Portada del libro
Desde la llegada del fenómeno Crepúsculo hasta el inminente estreno de Abraham Lincoln Cazador de Vampiros, el mercado ha demostrado estar más que saturado de colmillos y chupasangres (y todo esto, por no mencionar a los muertos andantes). La falta de ideas y la repetición de fórmulas son algo patente, por eso esta novela destaca con fuerza, gracias a su originalidad.
La autora, Cristina Roswell, es una joven novel en el mundo de la escritura profesional, si bien lleva tiempo dedicándole esfuerzos a esta actividad. Para conformar la intrincada trama de su ópera prima se sumergió de lleno en el mundo de Vlad Tepes, conocido popularme como Vlad el Empalador.
La excusa, muy bien usada, es la creación de una protagonista cuyo objeto de su tesis es averiguar la delgada línea que separa al hombre del mito creado a su alrededor: Drácula y los vampiros. De este modo, la narración acompaña en todo momento el punto de vista de Ángela, la joven estudiante, para ir aportando datos significantes y mayormente poco conocidos de esta más que interesante figura histórica.
La labor de investigación es muy reseñable, y todos los detalles averiguados sobre el Empalador son depositados con cuidado a lo largo y ancho de la historia, salpimentando un relato oscuro como las montañas rumanas donde la existencia o no de vampiros es un misterio que todavía está por desvelarse para la protagonista.
Una de las escasas, pero reseñables, ilustraciones que salpican la novela
El ritmo cinematográfico ayuda al lector a leer con avidez y agilidad, acabando cada capítulo con un gran cliffhanger con el que mantener en vilo su atención. Acompañado por una buena colección de personajes tanto principales como secundarios, las ganas por no soltar el libro aumentan considerablemente.
Estos personajes bien definidos, con los que se usan acertadamente algunos de los tópicos del género para ayudar a perfilar más fácilmente su personalidad, son el núcleo vital del todo, pues sin su carisma el conjunto quedaría cojo. Destaca con fuerza Ángela, de quien su autora puede decir con orgullo que es una de las pocas protagonistas de una historia de terror que no es rematadamente imbécil.
Lo cual no quiere decir que nunca se equivoque, pues, como puede observarse si se lee la novela, todo su periplo en sí mismo es uno de los errores más grandes de su vida. Pero, una vez metidos en harina, sus reacciones son naturales, es fácil empatizar con sus desdichas, y se es consciente de que ese mismo error lo podría haber tenido cualquiera. Sinceramente, gracias, Cristina, por no poner una rubia oxigenada que se limite a dar tumbos por todas partes mientras se le bambolean los pechos exageradamente grandes.
Draculesti: El legado del Diablo supone un soplo de aire fresco dentro de un género que está llegando a nuevas cotas de decrepitud, hacen falta más autores como Cristina Roswell para devolver a los vampiros en particular, y al terror en general, su antigua gloria. Es una novela inteligente, terriblemente adictiva y más que recomendable.
Carcayú
Hola, soy Borja Prieto, y soy una bellísima persona, como Ramón Langa.
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