Revista Viajes
Llegamos a Dubai de madrugada procedentes de Singapur. En principio éste no era un destino que tuviéramos como preferente a visitar, pero aprovechando un viaje por el sudeste asiático y que volábamos de regreso con Fly Emirates nos puso más fácil pasar dos días y medio en este espejismo faraónico en mitad del desierto arábigo. Una vez pasados los controles de inmigración nos encaminamos a nuestro hotel para dejar el equipaje y comenzar la exploración de Dubai. La primera impresión que nos dio esta peculiar ciudad es la de el exceso. El exceso en rascacielos, exceso en lujosos coches, exceso de carriles de las autopistas que cruzan la ciudad de una parte a otra, exceso de centros comerciales, exceso de tamaño de esos mismos centros comerciales. Y por otra parte la carencia. Carencia en planificación urbana, en estructura de ciudad, en personalidad, carencia en viales peatonales, en vida en la calle. Bien es cierto que durante aproximadamente medio año las temperaturas ambiente tan elevadas apenas permiten salir a la calle, pero el resto del año tampoco resulta demasiado atractivo debido a los obstáculos en la apresurada construcción de esta ciudad. En ese sentido nos defraudó la impresión que Dubai nos transmitió en aquellas primeras horas en la ciudad.
En el sentido que venía abundando, esta fotografía refleja fielmente nuestra decepcionante impresión que Dubai nos dejó en aquellas primeras horas. Tras un corto paseo desde nuestro hotel situado en la zona del "Financial Centre" hacia la zona del Burj Khalifa nos dimos de bruces con un nudo de autopistas que bloqueaba cualquier acceso peatonal, y que nos obligó a dar un considerable rodeo de más de dos kilómetros para poder encontrar un paso peatonal donde continuar nuestra marcha.
Una vez dados nuestros primeros pasos en Dubai, quisimos ir en primer lugar a uno de los lugares que más ganas teníamos de ver con nuestros propios ojos. Para los que estamos interesados en la arquitectura, ya sea la más vanguardista como la centenaria, poder contemplar el edificio más alto del mundo -una mole de hormigón, acero y cristal de más de 800 metros de altura- era una experiencia que nos tenía en ascuas. Ya de lejos su omnipresente presencia en el cielo de Dubai impresionaba sobre manera, pero antes accedimos al, cómo no, uno de los mayores centros comerciales del mundo. El Dubai Mall no deja de ser una interminable colección de largos pasillos atiborrados de tiendas- más de 1.200 comercios- con extravagancias tales como uno de los mayores acuarios del mundo, una pista de patinaje sobre hielo o un impresionante Lamborghini chapado en oro.
Nada del otro mundo nos resultó el paso por el Dubai Mall. Aún no logro comprender como un centro comercial puede tener más visitas al año que la mismísima ciudad de Nueva York. Eso dice mucho del "homo sapiens", y no a favor precisamente. Nosotros apenas recorrimos uno de sus corredores hasta la muy surtida galería de restaurantes donde descubrimos una pequeña joya en la que sólo entraban árabes a comer. Un restaurante de comida persa con unos platos deliciosos de la comida árabe más auténtica....fabuloso su hummus.
A pesar de todas mis reticencias sobre los atractivos del Dubai Mall debo decir que el acuario resulta muy atractivo y espectacular, y con la pasión que proceso por los fondos marinos me gustó poder contemplar tantas y diferentes especies marinas.
Tras una mañana muy larga pateando esta zona de Dubai, decidimos regresar al hotel para hacer el check-in y de paso descansar un rato. A pesar de haber dormido cinco horas en el vuelo de Singapur a Dubai el cansancio acumulado de casi tres semanas de viaje ya lo iban notando nuestros cuerpos. Hablando del hotel, el Rose Rayhaan de la cadena árabe Rotana y el segundo más alto del mundo cumplió con su papel de hotel cómodo y bien situado. Otro tema fue el personal, frío y distante, muy alejado de la idea que tenía de la hospitalidad árabe, pero la habitación situada en el piso 51 nos ofreció unas vistas espectaculares de diversos puntos de la ciudad.
Desde el piso 51 las vistas despejadas de la ciudad se abrían a nuestros ojos. por una parte el Burj Khalifa y por el otro flanco en la lejanía el Creek de Dubai y el puerto donde controlábamos los cruceros que arribaban a él.
El "Queen Elizabeht 2" languideciendo lentamente en el puerto de Dubai
Por la tarde regresamos en metro de nuevo hasta Downtown de Dubai. Este primer día habíamos decidido tomarlo con calma, así que nos fuimos para ver con detalle el Burj Khalifa. Cuando llegamos a los pies de aquel edificio nos quedamos sin palabras, y casi sin calificativos. Digo casi porque verdaderamente es impresionante, magnífico, espectacular, espléndido, fastuoso......grandioso. Nunca pensamos que pudiera impresionarnos tanto este reto de la ingeniería que no tiene precedentes.
Esta zona de la ciudad de Dubai fue la que a la postre más nos gustó junto con la tradicional zona del Creek. El sol poco a poco se iba ocultando por el horizonte y el juego de luces que provocaba, junto a las luces de ornamentación de las palmeras de las avenidas, resultaba muy atractivo a la vista y perfilaba la silueta de los rascacielos.
En el lago del Burj Khalifa pudimos asistir al primero de los espectáculos musicales -de los varios que contemplamos- que las fuentes más grandes e impresionantes del mundo ofrece cada día a los miles de turistas y locales que pululan por sus márgenes. La verdad que resulta sorprendente la altura que alcanzan las decenas de chorros de agua, y junto a la música que suena por los numerosos bafles instalados en sus orillas da como resultado un espectáculo muy plástico y agradecido.
La oferta gastronómica en el entorno del Burj Khalifa es muy numerosa y variada. Pero a pesar de ofertar multitud de opciones, parece ser que no es capaz de absorber la demanda de los miles de visitantes que acuden cada tarde al Down Town de Dubai. Ya estábamos hambrientos y las únicas mesas libres que encontrábamos eran en un espectacular restaurante con precios también espectaculares y alejados de nuestro presupuesto. Hasta que de chiripa conseguimos una estupenda mesa con vistas a las fuentes y a la parte más alta del edificio del Burj Khalifa, y con rica comida y a precios normales en Dubai, es decir precios caros. La pregunta acerca del "alma" de Dubai la dejaré en el aire hasta la siguiente entrega.
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