Duelo y estrés: creciente tendencia a considerarlos enfermedades

Por Davidsaparicio @Psyciencia

En las últimas décadas, el campo de la salud mental ha experimentado un cambio notable en cómo se entienden y categorizan las experiencias humanas. Lo que antes se consideraba parte del rango normal de emociones y comportamientos, ahora está siendo etiquetado como trastornos psiquiátricos. Este fenómeno, conocido como “desplazamiento de conceptos” o “concept creep,” ha llevado a la normalización de ciertos términos clínicos y, en algunos casos, a la patologización de estados emocionales que antes no se consideraban médicos.

Investigadores de la Universidad de Melbourne, Australia, han abordado este tema en un estudio reciente. Naomi Baes, Nick Haslam y Ekaterina Vylomova examinaron cómo ciertos términos asociados con la salud mental han cambiado en su uso y significado a lo largo del tiempo, especialmente en el ámbito académico y en los medios de comunicación dirigidos al público general. Sus hallazgos, publicados en las Actas del 4º Taller sobre Enfoques Computacionales para el Cambio Histórico del Lenguaje, revelan una tendencia preocupante: la expansión de diagnósticos psiquiátricos para incluir una gama más amplia de sentimientos menos intensos, así como la creciente medicalización de experiencias humanas normales.

El desplazamiento de conceptos: ¿qué es y por qué importa?

El desplazamiento de conceptos se refiere al proceso mediante el cual un término o concepto se amplía para abarcar un conjunto más grande de experiencias o comportamientos. En el contexto de la salud mental, esto significa que términos como “adicción,” “estrés,” y “ansiedad” se utilizan cada vez más para describir una variedad más amplia de estados emocionales, muchos de los cuales no eran considerados patológicos en el pasado.

Uno de los peligros es que la expansión de diagnósticos psiquiátricos puede llevar a la medicalización de experiencias humanas normales

Nick Haslam, uno de los autores del estudio, ha explorado ampliamente este fenómeno. Su investigación sugiere que términos como “adicción” se han expandido para incluir comportamientos que, aunque quizás problemáticos, no alcanzan el nivel de gravedad que originalmente se asociaba con el término. Por ejemplo, actividades cotidianas como revisar constantemente el teléfono móvil o consumir ciertos alimentos en exceso pueden ahora ser etiquetadas como “adicciones” en un sentido coloquial, lo que refleja un desplazamiento de conceptos.

Pero, ¿cuáles son las implicaciones de este desplazamiento? Según los investigadores, uno de los peligros es que la expansión de diagnósticos psiquiátricos puede llevar a la medicalización de experiencias humanas normales. Esto no solo puede resultar en un aumento de diagnósticos innecesarios, sino también en el uso excesivo de tratamientos médicos, muchos de los cuales pueden ser ineficaces o incluso perjudiciales.

Medicalización y patologización: convertir lo normal en enfermedad

La medicalización es el proceso por el cual problemas que no eran considerados médicos se redefinen como condiciones médicas que requieren tratamiento. En la actualidad, conceptos como “duelo” y “estrés,” que son respuestas naturales a circunstancias difíciles, están siendo cada vez más vistos a través del lente de la patología.

Un ejemplo clave de esta tendencia es el controvertido diagnóstico de “trastorno de duelo prolongado” (TDP). Este término se ha utilizado para describir a personas que continúan experimentando un duelo intenso más allá de lo que algunos consideran un periodo “normal.” Sin embargo, los críticos argumentan que definir el duelo como un trastorno mental trivializa una parte natural y necesaria de la experiencia humana. Además, abre la puerta a la intervención farmacéutica, con empresas y médicos que promueven el uso de medicamentos para tratar lo que se percibe como una “adicción” al duelo.

El estudio de Baes y sus colegas también destaca cómo términos como “estrés” y “preocupación” han sido cada vez más asociados con el lenguaje clínico en textos tanto académicos como populares. Esto sugiere que estas experiencias están siendo vistas cada vez más como problemas médicos que requieren intervención, en lugar de reacciones normales a las dificultades de la vida.

