Virginia Leal empezó a trabajar porque lo necesitaba. Como enfermera, en 1925, en el recién estrenado Instituto de Puericultura (Gota de Leche). Tras cursar estudios de puericultura y comadrona, en el 35 llegó a delegada del instituto y en 1953 ya era una imponente personalidad en aquel Gijón de pura necesidad en el que las enfermeras del Instituto hacían las veces de segundas madres de las decenas de niños al cuidado de la Casa Cuna. “Sus madres los dejan aquí mientras van al trabajo”, contestaba Leal a Flavia, la entrevistadora, de manera natural pero un poco pensativa, quizás imagin ándose que a aquellas madres, mujeres an
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Cinco años, desde 1948, llevaba Beni Margot García trabajando como telefonista, puesto al que había entrado tras unas pruebas de acceso basadas, sobre todo, en la geografía. “Me gustaría trabajar solamente en las labores caseras”, confesaba García, “pero tengo que renunciar a ello, ante las ventajas que para la mujer representa el trabajo remunerado fuera de ellas.” Su ilusión, afirmaba, era “la de todas las mujeres: formar una familia”. “Ahí están condensados los anhelos de toda mujer: el hogar, del que se ven un tanto alejadas por las exigencias de la vida, que les pide el esfuerzo duplicado de su naturaleza cooperando al bien de la colectividad sin perder las puras esencias de su feminidad”, cerraba la periodista. Trabajar, coser, tener hijos y todo eso con la femineidad intacta: desde luego, nadie puede negar que era todo un reto.
Menos tradicional resultó la última entrevistada. La farmacéutica Guadalupe González Velasco, hija de Jerónimo González, abogado, había comenzado a trabajar con el mismísimo Gregorio Marañón. Una inoportuna fiebre de Malta, contagiada en el mismo laboratorio del ilustre endocrino. Cuando Guadalupe estudió, por fin, Farmacia, eran cincuenta mujeres contra doscientos cincuenta matriculados varones, y ahora, dueña de su propio establecimiento, renegaba de los trabajos asignados al bello sexo. “No hay cosa más horriblemente cansada que limpiar el polvo, fregar y secar la cera”.
VOLUNTAD recuperó la sección de mujeres trabajadoras, con ánimos renovados, a principios de 1962. La primera entrevistada de aquella temporada fue Carmen Menéndez Manjón, abogada experta en Derecho Penitenciario desde 1934, y con un discurso progresista… con algún pequeño matiz. “Ninguna persona”, afirma en las páginas del diario falangista, “debe vivir desocupada. La mujer no es una excepción (…) Somos todos seres humanos y es justa la equiparación, s