En el mar de series audiovisuales en el que navego últimamente hay pocas con las que realmente disfruto y confío ciegamente. Downton Abbey es una de ellas desde la primera temporada que se colocó en los primeros puestos. Siendo una serie inglesa estaba claro que la ambientación sería un personaje más dentro de la trama y con el paso de las temporadas no han hecho más que sorprenderme, lo mismo puedo decir de la trama y de los personajes, con mención especial a la B.S.O, lo que da como resultado una serie magnífica. Estoy enamorada de esta serie.
Recuerdo, cuando escribí la reseña de la primera y segunda temporada y cuando anuncié el pronto estreno de la tercera, que comenté lo mucho que me había llegado la serie, sobre todo la segunda temporada por la intensidad con la que la viví. Esta última temporada no ha estado al mismo nivel que las anteriores por tener un ritmo algo más irregular, sin embargo, los momentos álgidos han estado más presentes que nunca.
Si aún no habéis visto ningún capítulo, es mejor que os detengáis aquí, que si queréis, leáis mi entrada sobre las dos primeras temporadas porque quiero acabar de convenceros. Si por el contrario las habéis visto pero aún no os habéis atrevido con esta última seguid leyendo un poco más.
La madre de Cora llega a Downton para la boda de Matthew y Mary, pero la relación de la pareja está bajo presión y hay dudas sobre si realmente llegarán al altar. Mientras, Alfred es un nuevo lacayo que llegará a Downton y se esforzará por cumplir las altas exigencias de Carson, además de estar bajo la atenta mirada de su tía O'Brien. Y una impactante noticia hace que Robert arraigue preocupaciones financieras en una escala sin precedentes. ¿Podría llegar a perder Downton?
Fuente: El cajón desastre
He decidido poner sólo el argumento del primer capítulo de la tercera temporada porque contar más sería sacrilegio para los que aún no la habéis visto. Los años veinte interrumpen con fuerza, sobre todo, con la llegada de la familia de Cora Crawley para el enlace de Matthew y Mary. Una familia que me ha sorprendido porque se nota muchísimo las diferencias entre ambas. Los british tan rectos y los americanos sin pelos en la lengua. Con su llegada llegan los cambios a Downton. Los tiempos posteriores de una guerra son años de evolución, y en esta temporada es algo que se ha notado muy claramente. Ya no sólo por la vestimenta de los personajes, ni por la evolución tecnológica, sino por la mentalidad de los personajes y de las mujeres en particular. Después de lo visto, ansío que los años avancen para ver como la familia, y sobre todo las hermanas Crawley, se van adaptando a ellos. Por ahora, mi mirada está puesta en Edith y Brandson porque creo que son unos personajes que va a dar mucho juego en este aspecto.
Como ya he comentado más arriba y de una manera más general, el ritmo ha sido bastante irregular. No quiero decir que haya habido capítulos lentos y aburridos, para nada. Sin embargo, ha habido algunos momentos de gran importancia que han eclipsado al resto, y otros que han pasado en un visto y no visto. Por ejemplo, la boda de Mary y Matthew, me la esperaba mucho más intensa y es algo que apenas se vio. Los personajes han estado al nivel apropiado y algunos que antes no eran mis favoritos ahora lo son, como por ejemplo Tom Brandson y su relación con Sybil. Si ya era una pareja que me gustaba, en esta tercera temporada Brandson me ha encandilado más. También me ha gustado la importancia que le han otorgado a Bates y Anna. Lo único que sabíamos es que Bates finalmente iba a ser encarcelado así que en esta temporada se ha visto la estancia y cómo Anna intentaba por todos los medios encontrar pruebas para que lo absolvieran. Éste es uno de los aspectos que más me gusta de la serie, que no resaltan más la clase alta ni la baja, sino que se las trata como iguales en cuanto al peso de la trama.
Y nos acercamos a lo más importante –para mí- de toda la temporada: el final. Un final agridulce, emotivo e intensísimo que me dejó con el corazón en la garganta. Un final que no todo el mundo le gustará pero, sin duda, no deja a nadie indiferente. Downton Abbey es una de esas series que vives, que hace que te sientas parte de sus protagonistas, hasta el punto en que los acontecimientos te llegan a lo más hondo. Sin duda, con todo lo que ha pasado, los habitantes de Downton ya no volverán a ser los mismos, ni nosotros.
Si no habéis visto la tercera temporada, dejad de leer a partir de aquí, porque servidora necesita desahogarse y los spoilers van a estar muy presentes. Allá voy. Si decía que la segunda nos dejaba sin corazón, en ésta me lo han destrozado de principio a fin. Ya no sólo por el desplante de la pobre Edith, sino por la muerte de Sybill. No me lo esperaba y fue tan trágica que tardé en recuperarme. En cuanto al final, he decir que ya sabía que Dan Stevens abandonaba la serie, así que me imaginaba cómo podía acabar, pero de todos modos fue demasiado doloroso al estar situado en un punto tan feliz como es el nacimiento de un hijo, todo el capítulo lleno de momentos tan bonitos y especiales y va y ocurre en los últimos minutos de la serie. Estoy muy enfadada con el actor por haber dejado la serie así, y me duele lo que han hecho. Lo comprendo, pero no lo puedo evitar. Tendré que olvidar esa parte y concentrarme en el resto de los personajes para ver la cuarta temporada. Igualmente dolerá.