Vivo en Cornellà de Llobregat. No confundir con Cornellà de Terri. Este Cornellà está en la comarca del Pla de l'Estany (Girona), junto al rio Terri, y aquél junto al río Llobregat, en la comarca del Baix Llobregat (Barcelona). A esta comarca pertenecen también Sant Feliu de Llobregat (no confundir con Sant Feliu de Guíxols, ni con Sant Feliu de Codines, o de Pallerols, o de Buixalleu), Sant Vicenç dels Horts (no confundir con Sant Vicent de Montalt o Sant Vicent de Castellet) y Sant Boi de Llobregat (aquí nacieron los Gasol, y no en Sant Boi de Lluçanès). Así es Catalunya. Si existe Sant Quirze del Vallès también hay un Sant Quirze de Besora. Santa Coloma tenemos la de Gramenet, la de Farners, la de Cervellò y la de Queralb. L'Hospitalet está el del Llobregat y el de l'Infant. Y Caldes también hay unas cuantas: de Montbui, de Malavella, de Boí, d'Estrac.
Va con el tópico catalán, el del ahorro. Para qué malgastar en nombres si con cuatro o cinco ya tiramos. Pero también con el tópico de la dualidad, multiplicidad incluso. El catalán catalán, el catalán español, el que cree que es lo mismo y al que le da, honestamente, lo mismo.
No debería sorprenderme. No lo hace. Soy de las Islas Canarias, pero no de Gran Canaria, cuya capital, Las Palmas de Gran Canaria (capital a su vez de la provincia de Las Palmas) no hay que confundir con la isla de La Palma, ni la capital de ésta, Santa Cruz de La Palma con la capital de mi isla, Santa Cruz de Tenerife. ¿Ahorro? Quizá. Falta de ganas de explorar el paisaje subtropical, desde luego. Y me llamo Carlos Rodríguez. Si consultas en la web del Instituto Nacional de Estadística cuánta gente se llama como yo, el servidor peta. ¿Problemas identitarios? Los justos. Así que no, no barrunto. Simplemente describo.
Pero el caso es que de un tiempo a esta parte recibo unos mails que me inquietan. Alguien en el servicio de mantenimiento del hospital en que trabajo se llama como yo. Me llegan, de tanto en tanto, presupuestos de cuadros eléctricos y albaranes de sillas de oficina. Al principio respondía amablemente avisando del descuido. Más tarde opté por reenviarlos yo mismo a mi alter ego. Hoy, estos días, pienso, dudo, si no seré yo el destinatario último de los correos. ¿Tan seguro estoy de qué Carlos soy? ¿De que no soy ese Carlos de mantenimiento a cargo de tantos y tantos asuntos?
A lo mejor ese otro yo tiene aire acondicionado y piscina.