Revista Cine
Director: King Vidor
"Man Without a Star" y "Duel in the Sun", ambas de King Vidor, las vimos juntas, una después de la otra. Ahora que el mundial está más cerca que nunca (mentira: mañana lo estará aún más) me puse a jugar de nuevo con los simuladores y esta vez no me atreví a llegar a la final: según mis pronósticos, éstas serían las llaves de semis: Brasil-Portugal y Alemania-España. La otra vez dije que la final sería entre Brasil y Alemana. Uno nunca sabe, después de todo de pulpo no tengo nada (que yo sepa). Lo importante es, no obstante, que marquen mis palabras, eh.
"Duel in the Sun" es un ambicioso western que, dentro de la historia de una gran y poderosa familia de rancheros (gobernada con mano dura y firme por el patriarca de la familia, sujeto que se hace llamar Senator aunque vaya que se pasa por el borde de los cocos todo olor a orden institucional) que entra en decadencia debido a la llegada del progreso (representada con la presencia del tren y, sobre todo, la construcción de líneas ferroviarias amenazando con partir en dos sus vastos territorios), nos cuenta la tormentosa y apasionada, tórrida y salvaje historia de, ejem, amor, entre el hijo indisciplinado y mujeriego del patriarca (el otro hijo, opuesto a él, es el estudioso y el responsable, curiosamente, no el predilecto del pater familias), interpretado por Gregory Peck, y una muchacha mestiza, de indomable belleza, que a la muerte de sus padres es invitada a vivir en la suntuosa mansión del Senador. La muchacha es interpretada por Jennifer Jones y al principio llega con la idea de ser una chica buena, señorita para sus cosas, obediente y domesticada, pero aparece Gregory Peck, el hermano desordenado, que con métodos poco consensuales le va prendiendo la llama de la pasión, y así, la relación esta, más que romantizada e idealizada, es una relación intensa y suicida, como una adicción, sustentada sobre todo en una irresistible e irrefrenable atracción sexual que parece surgir cuando la repulsión, el asco y el odio corre por las encendidas venas sobre todo de la muchacha, que preferiría la seriedad del hermano bueno, pero que demonios, maldita sea, rayos y centellas, se derrite entera cuando ese desgraciado cabrón del diantre aparece siendo el perfecto cabrón desgraciado del diantre. Y no crean que Gregory Peck es inmune a los encantos de Jennifer Jones, porque por más que su orgullo de macho le dice que no debe caer rendido a los pies de ninguna mujer, maldita sea, por la misma mierda, con esa mirada y esos movimientos naturalmente sensuales y tentadores, esa hembra lo aturulla de pies a cabeza. Estos dos simplemente no están hechos para llevar anillos: están destinados a perecer consumidos por el fuego de sus propias pasiones pecaminosas, como diría el cura interpretado por Walter Huston en otro de sus verborrágicos e histriónicos, pero siempre deliciosos roles. A propósito, el reparto lo completan Lionel Barrymore como el testarudo patriarca; Lillian Gish (que hace poco vimos como la doliente madre de Burt Lancaster y sus hermanos en "The Unforgiven", de John Huston, el hijo director del curita de arriba); Harry Carey como abogado del tipo de los trenes; Charles Bickford (que también vimos en "The Unforgiven"); y, por supuesto, Joseph Cotten como el hijo bueno, estudioso y, en teoría, respetuoso.
Y la película está muy bien, está narrada y dirigida con ambición, con grandilocuencia, con total dominio dramático y narrativo, pero brilla por dos cosas: por su saludable y tórrido y sudoroso atrevimiento al momento de retratar las pasiones de estos dos animales salvajes; y por, así como evitar toda idealización romántica del "amor", también liberar esta relación de toda limitación y corrección moral, porque estoy seguro que hoy en día no muchos (muy pocos: siempre hay alguien dispuesto a recibir flechazos y mantenerse de pie) se atreverían a contar una historia de amor como esta, que no por autodestructiva resulta menos auténtica, aunque cueste decirlo (porque tampoco es una apología de las relaciones abusivas, por dios), porque así es el humano: a veces está dispuesto a morir por según qué cosas, a aceptar la humillación y los metafóricos latigazos con tal de sentir ese indescriptible golpe de placer (a veces el placer proviene del saberse y sentirse humillado). Ahora que lo pienso, "Duel in the Sun" también es una potente exploración de la naturaleza humana (ojo también al desarrollo del patriarca, de la madre y del hermano bueno, entre otros, que no están ahí de adorno) en sus altos y bajos, en sus mediocridades, vacíos y sublimaciones... y maldiciones, claro. Y si no me creen, disfruten su magnífico final, que recordará al de "U Turn" (la de Oliver Stone) aunque ésta se hizo medio siglo antes (y con más fiereza, diría yo).
Grandiosa película, claro que sí.