Impacto social y cultural: La psiquiatrización de la sociedad

El impacto de estos cambios va más allá del ámbito médico; tiene profundas implicaciones sociales y culturales. A medida que más personas comienzan a ver sus emociones y comportamientos normales como trastornos médicos, se produce un cambio en cómo la sociedad en su conjunto entiende la salud mental.

Este fenómeno, a menudo descrito como la “psiquiatrización” de la sociedad, puede tener efectos adversos en la identidad personal y en la manera en que las personas se relacionan con sus propias emociones. Los críticos argumentan que la sobreidentificación con diagnósticos médicos puede llevar a las personas a verse a sí mismas como intrínsecamente defectuosas o incapaces de enfrentar los desafíos de la vida sin intervención médica. Esto puede socavar la capacidad de las personas para desarrollar resiliencia y autoconfianza.

Además, la tendencia hacia la medicalización puede distraer la atención de soluciones más holísticas y socialmente orientadas para los problemas emocionales. En lugar de buscar apoyo en la familia, los amigos o la comunidad, las personas pueden sentirse inclinadas a depender de profesionales médicos y medicamentos para manejar su angustia. Este enfoque individualizado no solo puede ser ineficaz, sino que también puede alienar a las personas de las formas más naturales y comunitarias de apoyo emocional.

La influencia de las redes sociales y la cultura popular

El papel de las redes sociales, especialmente plataformas como TikTok, también es significativo en este contexto. Las redes sociales han contribuido a la popularización de ciertos diagnósticos y a la glamorización de trastornos mentales raros, especialmente entre los jóvenes. Por ejemplo, se ha observado que algunas adolescentes se identifican con trastornos de alimentación o comportamientos autolesivos promovidos por influenciadores en línea, lo que refuerza la patologización de experiencias normales como la ansiedad o la tristeza.

Empresas con fines de lucro, como Cerebral, han capitalizado esta tendencia utilizando plataformas como TikTok para dirigirse a adolescentes vulnerables, promoviendo diagnósticos y tratamientos médicos para preocupaciones comunes relacionadas con la apariencia física y el peso. Este enfoque no solo es éticamente cuestionable, sino que también refuerza la idea de que las dificultades cotidianas deben ser tratadas con intervención médica, en lugar de abordarse a través de cambios en el estilo de vida o el apoyo emocional.

Hacia una comprensión más matizada de la salud mental

Los hallazgos de Baes y sus colegas subrayan la necesidad de una reevaluación crítica de cómo entendemos y categorizamos la salud mental. Si bien es importante reconocer y tratar los trastornos mentales graves, también es crucial evitar la patologización excesiva de las experiencias humanas normales. Esto no solo requiere un cambio en la forma en que se enseña y practica la psiquiatría, sino también un esfuerzo concertado para educar al público sobre la diferencia entre emociones y comportamientos normales y aquellos que verdaderamente requieren intervención médica.

En última instancia, el desafío es encontrar un equilibrio entre la comprensión de las dificultades emocionales como parte de la experiencia humana y la necesidad de intervención cuando sea necesario. Para lograr esto, es esencial adoptar un enfoque que valore tanto la resiliencia individual como el apoyo social y comunitario, en lugar de depender exclusivamente de soluciones médicas para resolver problemas que son inherentemente parte de lo que significa ser humano.

Referencia:Baes, N., Haslam, N., & Vylomova, E. (2023). Semantic Shifts in Mental Health-Related Concepts. In N. Tahmasebi, S. Montariol, H. Dubossarsky, A. Kutuzov, S. Hengchen, D. Alfter, F. Periti, & P. Cassotti (Eds.), Proceedings of the 4th Workshop on Computational Approaches to Historical Language Change (pp. 119-128). Association for Computational Linguistics.