Hace unos días estaba conversando con mi mejor amiga sobre lo delicado que es aconsejar a la personas. Independiente de que uno sea psicólogo de profesión o se tenga más experiencia, todo tiene que ver con el proceso personal de cada uno. Generalmente las mujeres nos damos de terapeutas magistrales y creemos saber la solución de los puzles de la vida, pero hay varios puntos que olvidamos, como que puede irritar o herir a la persona porque puede pensar que te lo estás tomando a la ligera o que te estás metiendo en su vida.
Llorar tranquila
Luego de la conversación con Javiera esa tarde, tuve un par de impasses. Uno es que un amigo me empezó a señalar que las cosas que hago con mi vida, como borrar la cuenta de Facebook, me podría traer serias consecuencias, que las cosas no se hacían así. De modo que, regresé a la reflexión sobre los aportes que por muy bien intencionados, a veces no son del todo plausibles, ya que hay emociones personales de quien las emite porque puede verse reflejado con él un deseo de hacer lo mismo o que ya lo realizó y no resultó. Se debe ser honesto y lo que es bueno o malo para uno, puede ser lo contrario para el otro.
Por eso antes de aconsejar debemos escuchar con atención, porque quizás solamente necesiten desahogarse -si fue una pelea con el novio, un grito o lagrimón nunca están de más- o tener más detalles sobre la situación. Además antes de decir el famoso: ''Yo creo'', corresponde que preguntemos si ya tiene algo pensando sobre cómo solucionar su problema y si no ve el camino lo mejor es hacer preguntas ya que solamente él o ella son los mejores para saber en la posición en la que están y lo que les conviene.
Un abrazo o gesto de cariño vale más que mil palabras, ¿o no?
Ante todo recordar que tenemos límites y que no somos expertos, siempre habrá alguien con mayor conocimiento o experiencia y que al final las personas siempre siguen sus propios instintos y debemos aceptar las decisiones por mucho que no nos gusten.