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Tiempo de lectura: 8 minutosConocemos a piratas famosos como el ingles Sir Francis Drake o el francés François Le Clerq, más conocido como Pata de Palo, pero sabemos muy poco de nuestros propios corsarios. Conozcamos al menos a dos de ellos en diferentes tiempos.
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El corsario Pedro Menéndez de Avilés
Pedro Menéndez era asturiano y noble de origen aunque venido a menos. Nació en 1519. Tenia 19 hermanos y nada que heredar, así que dispuesto a crearse su propio futuro, a los catorce años comenzó su carrera de marino como humilde grumete en un barco militar. Pero era inteligente y emprendedor y con 19 años se pudo comprar su primer barco: un pequeño patache con el que se dedicó a la piratería con bastante buena fortuna.
Un pirata no es lo mismo que un corsario aunque hoy en día se confundan ambos conceptos. Un pirata actuaba por su cuenta, atacaba a cuanto barco se pusiera en su ruta y nadie le protegía. Si caían en manos de la justicia lo más probable es que acabara ahorcado con toda su tripulación. Un corsario tenía que adquirir la “Patente de Corso” de su rey y podía atacar a cualquier navío siempre que fuera extranjero sin tener por ello que responder legalmente ante la justicia.
La valentía del joven Pedro Menéndez se hizo famosa cuando con sólo veinte años capturó a dos naves francesas que acababan de atrapar un barco español y liberó a toda la tripulación. Esto hizo que el emperador Maximiliano lo tomara a su servicio para luchar contra el pirata Alphonse de Saintonge. Tras un enfrentamiento Pedro lo venció y ejecutó allí mismo además de recuperar para el emperador cinco barcos que el pirata había capturado. Después se refugió en las islas Canarias, donde recalaban muchas veces piratas y corsarios.
Carlos V también se fijó en él y determinó aprovechar su valentía para proteger los barcos que cargados de oro y plata volvían de América y le concedió la primera “Patente de Corso” oficial de España. Podía atacar impunemente cualquier barco siempre que no perteneciese a la Corona Española.
Su hijo, Felipe II, al llegar al poder, siguió confiando en él tanto o más que su padre. Cuando la flota española, compuesta de 70 barcos que transportaban unos 4.000 nobles, se dirigió al puerto de Southampton llevando al rey Felipe para su boda con María Tudor, la reina de Inglaterra, Pedro le acompañó. Y una vez que los festejos acabaron, Pedro fue el encargado de volver a España e informar a la princesa Juana de cómo se había desarrollado la ceremonia. Que Pedro fuera el encargado de aquella misión habiendo tantos nobles alrededor del rey, dejaba bien claro la confianza de Felipe en su capitán de navío.
El siguiente cargo que el rey le concedió fue el de Capitán general de la Armada y de las flotas de la Indias. No sólo le encargo el rey proteger a los barcos españoles, de la avaricia de los corsarios franceses e ingleses, además, como firme y devoto católico, recibió el encargo de:
“eliminar a todos los protestantes que hubieran huido de Europa y encontrado refugio en las Indias”
Pedro cumplió las ordenes del rey a rajatabla, luchó con éxito contra el corsario Pata de Palo que había saqueado Santiago de Cuba, La Española y Santa Cruz de la Palma y le hizo huir.
Algunos hugonotes franceses, por orden de Gaspar de Coligny, se habían refugiado en tierras americanas y fundado la ciudad de Fort Caroline. Pero el retraso de las naves francesas que debían traer el trigo a la ciudad y la hambruna que se desencadenó, obligaron a los franceses a convertirse en piratas y a atacar galeones españoles para poder sobrevivir.
Como venganza el rey mandó a Pedro Menéndez a conquistar el fuerte francés, Fort Caroline fue destruido totalmente y sobre el mismo solar se construyó la ciudad de San Agustín de la Florida. Fue la primera ciudad europea en suelo americano.
Pero todavía quedaba otra pequeña población de hugonotes a unos 65 kilómetros del fuerte. a los españoles. Estaba compuesta por pacíficos ciudadanos franceses pero que para su desgracia habían abrazado la religión protestante y por lo tanto eran enemigos del católico rey español. Pedro recibió la orden de exterminarlos y hombres, mujeres y niños fueron pasados a cuchillo. Los pocos que pudieron huir a los bosques cercanos fueron exterminados por los indios fieles a los españoles
Esta medida, que hoy en día consideraríamos cruel, era frecuente en ambos bandos en las guerras de religión. El sueño de Coligny de llevar el protestantismo a América tardó mucho tiempo en realizarse y no fue de mano de los franceses, sino a los ingleses. Pedro murió en San Agustín, en una epidemia de tifus. Tenía sólo 55 años. Su tumba está en Santander. Nunca se casó ni tuvo hijos reconocidos.
El corsario Amaro Pargo
El caso de Amaro Pargo es todavía más novelesco Nació un siglo y medio después de Pedro y para entonces la dinastía de los Austria había desaparecido y en España reinaba un Borbón: Felipe V. Amaro Rodríguez Felipe y Tejera Machado, más conocido como Amaro Pargo, era canario y había nacido, en 1678 en San Cristóbal de La Laguna. Tuvo siete hermanos y las relaciones entre ellos fueron fraternales.
Fue corsario, prestamista y comerciante. Era educado, de rasgos finos y delicados, vestía como un caballero y muy religioso y generoso con los pobres y con la iglesia a los que regaló buena parte de su fortuna. Este retrato puede definir perfectamente a un rico comerciante, pero estaría totalmente reñido con su duro trabajo de corsario en la que la vida humana no valía nada.
