. Por no dejar de estar contigo en cada cosa.
Por estar irremediablemente contigo en mí.

Re
   cordar que mis monedas no me permiten adquirir. Que
mi deseo no es tan poderoso como para taladrar blindajes,
ni mi atrevimiento tan hábil como para no hacer saltar la
alarma. Recordar que sólo debe mirar los escaparates.

Mi
edo por no llegar a ser, por ni siquiera conseguir estar.

Fa
   cilmente lo hacen: clavan sus espinas invisibles, abren la
puerta del temor, hacen que renieguen de mí misma cuando
menos se espera. Y ni siquiera saber cuántos han sacado copia
de mis llaves.

Sol
o he logrado el punzón de la pica, la lágrima del diamante
o los caprichos del trébol. Quizá no existan los corazones.
Quizá es que sea imposible elegir.

La
bios sellados, custodios del mejor guardado secreto, del recinto en donde las palabras reanudan
sus batallas silenciosas, sus pacientes y refinados ejercicios de rencor.

Si
crees que es paciencia, resignación, inmunidad o anestesia te
equivocas. Es que he procurado cortar todas las margaritas
para no tener que interrogarlas.


Dos poemas de Ana Rossetti


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