Revista Opinión
Detalle de las manos de la presidenta sobre el féretro supuestamente de Kirchner.
Enrique A. Piragini, abogado laborista, escribe en Informador Público, diario digital argentino, el artículo “Vacío por lleno”, en el que confiesa que nunca pudo digerir que, en el ámbito de la construcción, cobrasen lo mismo “vacío por lleno”, como nunca pudo comprender cómo el mismo porcentaje de la misma porción del patrimonio del matrimonio de Cristina y Néstor Kirchner arrojase cantidades diferentes. “Mucho menos admití –prosigue– que, hipócritamente, se sostenga que ‘no hay niño feo ni muerto malo’, pues Dios no me adjudicó la cualidad de cambiar el concepto de una persona después de muerta. Aunque me lo explicaran arquitectos y constructores, jamás me convencieron de que costase lo mismo una pared de 3 x 4 m2 que otra de igual medida dotada de una abertura, mucho peor si encima se agregaba el valor de la puerta o la ventana y su colocación, aumentándome sensiblemente el costo final”.
Piragini sigue elucubrando sobre esta idea para acabar diciendo: ¡Por eso, con relación a la dudosa muerte del ex presidente Néstor Kirchner, quien –según algunas versiones– se suicidara, al no poder soportar el inevitable avance de su cáncer de páncreas, me resulta difícil justificar el engaño consistente en hacer velar un féretro vacío, cuando sus restos mortales, irremisiblemente desfigurados por la violenta y fatal decisión, permanecían en el sur del país”.
Para Piragini resulta comprensible que no se hubiese trasladado su cadáver, pero a la vez se torna procaz montar semejante patraña para ver desfilar a personas –muchas de buena fe– que concurrieron a despedirlo, engañándolas en la creencia de que dentro del féretro estaba quien en vida fuera Presidente de la Nación. “Si a ello sumamos el llamativo comportamiento de la viuda y su primogénito –quien llegó a esbozar varias sonrisas–, sumado al velatorio a cajón cerrado, en Casa de Gobierno y no en el ámbito natural del Congreso Nacional, como corresponde a un Diputado y ex Presidente, más la sugestiva mordaza impuesta a los medios de prensa y el cambio de domicilio que determina la competencia jurisdiccional ante cualquier investigación sobre la muerte dudosa del ex Secretario de UNASUR, y sobre la tramitación del juicio sucesorio del Presidente del Partido Justicialista, que seguramente recaerán en manos de jueces complacientes que harán naufragar cualquier investigación sobre las causas del deceso y abortarán el eventual reclamo de derechos sucesorios de presuntos hijos naturales y –muy especialmente– el contenido del acervo hereditario tan descomunal como de sospechado origen, comprenderemos por qué asoman tantas dudas”.
Piragini concluye que Kichner murió como vivió. “Sabiendo que la inexorable e inminente Muerte ya tocaba a su puerta, obcecado él, le arrebató ese momento, decidió ponerle fin a su vida por mano propia, antes de quedar tan endeble y debilitado que no tuviera fuerzas para ello. No entraba dentro de sus convicciones consumirse en dolorosa agonía postrado, considerando una derrota –inadmisible e intolerable para él– que lo vieran acabado. Tuvo el coraje y la determinación de poner fin a su infatigable tarea de acumular riqueza y poder, castigar y cooptar opositores, corromper instituciones y dividir al pueblo, con revanchismos, persecución y manipulación de los Derechos Humanos, distribuyendo a su antojo fondos públicos, condicionando y disciplinando a humildes y poderosos, aunque les dejó a sus familiares, testaferros, amigos, allegados y cómplices, suculentos fondos suficientes como para bancar varias generaciones de Rolex, Vuitton, Versace, indumentaria de diseño y viajes interestelares”.