Es respeto y oda al servicio. Es liturgia, casi religiosa, veneración por un ritual que pocos han sabido preservar y cuidar. "Es un estilo de vida", sentencian. Una manera de hacer que engancha, en la que nada es banal. Hablamos del bar Dry Martini, de su servicio, de la veneración histórica para con esa bebida de origen incierto, la que sólo elabora en barra el barman de mayor experiencia, la que te otorga un diploma tras su consumo, la que ostenta contador propio de unidades vendidas, la que dicen se debe beber en tres tragos.
Dirección: Aribau, 162Precio medio: Dry Martini, 10,20€; gintonic, 11,50€.
Imprescindible: Pedir un dry martini y asistir al protocolo. Formar parte de la historia.
Horario: De lunes a jueves, de 13.00h a 2.30h. Viernes, hasta las 3.00h. Sábado, en horario de mediodía y noche.
El primer trago. La historia de Dry Martini
Uno rápido. Para saborear y saber dónde estás. Tu codo en su barra alta, la que erigie el espacio de una de las coctelerías más emblemáticas de la ciudad, la única de España que aparece en la lista de los 50 Best Bars del mundo. Banquetas sobre moqueta, marrones y maderas, junto a sofás confortables en verde y rojo, creando un clima de intimidad y señorío, un estatus que existe o espera. Sobre las cabezas y paredes, lámparas, botellas y una selección de cuadros pretéritos. Elegancia.
En 1978, Dry Martini abrió sus puertas de la mano del sr. Pedro Carbonell, un enamorado que durante los primeros meses sólo sirvió su cóctel favorito. Javier de las Muelas era, por aquel entonces, un estudiante de Medicina con deje copero, que ya ejercía de barman en su propio local, el Gimlet de la calle Rec (actualmente en Santaló). Le gustaba el local, conocía al sr. Carbonell y le propuso quedárselo cuando éste lo dejó en 1996. Sin tocar nada lo tocó todo para encumbrar al cóctel y su acompañamiento.
El segundo trago. El protocolo de un local con clase
El segundo trago es de afirmación. Has entrado en el juego y quieres saber más. El dry martini siguió siendo el rey del local, aunque De las Muelas incorporó más coctelería y un proceder que ha trascendido. Sobre todo en el caso de este brebaje místico, cuya demanda sigue hoy cumpliendo unos cánones estrictos. Sólo el barman de más experiencia por turno tras la barra puede oficiar el ritual de preparación, que tiene lugar sobre una tarima en mitad de la barra.Tres metros de altar para, primero, limpiar el hielo y coger la copa helada de la nevera, dejándola sobre una bandeja con una aceituna -siempre con hueso- desde la que sólo la "desvirgará" el cliente. Al margen, en un vaso mezclador -para un máximo de tres copas- con mucho hielo, vive el Martini (Bombay, marca de la casa) con unas gotas escasas de vermut seco. Se vierte el contenido en la copa y se perfuma con un twist (sic. Dry Martini) de la piel de un limón. Es la fórmula tradicional, la que bendicen en la casa.
El tercer trago. Detalles de excelencia
Antes se come la oliva. Limpias, aseveras y encaras. Es el último trago, el que te da paso al olimpo de los graduados. Porque Dry Martini otorga un certificado, si quieres, con tu nombre tras consumir su bebida. Estás ya en el club de lo excelso, de la liturgia. También serás un número más del contador que tienen sobre la barra de drys consumidos desde la apertura. Supera el millón.Ya estás. Podrás haber acompañado la experiencia en boca mediante la carta de picoteo en la que ha colaborado el chef Carles Tejedor (De las Muelas sabe acompañarse) y en vista, con la colección de cuadros del local en los que siempre aparece una copa de dry martini. También habrás visto la rosa que, impertérritamente, está colocada tras la barra, "tal como la tenía el sr. Carbonell". Detalles. Muestras de respeto, de devoción por lo que se hace. Brindarás de nuevo por el bar y su historia, en la que ya has entrado.