Revista Cine
A veces, a uno le gustaría disponer de más recursos para poder transmitir de forma certera y sin margen de error las sensaciones que se han sentido en la sala oscura, rodeado de un montón de personas educada y gentilmente silenciosas cuyos pensamientos sobrevuelan el patio de butacas pero resultan inaprensibles y uno, absorto, no sabe si hay o no la supuesta comunión que hace sentir la magia.
Haré una intentona para representar con palabras y lo más gráficamente posible lo que sentí hace unos días, cuando el último sábado de enero asistí a la proyección de Drive :
Esta
película
me está
pareciendo
un poco
lenta.
No suelo mirar el reloj cuando estoy en el cine: hice una excepción, en parte por mirar algo inteligible, en parte para constatar que, habiendo empezado la proyección a las 18:45, a las 19:38 todavía no había ocurrido nada de interés en la pantalla, y ya empezaba a estar un poco harto del narcisismo evidente de Nicolas Winding Refn que se empeña en retratar al inane Ryan Gosling que, siguiendo seguramente las instrucciones del director, confunde el hieratismo soterrado con la inexpresividad de un trozo de madera.
La historia es tan simple y tan conocida que no alberga interés alguno y además el guión -por decir algo- es tan flojo que ni siquiera aporta un pequeño giro argumental o de tratamiento que pueda despertar el más mínimo interés en el espectador que ya ha visto ejemplares como Point Blank
El amigo Gosling no le duraría a Marvin ni dos minutos y le doy ventaja de una mano atada: he leído por ahí muchas expresiones elogiosas acerca del nivel interpretativo del nene ése y, francamente, después de verlo como absoluto protagonista en dos películas, ya he tenido bastante para entender que hay una campaña promocional que sabe aprovechar perfectamente los graves defectos del cine actual, de los cuales, paradójicamente, esta infumable Drive es una muestra impecable.
El guión carece incluso de alguna frase para la memoria y adolece de falta de rigor y lógica, dejando inexplicado el porqué: ese protagonista callado explota de repente y sin venir a cuento produciendo una excesiva violencia que evidentemente no tiene nada de habitual en el hampón profesional: hay un sadismo latente en el personaje y por lo tanto debería de existir también un buen grado de bipolaridad manifiesta por lo menos, cuando no una conducta psicótica que no aparece detallada, residiendo estas percepciones en el espectador que intenta otorgar a ese personaje solitario unas condiciones anímicas que no han sido ni por un momento apuntadas ni por el guión, ni por el autocomplaciente director, ni, por descontado, por un ¿actor? que no sabe o no puede expresar con la mirada lo que los más grandes rostros hieráticos de la historia del cine han sabido siempre hacer, y si no que se lo pregunten a Mitchum.
Esta película contiene un par de persecuciones automovilísticas normalitas, del montón, pelín fantasiosas (un Ferrari, marcha atrás, no corre tanto, pero hacia adelante, no lo hubieran pillado ni en broma) y me parece que exige demasiado del cinéfilo: exige una extrema complicidad no para entender la trama, que no la hay, sino para elevarse muy por encima del nivel que le corresponde, al que volverá en apenas tres años, cuando haya pasado todo el alboroto que artificiosamente ha levantado tanto polvo que tampoco acabará por empañar el lustre de esos premios Oscar de los que ha quedado descabalgada provocando los lamentos de un sector de la cinefilia con el que, evidentemente, no estoy de acuerdo para nada.
Es un producto que sin la oportuna promoción hubiera quedado en su lugar de serie zeta, típico estrellado de los periódicos que, cuando la mini reseñen en su pase televisivo, la pondrán en su lugar de pieza mal escrita, rodada con estilo narcisista (la cámara manteniendo el plano sobre algo inane no consigue jamás alzar el vuelo por mucho que insista) y simple a un tiempo, previsible siempre sobre el careto impasible de un actor que no lo es ni lo será nunca a menos que aprenda rápido, porque lo que sí se le puede augurar al guapito Gosling es que tendrá fama y dinero, pero lo que es calidad y arte, va a ser que no: del montón y gracias.
Si ya la han visto, ya saben lo que hay; y si no, tomen nota, que no todo el monte es orégano. Pueden llegar tarde a la sesión, eso sí: les sobra la primera media hora larga, así que tranquisss.
Tráiler