Es respeto y oda al servicio. Es liturgia, casi religiosa, veneración por un ritual que pocos han sabido preservar y cuidar. "Es un estilo de vida", sentencian. Una manera de hacer que engancha, en la que nada es banal. Hablamos del bar Dry Martini, de su servicio, de la veneración histórica para con esa bebida de origen incierto, la que sólo elabora en barra el barman de mayor experiencia, la que te otorga un diploma tras su consumo, la que ostenta contador propio de unidades vendidas, la que dicen se debe beber en tres tragos.
Precio medio: Dry Martini, 10,20€; gintonic, 11,50€.
Imprescindible: Pedir un dry martini y asistir al protocolo. Formar parte de la historia.
Horario: De lunes a jueves, de 13.00h a 2.30h. Viernes, hasta las 3.00h. Sábado, en horario de mediodía y noche.
El primer trago. La historia de Dry Martini

En 1978, Dry Martini abrió sus puertas de la mano del sr. Pedro Carbonell, un enamorado que durante los primeros meses sólo sirvió su cóctel favorito. Javier de las Muelas era, por aquel entonces, un estudiante de Medicina con deje copero, que ya ejercía de barman en su propio local, el Gimlet de la calle Rec (actualmente en Santaló). Le gustaba el local, conocía al sr. Carbonell y le propuso quedárselo cuando éste lo dejó en 1996. Sin tocar nada lo tocó todo para encumbrar al cóctel y su acompañamiento.
El segundo trago. El protocolo de un local con clase

Tres metros de altar para, primero, limpiar el hielo y coger la copa helada de la nevera, dejándola sobre una bandeja con una aceituna -siempre con hueso- desde la que sólo la "desvirgará" el cliente. Al margen, en un vaso mezclador -para un máximo de tres copas- con mucho hielo, vive el Martini (Bombay, marca de la casa) con unas gotas escasas de vermut seco. Se vierte el contenido en la copa y se perfuma con un twist (sic. Dry Martini) de la piel de un limón. Es la fórmula tradicional, la que bendicen en la casa.
El tercer trago. Detalles de excelencia

Ya estás. Podrás haber acompañado la experiencia en boca mediante la carta de picoteo en la que ha colaborado el chef Carles Tejedor (De las Muelas sabe acompañarse) y en vista, con la colección de cuadros del local en los que siempre aparece una copa de dry martini. También habrás visto la rosa que, impertérritamente, está colocada tras la barra, "tal como la tenía el sr. Carbonell". Detalles. Muestras de respeto, de devoción por lo que se hace. Brindarás de nuevo por el bar y su historia, en la que ya has entrado.
