
El sitio es precioso y la atención del servicio buenísima, nos atendió una camarera super simpática que nos sacó más de una sonrisa durante la comida, ¡así da gusto! Lo único malo es que es una jaula de grillos, hay muchísimo ruido así que si lo que buscáis es un lugar para conversar... mejor buscar otro...

Íbamos con la intención de comer de menú (que está muy bien de precio, a 12.50 con primero, segundo bebida y postre), pero no nos motivaba mucho y al final nos decantamos por pedir algo de la carta. Como entrante compartimos un salmón marinado con quinoa orgánica que estaba muy bueno, la presentación también me gustó mucho (seguramente coja la idea del frasco de cristal para cuando vengan invitados a casa). Aprovecho para recordaros esta receta de quinoa con espárragos trigueros que publiqué hace tiempo.


De segundo pedimos arroz con boletus y chipirones, en teoría el plato era para dos, ¡pero ahí podían comer cuatro! Estaba impresionantemente rico, aunque un poco parquito en boletus....

Volveré fijo, me quedé con ganas de probar algunas cosas como las croquetas de cecina, los raviolis de calabaza y alguna tarta que tenían expuesta en la mesa del fondo, ¡qué pintaza! Comimos con agua, en abundancia (nos sobró la mitad del arroz) y rico por 18€ cada una, ¡fenomenal! Un fallo que vi es que un restaurante así no tenga una carta de cafés y tés en condiciones (solo lo tradicional), sobre todo con la competencia que hay en la zona en este sentido, ¿no os parece?
¿Conocíais este sitio? ¿os parece apetecible?
