Drive

Muchas veces nos presentan cosas interesantes que suceden en un ascensor, ¿nuestra vida es aburrida o son nuestros ascensores los que no dan pie a que pasa nada?

Esta es una secuencia de una gran película, Drive. No os la perdáis, no os descubro nada porque tuvo mucho bombo. Me pareció muy interesante cómo contaba ciertas cosas y disfruté tanto que os traigo un ejemplo de ello.

Entramos en el ascensor con el protagonista y la chica, detrás de ellos. Un ascensor dorado, con reflejos metálicos e iluminado como si estuviera en Park Avenue. Y de repente, nos convertimos en el protagonista, nos metemos bajo su piel, vemos a través de sus ojos como en Being John Malkovic y casi se puede sentir lo que toca y saber cada pensamiento que tiene.

Rodado por encima de los 25fps nos hace que prestemos atención a los detalles. Una mirada de soslayo nos hace estar en guardia y un plano de una pistola nos dice que el protagonista lo va a pasar mal; no está ahí montado para contárnoslo a nosotros, sino para contarnos que él ya sabe lo que va a pasar. ¿Y qué pasa entonces? Un gesto protector, tan sutil como grandioso, capaz de definir un personaje por sí solo. Y ahí brota lo mágico de esta secuencia.

Las luces bajan y el sonido ambiente desaparece ante una música que nos lleva al primer beso, y quizás el último, que se dan. Porque no quiere morir sin haber besado a la chica. Casi nos hace sentirlo cuando quedan sus rostros entre sombras como si fuéramos nosotros cerrando los ojos antes de ese beso.

Se separan, vuelven las luces, abren los ojos, se miran y se desencadena la violencia. Sonido crudo, minucioso en cada hueso que se rompe, en cada golpe que se da y en cada aliento de odio y fatiga que se exhala por defender la vida, la propia y la de ella. Prodigiosa edición y mezcla de audio que transmite más violencia que el plano de la chica sobrecogida, y que el del sicario con la cara destrozada.

Del amor al odio en dos minutos y medio, como la vida misma.

(pincha sobre la imagen para ver la secuencia en Youtube)