Dra. Flor Gomero Castillo
Llegué por primera vez al Hospital Guillermo Almenara iniciándose el mes de mayo de 1997. Era residente de anestesiología de tercer año, del Hospital Nacional del Sur IPSS, Arequipa. Llegaba al HNGAI para rotar en anestesia pediátrica los meses de mayo y junio. Entusiasmo y temor se confundían en mi. Estaba en el mejor hospital del Perú e iba a codearme con los mejores especialistas, con los mejores cirujanos, con los mejores anestesiólogos. Almenara, la mejor escuela de anestesiología del país, sin duda alguna.Hospital Nacional del Sur IPSS, Arequipa
También tenían que estar los mejores residentes. Colegas con un nivel en anestesiología muy superior al mío. Efectivamente, ahí estaban de R3 Flor Arrese, actual autoridad en neuroanestesia, y Leonardo Vela, también autoridad actual en anestesia para cirugía de tórax. Grandes colegas, grandes amigos.Hospital Guillermo Almenara Irigoyen
De los R2 (que para mi eran como R3, por su gran nivel en la especialidad), Florcita Gomero era una colega especial: muy dulce, calma, pero extremadamente sobria y competente al manejar pacientes de cirugía pediátrica, en sala de operaciones del Almenara. Nada egoísta al cederme las intubaciones y el manejo de delicados niños, ante la atónita mirada de algún asistente, que no sabía qué tal era en anestesia, a ciencia cierta, ese residente "provinciano". Nos convertimos en grandes amigos.Pasó el tiempo. Fui muy afortunado en ingresar a trabajar, como médico anestesiólogo asistente, al Almenara. No olvido a quienes me apoyaron. Mi gratitud será eterna. ¡Qué pena que el destino convierta a camaradas en rivales!
Dra. Flor Gomero e hijo
Poco después Florcita ingresaba también como asistente. Al Servicio de Recuperación. Era un alivio dejar ahí mis pacientes cuando Florcita estaba de turno. Siempre dulce, siempre competente, muy colaboradora. Muy dispuesta, con sonrisa incluida, a subsanar cualquier falla de uno en el manejo anestésico en sala. Muy sobria al comentar cualquier aspecto a considerar en pacientes futuros. Y era muy simpático acercarme a conversar y a tomar café con ella, en Recuperación, en cualquier momento libre.Y así pasó el tiempo. Se anunció la realización del primer Trasplante Hepático en el Perú, en el Hospital Almenara. El maestro Dr. Julio Paredes comandaría el equipo de anestesia en ese magno evento. La pregunta era ¿quiénes lo acompañarían? ¿Cómo no querer participar en tan colosal acontecimiento? ¿Cómo no querer formar parte de la historia? ¿Cómo no querer ser inmortal?
Pronto surgió la respuesta. Acompañarían al Dr. Paredes las Dras. Soraya Oyanguren Miranda y Flor Gomero Castillo. Una sana envidia me invadió. Ni qué hacer. Son los mejores pues, don Julio, Soraya y Flor.
Desde los pasillos de Centro Quirúrgico se podía apreciar la gran faena de los tres extraordinarios colegas. En particular Florcita. Se pasó ahí, en quirófano, como dieciséis horas trabajando, sacrificando su bienestar, el de su esposo y el de su pequeño hijo. Antes que la familia estaba esa noble causa de darle la vida a ese desahuciado paciente, el Sr. Toledano. Antes que la casa, el sueño, la distracción, estaba la enorme tarea de demostrar, al país entero, de qué estamos hechos los anestesiólogos, de cuán importante es nuestro trabajo, del sitial que nos merecemos como especialistas.
Y lo lograste, Florcita. ¡Gracias, amiga mía! ¡Así se hace grande a nuestra especialidad! ¡Fue un éxito tremendo!
No olvido cómo pusiste en su sitio al jefe de trasplantes, ante un infeliz comentario en contra de los anestesiólogos. Jamás ibas a permitir que nos faltaran el respeto. Así se hace.
Asuntos familiares te llevaron a los Estados Unidos. Siempre te tuvimos presente.
Pero, ¡cómo es la ingratitud del peruano hacia el compatriota! Casi al mismo tiempo que se celebraba el aniversario X del Primer Trasplante Hepático en el Perú, nos enteramos de una injusta y gravísima omisión. En el muy reputado libro "Historia de la Medicina Peruana en el Siglo XX" del autor Oswaldo Salaverry, en el capítulo concerniente a trasplante hepático, se excluía tu nombre, y el de Soraya, como integrantes del equipo de anestesiología, en este hito de la medicina peruana. Y aparecía junto al nombre de don Julio, el de un caballero que no tenía nada que ver con la cirugía, ni con las dieciséis horas de duro trabajo, ni con las habilidades y conocimientos necesarios para sacar adelante esa inmensa faena, ni con el carácter, la valentía y el porte requeridos para hacer respetar la especialidad, para marcar territorio, para decirle al jefe de trasplantes que no se meta, que la anestesia es nuestro asunto.
Pasaran los años y el recuerdo de tu hazaña perdurará en nosotros, anestesiólogos que de verdad amamos nuestra especialidad, y siempre valoraremos tu actuación, que contribuyó a hacerla más grande y más fuerte.
Gracias nuevamente, Florcita. Esperamos verte muy pronto por aquí.