Jueves 31 de marzo, 20:00 horas. Mieres, Salón de Actos Casa de la Música: Ciclo Jóvenes Intérpretes. Obras de Brahms y Shostakovich.
Los Conservatorios además de formar músicos también educan al público, y no me canso de repetir que la música de cámara es la base de todos. Me da pena haber perdido la Filarmónica de Mieres (antes incluida dentro del Centro Cultural y Deportivo Mierense) y en la Casa de Cultura no abundan los conciertos de música clásica, así como escasos los que nos llegan vía CajAstur.
Pero el Conservatorio y Escuela Municipal de Música de mi pueblo sigue organizando veladas para y con alumnos, lo que supone un excelente rodaje para todos, entre los que me incluyo. Y finalizando mes nos visitaban cuatro jóvenes intérpretes que tienen un sólido bagaje concertístico mientras continúan sus estudios superiores en el CONSMUPA, de los que intentaré resumir su amplio currículo:
La pianista valdesana Amanda Pérez Riesgo (1988), acompañante de la Coral "Villa Blanca" de Luarca, antigua alumna de grandes pianistas como Amador Fernández Iglesias, Josep Colom, Miguel Ituarte, y cómo no, del matrimonio Mª Teresa Pérez Hernández y Francisco Jaime Pantín con quien cursa 4º del Grado Superior en Oviedo.
El clarinetista lucense Carlos Timiraos Timiraos (1985), antiguo alumno de José Luis Turina y Josep Fúster y actualmente en la capital del Principado donde estudia el último curso con la candasina Rocío Fernández Garín.
La violinista ribarrojana Clara Badia Campos, con amplísima formación y experiencia en distintas orquestas de jóvenes (desde el 2010 está en la JONDE) llegando a actuar de solista en Las Cuatro Estaciones de Vivaldi con Manuel Galduf a la batuta y compartiendo programa con el violinista de Il Giardino Armonico Irvine Arditti, sin olvidar su paso por el Cuarteto "La Bohéme" entre otras. Además de estar cursando 4º grado superior con Alexei Mijlin (Virtuoso de Moscú) es miembro de la Orquesta Clásica de Asturias que dirige mi admirado Daniel Sánchez Velasco.
Finalmente la chelista oscense Leire Antoñanzas Adrián, ex-alumna de Eduardo González López y de formar parte de la Orquesta Sinfónica de Monzón, se viene a Asturias para la concentración que la Joven Orquesta Internacional Oviedo Filarmonía dirigida por el maestro austriaco Haider, siendo seleccionada para la JOSPA con Mauro Rossi de director invitado, y aquí "se quedó con nosotros", cursando actualmente 4º de Grado Superior con Antonio Peña compaginándolo con la Academia de Estudios Orquestales Barenboim-Said de Sevilla con la profesora norteamericana Elena Cheah.
Y con estos mimbres se tejieron los dos tríos que pudimos escuchar, primero el Trío para clarinete, cello y piano en La m. Op. 114 de Brahms, romanticismo en estado puro y exigente para los protagonistas, donde brilló el clarinete por su excelente sonoridad (técnica se le supone) y un piano lleno de matices, con perfecta compenetración entre todos, siempre recordando que aún son estudiantes. Difícil elección de los cuatro movimientos (Allegro, Adagio, Andantino gracioso y Allegro), quedándome con el tercero por añadir un plus interpretativo más allá de la difícil ejecución exigida en la partitura.
Más difícil en todos los sentidos, pero siempre necesario el repertorio del siglo XX, el Trío para violín, cello y piano, Op. 67 de Shostakovich exige mucha tensión e implicación, así como horas de estudio individual y ensayos concienzudos, lo que se notó en los cuatro movimientos que exprimen todos los recursos de los tres instrumentos, con rítmicas y dinámicas virtuosísticas.
(NOTA: Los enlaces que dejo a continuación de los cuatro movimientos, son de un trío de lujo: Guidon Kremer, Mischa Maiski y Martha Argerich, casi nada...).
Mi más cordial enhorabuena a las tres intérpretes por el resultado logrado, desde el I. Andante - Moderato que puso las cartas boca arriba con ese inicio en los armónicos del cello seguido del violín y sumándose el piano, un II. Allegro con brio vibrante, perfectamente encajado, un III. Largo que el piano ambientó plenamente orgánico para compartir las tres señoritas momentos de auténtico lirismo, y ese IV. Allegretto desafiante técnicamente, endiablado de encajar, con ese poso de música kaddish que nos transmitió la alegría desbordante del escenario a las butacas, y con tantos recuerdos de la música compuesta por otro grande de nuestros días, John Williams, para "El violinista en el tejado" (1971) que me hizo salir tarareando "Si yo fuera rico...".