Hace veinte años, cuando solo Países Bajos había legalizado el matrimonio igualitario y la visibilidad LGTB era muy poca, era imposible imaginar un programa protagonizado por drag queens convertido en un fenómeno internacional. Hoy, RuPaul's Drag Race, un reality show que otorga el título a la mejor estrella drag, un año de maquillaje y miles de dólares como premio, ha conseguido que el drag deje de vivir en los márgenes. Cada semana, miles de espectadores de todo el mundo siguen a una decena de concursantes que se enfrentan a desfiles de moda, espectáculos de comedia y pruebas de baile, sin escatimar en maquillaje, carisma ni centímetros de tacón.
Este éxito es obra de la drag queen estadounidense RuPaul, que estrenó la serie en 2009. A pesar de sus inicios precarios ya suma catorce temporadas, spin offs y programas especiales, podcasts y canales de YouTube de exconcursantes, y desde 2016 celebra la convención bianual DragCon en Los Ángeles y Nueva York. Además, el formato se ha exportado a tres continentes, convirtiendo a Drag Race en una marca global de entretenimiento que ayuda a extender el drag por el mundo.
De arte marginal al reality show
El drag es una for...
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