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Cada época tiene sus objetos de deseo, sus imprescindibles, aquellas cosas que te sitúan en la categoría de “persona normal”.
En mi época de juventud, ya lejana, había dos cosas básicas para sentirte ciudadano de primera clase; el teléfono y el coche. Si alguno de los dos faltaba, inmediatamente te convertías en un desgraciado, tus amigos te miraban con estupor y tú sentías que eras de los parias de la tierra.
Eran bienes básicos de consumo, el resto era prescindible. Tus padres podían estar preocupados por darte comida, educación ó ropa, pero si no tenías a mano el teléfono para poder hablar horas y horas sobre la inmortalidad del cangrejo con tus amigas ó no tenías coche para poder desplazarte a cumpleaños, reuniones importantísimas sobre planes vacacionales ó la clásica ida a la biblioteca, eras sencillamente un desecho social, alguien que nunca tendría ni la más mínima oportunidad de llegar a ser nada en la vida.
En el siglo XXI las cosas han cambiado.
Hemos estado unos días sin internet y el grado de desesperación que ha invadido esta casa ha sido considerable.
La cosa empezó una mañana a las 7:30 cuando la Niña todavía con las legañas prendidas de los ojos irrumpió, como un tornado, en la habitación y lanzó el grito lastimero:
¡No hay Internet!
Creo que si se hubiera levantado y un meteorito hubiera acabado con todo a nuestro alrededor, habría dicho algo del tipo “Creo que ha ocurrido algo”, pero siempre después de desayunar, claro.
El Consorte que se suponía estaba dormido, corroboró el hecho y apunto de forma resignada
-Sí, desde anoche a las doce menos cinco- dejando constancia de que ese era el inicio de nuestra desgracia.
De nada sirven las tarifas de datos que todos tenemos en los teléfonos móviles y que nos dan acceso a internet ¡NO!
Hay actividades imprescindibles que por su comodidad hay que hacer en el ordenador. Ver series, jugar a juegos de zombis, leer el periódico, hablar por Skype… Como verán, todas ellas imprescindibles para el desarrollo de cualquier ser humano.
Las sugerencias de represalias contra el proveedor de internet han sido de lo más variadas y el Niño contribuyó activamente con su normal creatividad. Lástima que todas ellas fueran altamente delictivas y su puesta en práctica habría conllevado tener que visitar la cárcel durante algunos años para visitar al familiar en cuestión.
En vista del éxito, se han dedicado a llamar cada media hora al teléfono de averías de la empresa para reportar la desgracia y de paso dejar mensajes reivindicativos. El hecho de que sea una máquina la que te contesta no ha influido en el proceso.
Yo me he mantenido al margen hasta que he visto a la Niña hipnotizada en el móvil y cuando le he preguntado que hacía me ha dicho que estaba poniendo a hacer ejercicio a su mascota “Es que como no hay internet y me aburro, me he bajado este jueguecito…”
Me he acercado y he visto que es una patata, sí el tubérculo de toda la vida, color rosa con una falda amarilla, un chaleco de punto verde lima y una pamela azul marino, que por lo visto está pasadita de peso y tiene que hacer abdominales y correr.