EL DUELO COLECTIVO ADOLESCENTE
La muerte es un hecho ineludible que forma parte de la vida. Todos los seres humanos vamos a tener que enfrentarnos a ella. Desde que un ser vivo nace, existe la posibilidad de la muerte. Aunque pensar en esa realidad nos cuesta y nos duele, es algo inherente a la vida. Ponerle palabras a este suceso resulta muy complicado, más aún si se trata de comunicárselo a los más pequeños y/o adolescentes, de ahí que consideremos importante disponer de recursos que nos ayuden a afrontar esta realidad del mejor modo posible.
El temor que experimentamos los adultos ante esta situación hace que en ocasiones elijamos ocultar o callar. Nos apoyamos en el posible impacto que puede tener en los adolescentes y por eso acabamos dando explicaciones erróneas que solo van a llevarlos a una confusión mayor, la cual, unida al dolor de la experiencia puede generar complicaciones o un duelo patológico que necesite de intervención.
Los adolescentes conocen la muerte en todas sus dimensiones y no necesitan explicaciones complejas, son capaces de valorarla y enfrentarse a ella en su imaginación, así como de reflexionar sobre las consecuencias en todas sus dimensiones.
La adolescencia es una época en la que pueden reaccionar con conductas de riesgo que ponen en peligro su propia integridad. Las relaciones con los adultos y sus iguales pueden sobrepasarles y a veces necesitan espacio para poder reaccionar y expresarse. Pueden participar en todos los ritos de despedida y, si quieren, pueden tener un papel protagonista.
Cómo tratar el duelo adolescente
A la hora de elaborar el duelo, es importante conocer que este es un proceso que necesita tiempo. Además, es dinámico y activo; cambia, hay altibajos.
Es muy importante entenderlo como un proceso normal y único en cada adolescente, que implica un trabajo personal en el que se tienen que movilizar recursos y habilidades.
El primer paso para comenzar a elaborar el duelo consistiría en aceptar la realidad de la muerte, ya que lo que se desea conseguir es que el adolescente aprenda a vivir en un mundo en el que el fallecido no está.
Un tipo especial de duelo, es el duelo colectivo, que ocurre cuando una clase o todo el centro escolar se ve afectado por la muerte de un miembro de la comunidad educativa, ya sea alumno, docente…
Estas situaciones no suelen darse con frecuencia, pero, cuando se producen, generan un gran impacto. Pueden afectar a una clase entera, incluyendo a los docentes, y a todo el centro educativo. Si los alumnos se encuentran en la etapa adolescente, el impacto es mayor que en la etapa infantil y los primeros cursos de Primaria.
Algunas conductas que podemos encontrarnos en el aula son problemas de agresividad e ira, aislamiento y afectación de las habilidades sociales, ansiedad de separación, dificultad en la atención y la concentración en las clases, problemas de memoria… todo ello puede contribuir a que se produzcan bajadas en el rendimiento académico
Actuar desde el centro educativo
Desde el centro educativo pueden llevarse a cabo acciones específicas, tales como: programar tutorías o espacios para hablar de lo ocurrido, de las vivencia, emociones y recuerdos.
Con esta acción se pretende conseguir que los adolescentes comprendan que cuando están elaborando su duelo tienen una serie de derechos, como pueden ser: tener emociones y sentimientos propios sobre la muerte, hablar cuando quiera y con quien quiera, mostrar sus sentimientos a su manera, recibir ayuda de otros, estar molesto, tener explosiones emocionales, entender los motivos que han causado la muerte, hablar de sus recuerdos, avanzar hasta sentirse mejor…
Otra actividad podría ser elaborar una caja o un libro de recuerdos o una página web de mensajes y condolencias que esté abierta durante un tiempo limitado.
Aunque sin duda, el acto que más une a la comunidad educativa es realizarle una despedida u homenaje conjunto como forma de expresar las condolencias. Asistir de manera colectiva al funeral o a los homenajes ayuda a aceptar la realidad de la pérdida, por lo que se comienza a elaborar el duelo, además de fortalecer vínculos emocionales con compañeros o profesores.
Con todo ello se pretende conseguir que los adolescentes lleguen a sentirse parte activa de todo el proceso y que sus opiniones, sentimientos y emociones se valoren.
Lo que se debe evitar en este tipo de situaciones es apartarles del suceso, abrumarles con constantes ejemplos, retrasar la noticia, no contar la realidad de lo sucedido, así como no ofrecer el apoyo necesario.
En las semanas posteriores es recomendable estar especialmente atentos a situaciones que se mantengan en el tiempo, las llamadas “señales de alarma”: incapacidad para recuperar el ritmo académico o para reintegrarse en las actividades sociales, cambios de humor extremos, tristeza que les impide funcionar, exceso de responsabilidades, miedos o pensamientos recurrentes sobre la muerte, culpa… y todo aquello que se mantenga en el tiempo o afecte a varias áreas de su vida, incapacitándoles o frenando su desarrollo o progreso.