Revista Comunicación
Dos semanas después, Willy Toledo quiere zanjar la polémica.
Publicado el 17 marzo 2010 por SantiagomiroEl actor Willy Toledo escribía ayer para ELMUNDO.ES un texto en el que argumenta su posición sobre Orlando Zapata y los derechos humanos en Cuba y España. “La enorme relevancia pública que han adquirido unas breves palabras pronunciadas por mí el pasado 2 de marzo, en el marco de una actividad cultural ajena a la cuestión que allí me fue planteada, su desmesurada propagación, su equivocado tratamiento por ciertos medios y el ulterior desarrollo de los acontecimientos, convierten en necesaria una explicación más templada, más serena, sobre el significado de tales declaraciones y, sobre todo, de la intención con que fueron vertidas.
“Vaya por delante, mi profundo disgusto, mi enorme pesar porque las valoraciones que realicé acerca de don Orlando Zapata, fallecido en una prisión cubana como consecuencia de una huelga de hambre emprendida contra el Gobierno de Cuba, puedan haber sido interpretadas a modo de ataque personal hacia la memoria del señor.Zapata, hacia sus opiniones o hacia su reputación. No fue ésa mi intención. Si, pese a ello, así se hubiere recibido y asumido, lo lamento y pido, nuevamente, disculpas a su familia y allegados.
“Quienes me conocen saben de mi trayectoria personal comprometida con la defensa e implantación de los derechos humanos en todo el mundo. Desde tales posiciones y convicciones, pienso sinceramente que, en nuestra sociedad occidental, existe una lamentable incomprensión acerca de la realidad latinoamericana en general y de la cubana, en particular, que conduce a utilizar –en particular con Cuba– un doble rasero a la hora de examinar y valorar sus hazañas y sus miserias. A Cuba le imparten clases de derechos humanos los mismos que planean y ejecutan ‘guerras preventivas’; le exigen respeto a las garantías penales y procesales quienes miran a otro lado cuando se menciona Abu Grahib o Bagram, quienes crean y mantienen Guantánamo o le dan carta de naturaleza, consintiendo que vuelos secretos con personas secuestradas hagan escala en su territorio o acogiendo en su sistema penitenciario a sus ‘presos’. A esa isla, con una trayectoria antigua y ejemplar en su defensa contra los distintos intentos de potencias extranjeras de expoliar sus recursos y su dignidad, condenada a sobrevivir en soledad, se le recrimina su pobreza, mientras se mantiene un bloqueo económico asfixiante.
“Un bloqueo que no es sino una forma de intervención en sus asuntos internos porque genera –y bien lo saben quienes lo propician– dolor y descontento en los ciudadanos, y potencia la burocratización y el anquilosamiento en sus estructuras de poder. De Cuba se pretende, en fin, que acepte las reglas de la democracia formal en un contexto geopolítico que inexorablemente las transforma en retórica hueca, en coartada para las injusticias y la corrupción.
“En estos días se me viene reprochando –en términos hasta injuriosos– haber denunciado la escasa calidad democrática de muchas de nuestras instituciones y prácticas públicas. También en esta materia mis razones, por desgracia, no son sólo mías.
“Si atendiéramos con más interés los recientes informes de Amnistía Internacional sobre el estado de los derechos humanos en España, como el hecho público en noviembre de 2009 [‘Sal en la herida: la impunidad efectiva de agentes de policía en casos de tortura y otros malos tratos’], sabríamos que las denuncias contra agentes de las fuerzas policiales nacionales, autonómicas y locales de toda España encargados de hacer cumplir la ley están contrastadas y documentadas.
Willy Toledo continúa hablando de la Amnistía Internacional, de los informes sobre la tortura en España y de otras cuestiones. Y termina:
“Hasta aquí algunas de mis razones, sobre las que sostengo mis pensamientos y en las que apoyo mis opiniones. Porque así han de ser valoradas mis recientes palabras, como juicios subjetivos, como valoraciones personales de mi entorno, expresadas tal vez sin demasiada destreza. Sólo soy un ciudadano, un actor en el ejercicio de un derecho que me asiste y que va más allá del derecho a la libertad de expresión, un derecho más íntimo: el de vivir en armonía con mis convicciones. Intuyo que lo desproporcionado de la reacción a mis palabras se sustenta no en el hecho de la realidad de las opiniones expresadas, pues hay, como hemos visto, estudios de sobra contrastados y públicamente denunciados, sino en la inquietud que genera que esa misma realidad, expresada en libertad por un personaje conocido, anime algo más al personal a ponerse a investigar. Y eso les lleve a hacerse la misma pregunta que me hago yo, que se hacen tantos: ¿es esto una democracia real? ¿De verdad tenemos tantas lecciones que dar?”.
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