Nació en 976 en Querfurt, en una noble familia, sus padre, Bruno e Ida eran conocidos por su piedad y caridad. Estudió en la escuela de la catedral de Magdeburg, donde se formó en letras, ciencias y piedad. Uno de sus compañeros, Thietmar de Merseburg, le describe como un chico aplicado y muy amigo de la oración. En 995 fue nombrado canónigo del santuario de San Mauricio (22 de septiembre) en Magdeburg, donde enseguida destacó por su sencilleza, amor a la pobreza y su caridad, más que algunos de los clérigos que conformaban el Capítulo, siendo él laico. El mundo le sonreía a Bruno, quien no pensaba dedicarse a la carrera eclesiástica, pero un acontecimiento dramático cambió su vida.
En 997 fue martirizado San Adalberto de Praga (23 de abril) y el emperador Otón III quiso que Bruno estuviera a su lado como confesor y para servirle de consejero. Así que fue ordenado presbítero. Acompañó al monarca a Italia, donde estuvo inmerso en asuntos del mundo y la política, de la cual quedó totalmente decepcionado. Por ello, mientras estaba en Italia, se retiró al monasterio del Aventino, donde entre oración y penitencia decidió servir absolutamente a Dios.
En 998 conoció al célebre monje San Romualdo (19 de junio), quien le mostró la nueva forma de vida monástica que había iniciado en la Camaldula, recordando a los Padres de Desierto, en silencio, soledad y trabajo manual. Bruno se enamoró de aquel estilo de vida y tomó el hábito camaldulense en Rávena en 1001, tomando el nombre de Bonifacio en honor al célebre mártir y misionero San Bonifacio (5 de junio). San Pedro Damiani (21 de febrero), que escribió sobre Bruno, narra que este pronto aventajó a los demás monjes en obediencia, austeridad y oración. Sin embargo, la vocación monástica no era para nuestro santo, quien en 1002 abandonó la vida camaldulense para ser apóstol. Leyendas nos hablan de una aparición de San Adalberto, llamándole a sucederle, pero es eso, leyenda.
Así que hallamos a Bonifacio, ahora Bruno de nuevo, en la corte imperial otra vez, aplicado al estudio de las lenguas eslavas para predicarles el Evangelio a estos. Ese mismo año murió el emperador en Paterno, en un castillo en las montañas y Bruno acompañó el cortejo fúnebre desde este lugar hasta Aquisgrán. Este hecho le sirvió, una vez más, para contrastar la poca validez de la vanidad del mundo frente a la causa del Evangelio. Una vez "libre" del emperador, Bruno viajó descalzo, mendigando y predicando a Roma, para pedir la bendición del papa Silvestre II, quien le confirmó en su deseo de evangelizar a los eslavos, y para ello le consagró obispo y, más aún, le colocó el palio arzobispal, dándole plenos poderes para erigir iglesias y organizar la evangelización como quisiera. Bruno tenía tan solo 28 años.
Bruno predicó en Hungría y Rusia, donde confirmó en la fe católica a numerosos católicos y convirtió del paganismo a tantos otros. De allí partió a Prusia, donde había dado su vida su modelo a seguir, Adalberto. Bautizó a Nethimer, rey de los prusianos, y a 300 principales del imperio. Sin embargo, el hermano del rey se negaba a aceptar el cristianismo, y prohibió a Bruno predicar en sus territorios. Bruno y 18 monjes que le acompañaban no atendieron a esta prohibición y apenas cruzaron las "tierras prohibidas", fueron capturados y decapitados en Masuren, entre el 14 de febrero y el 9 de marzo de 1009.
A 9 de marzo además se celebra a
San Gregorio de Nisa, obispo.
San Bosa de York, obispo.