Sus padres eran burgueses y no sólo poseían bienes y tierras, además toda la familia comerciaba con productos de ultramar , así que no fue nada extraño que Amaro se dedicara al comercio lo mismo que su hermano José. El siglo XVIII marcó la edad de oro de la piratería. Inglaterra, España, Francia, Portugal y Holanda pugnaban por dominar el comercio de las Indias que tanto dinero producía.
Amaro fue dueño y capitán de las fragatas Ave María y Las Ánimas que hacían la ruta de Canarias a La Habana. Durante dos años transportó vino y tejidos de Canarias a La Habana de donde volvía cargado de cacao y otros productos indianos. Amasó así una inmensa fortuna que invirtió en Canarias. Compró tierras y viñedos, sobre todo para elaborar el apreciado vino de Malvasía que luego exportaba a las Indias.
Se había hecho partidario fiel de Felipe V y eso que le facilitó el acceso a la Patente de Corso que el rey le concedió. Amaro siempre tuvo un buen entendimiento con los pequeños piratas canarios a los que protegía y a cambio obtenía información importante sobre barcos enemigos que se escondían muchas veces en los roquedales de las islas.
Más tarde la Compañía de Honduras le nombró capitán de la nave Nuestra Señora de la Concepción con destino a Caracas. Allí tuvo algunos problemas con el gobernador que quería registrar la carga de su barco. Amaro se opuso a aquel registro aduciendo que sólo transportaba cacao y apeló al rey, quien le dio la razón. El barco de Amaro no se registró, pero quizás el gobernador tenía sus razones para querer hacerlo y aquel barco llevara de vez en cuando otra carga más valiosa que el cacao.
Porque la leyenda de que Amaro había escondido en la isla un gran tesoro de oro y plata, joyas y perlas, llevó a que a su muerte su casa fuera prácticamente desmontada piedra a piedra y que todas las cavernas de la isla fueran registradas, aunque aquel tesoro jamás se encontró.
Obtuvo del rey por sus méritos el permiso de vender los barcos que apresaba como corsario, sobre todo barcos ingleses. Eso contribuyó a aumentar todavía más su fortuna . Más tarde el rey le otorgó un certificado de nobleza y armas. El Pargo jamás fue atrapado por sus enemigos, quizás de ahí viene su apodo, porque era veloz, inteligente y escurridizo como ese pez canario. Amaro no se casó pero tuvo al menos dos hijos bastardos e innumerables aventuras románticas, tanto en América como en Canarias.
Pero lo mas curioso de su vida fue su amistad con “ la siervita”, monja de clausura dominica a la que todos tenían por santa. “La siervita” se llamaba Sor María de Jesús y llevaba una vida muy ascética y llena de mortificaciones en su convento de San Cristóbal de La Laguna que incluían ayunos, flagelaciones y cargar con una pesada cruz por los jardines de su convento.
Como era muy del gusto de la religiosidad bastante fanática de aquel siglo, a “la siervita” se le atribuían poderes de telequinesia, levitación, entraba en éxtasis ,predecía el futuro (profetizó un diluvio y una nueva erupción del Teide) y tenía el don de la ubicuidad. De todos estos dones divinos eran testigos sus compañeras del convento. También tenía el estigma de la lanza de Jesús en el costado
El mismo Amaro aseguraba haber presenciado un milagro. Una vez que un pirata turco estuvo a punto de apuñalarle en Cuba, “la siervita” se interpuso entre él y el puñal y le salvó la vida milagrosamente. Aunque claro esta, las monjas aseguraban que nunca había salido del convento.
A su muerte, Amaro pagó su sarcófago y se quedó tan conmocionado que se retiró durante un tiempo de la vida pública. Su confianza en ella era tanta que podía visitarla en su celda de clausura aunque eso estaba rigurosamente prohibido y a menudo le consultaba sus decisiones.
Una leyenda isleña aseguraba que Amaro se había enamorado de ella, pero eso no deja de ser eso, una leyenda: la monja tenía treinta y cinco años más que él. Cuando tres años después de su muerte, su cuerpo apareció incorrupto, los rumores de santidad aumentaron, pero hasta el presente la Iglesia ha declinado pronunciarse en ningún sentido.
Amaro en vida contribuyó muchas veces al mantenimiento de iglesias y conventos y se preocupó de ayudar a la gente necesitada y a los presos sin recursos, su generosidad era bien conocida entre los pobres de San Cristóbal de la Laguna. A su muerte dejó el dinero a su familia y a “gente de su confianza” y creó patronatos, mayorazgos y capitanías para que se cuidaran del dinero que dejaba a los necesitados de la ciudad. Posiblemente también intervendría en el trafico de esclavos porque su criado de mayor confianza era un esclavo negro al que enterraron en la misma tumba que él, algo más bien extraño para la época.
Su losa, en la Capilla de San Vicente, luce una calavera con dos tibias cruzadas y la gente confunde esa calavera con la bandera pirata, pero nada más lejos de la realidad: fue la iglesia la cambió el símbolo de la cruz por la calavera y las tibias cruzadas porque se consideraba una falta de respeto pisar la cruz, y esa misma calavera aparece en múltiples losas de obispos y religiosos. Reconozcamos como mínimo que nuestros dos piratas eran muy diferentes de sus contemporáneos franceses o ingleses.
Autor: Nissim de Alonso para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
- EL PAIS. EL PIRATA ASTURIANO QUE DERROTÓ A PATA DE PALO –
- WIKIPEDIA. SAN AGUSTIN.
- WIKIPEDIA . AMARO PARGO.
- TENERIFE ORG. SOR MARIA DE JESÚS Y EL CORSARIO AMARO PARGO.
- RINCÓN DE PEREZ REVERTE. PEDRO MENENDEZ DE AVILÉS.
La entrada Dos singulares corsarios españoles: Amaro Pargo y Pedro Menéndez de Avilés se publicó primero en Revista de Historia.