Revista América Latina

Dos proyectos históricos.

Publicado el 16 junio 2012 por Jmartoranoster
Posted on 16 junio, 2012 by

Reinaldo Iturriza López

Dos proyectos históricos. Dos proyectos históricos. Arriba: la copia. Abajo: el original. La clase política opositora, tanto los partidos reunidos en la Mesa de la Unidad Democrática como Primero Justicia, partido en el cual milita el ex gobernador Capriles, todos sin excepción, le tienen pavor al debate programático. Pero no porque no tengan un “proyecto de país”, sino precisamente porque lo tienen.

El problema es la naturaleza indiscutiblemente anti-nacional y anti-popular de su “proyecto”, y de allí los ingentes esfuerzos por ocultarlo.

Nunca como en esta oportunidad el candidato antichavista había sido tan reacio a la “confrontación” programática, y en esta actitud le acompaña, por supuesto, todo su equipo de campaña.

¿Por qué esta renuencia? La explicación es sencilla: persuadido de que para ganar unas elecciones presidenciales debe arrastrar primero a parte del voto chavista, el equipo de campaña del ex gobernador Capriles optó por vendernos la imagen de candidato “progre”, una suerte de Chávez en sus primeros tiempos, al que le interesa la gente, etc.

El antichavismo, es cierto, optó por la audacia política, pero terminó en un callejón sin salida.

La falla es de origen: en lugar de articular un discurso coherente y creíble a la base social de apoyo a la revolución bolivariana, continuó subestimándola. Asumió que bastaba con repetir unos cuantos clichés sobre el “progreso” o el “futuro”, y más recientemente con prometer la “continuidad” de las Misiones, para meterse a unos cuantos chavistas incautos en el bolsillo.

Por supuesto, no sucedió así. En nuestro país ya no se hace política con clichés. Quienes lo siguen intentando, tarde o temprano terminan con las tablas en la cabeza. El mismo destino corren quienes aparentan, en lugar de ser. Chávez no aparenta ser como el pueblo, sino que es.

Pero no digamos más. Que hagan su trabajo.

La renuencia a la “confrontación” programática resulta entonces de esta radical imposibilidad de ser lo que, sin embargo, se aparenta: un “nuevo” Chávez, un candidato “progresista” que, vaya ironía, no puede darse el lujo de reconocer que es el representante de los intereses de la clase a la que pertenece, y que todo su programa está concebido para velar por esos intereses, que son los de la oligarquía.

Dicho esto, es más fácil entender por qué frente a cada crítica sobre tal o cual

aspecto programático, el equipo de campaña de Capriles, y el mismo ex gobernador, responden automáticamente sentando posición contra las “ofensas” o “descalificaciones” personales.

La clave está en notar el desplazamiento: como se trata de no “confrontar” sobre el programa, hablemos de quienes no hacen más que “confrontar”, ofender o descalificar.

Poco importa si tal impostura es una verdadera ofensa a la inteligencia del pueblo venezolano. Una impostura tal sólo es posible entre quienes se creen más inteligentes que el promedio.

Son estas ínfulas de superioridad moral las que inspiran declaraciones como éstas: “El gobierno pretende colocarnos en un debate… que poco le interesa a la gente… Éste no es un debate de ofensas personales… El próximo Presidente le ha demostrado que hay que ser muy firme, pero no hay que estar ofendiendo a nadie…”. Fue lo que alcanzó a decir Armando Briquet (el mismo que, en febrero pasado, reconoció que planeaban aplicar medidas del Fondo Monetario Internacional, en caso de triunfar el 7O), este jueves 14 de junio, en respuesta a las “críticas sobre el plan de gobierno de Capriles“, según titula Noticias 24.

Ya que andan en una de parecerse a Chávez, esta muletilla sobre las “ofensas personales” vendría a ser el equivalente afectado y sifrino del “Águila no caza moscas” que los atormenta desde hace años. “Éste no es un debate de ofensas personales” quiere decir realmente: «Yo no tengo nada que discutir con ustedes, manga de ignorantes chavistas, mucho menos sobre mi programa de gobierno, que ni siquiera van a entender».

No está de más recordar qué palabras deben ser traducidas, según Capriles, Briquet y compañía, como “ofensas personales”:

“Todo lo que yo estoy planteándoles aquí tiene su… reverso, su otra cara pues. ¿Cuál es la otra cara del proyecto de independencia? El majunchismo. El proyecto de ellos es acabar con la independencia y volver a instalar en Venezuela el coloniaje… Eso es lo que ellos pretenden de verdad. Si vamos a hablar del segundo objetivo histórico, planteo continuar construyendo el sistema socialista del siglo veintiuno en Venezuela… profundamente democrático, transfiriéndole más poder al pueblo… socialismo en lo político y en lo económico. ¿Cuál es el proyecto de ellos? Lo contrario. El proyecto del majunchismo es el capitalismo, que nos llevaría a un verdadero caos, mucho mayor del que ya hemos vivido, nos llevaría a una verdadera hecatombe política, social y económica. El capitalismo está fracasado y está acabando con medio mundo… Ellos plantean el control del petróleo por un ente distinto al gobierno. Es decir, la privatización… Lo poco que dicen por ahí: devolverles las tierras a los latifundistas, privatizar de nuevo las empresas nacionalizadas, darles facilidades a la inversión internacional, etc… Es la otra cara de nuestra propuesta. Por eso aquí hay dos propuestas que son… antípodas. La nuestra es la de la patria, y la del majunchismo es la contra-patria, la anti-patria, la no-patria, y ese proyecto de la no-patria será barrido por el proyecto patriótico, revolucionario y bolivariano“.

Estas palabras, dichas por el comandante Chávez el lunes 11 de junio en la Plaza Diego Ibarra, no tienen una pizca de “ofensas personales”. De hecho, es todo lo contrario: para politizarlo, “despersonaliza” el debate, en el sentido de que no se refiere a personas, sino a proyectos históricos. Chávez no ofende a nadie: se limita a llamar a las cosas por su nombre.

Llamar a las cosas por su nombre exige coraje. Quienes mueven los hilos de la candidatura de Capriles no la tienen. Es un hecho. Pero tienen una insaciable sed de venganza. Por eso disimulan, y aparentan ser unos muchachos buenazos y pacíficos que nunca se meten con nadie, que jamás ganaron una pelea en la escuela, victimizados permanente por un Chávez entregado al aplique sistemático (bullying, en inglés).

Nos creen pendejos.

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