Una vez atravesado el espejo, el duelo empezó a estar más cerca. Le dí más importancia a publicaciones que antes había pasado por alto, entendía más y mejor el proceso por el que pasan las mujeres cuando pierden a un bebé que se está gestando, conocí más de cerca las dolorosas pérdidas que habían vivido algunas de mis más queridas mamis blogueras.
Y, aunque estaba ahí y había comenzado a ver el camino, nunca me imaginé que me podía pasar a mí. ¿Por qué? ¿Si yo había engendrado y parido dos hijos sanísimos sin ningún problema y sin sufrir ningún aborto antes?
Y en mayo del año pasado (en breve hará un año ya), entré en el mundo del duelo gestacional y perinatal de lleno, de morros, cuando después de un pequeño sangrado me confirmaron que mi embarazo había acabado cuando apenas acababa de empezar. Lo bueno es que entré "en buena compañía", sabiendo algo ya y guiada por mamis y compañeras en el camino.
Me dejaron el precioso libro "Las voces olvidadas" y aunque en él encontre consuelo y solaz había dos cosas que no dejaban de rondarme la cabeza:
- Por un lado, uno de los duelos insospechados que dan título al post de hoy. Parecía que todas las madres que hubieran pasado por la penosa experiencia de un aborto o la muerte de su bebé lo hubieran hecho en su primer embarazo.
No veía reflejadas en esas experiencias allí contadas la tremenda sensación de "traición corporal" que yo viví en aquellos momentos. ¿Por qué mi cuerpo que había engendrado, gestado y parido a dos niños preciosos fallaba ahora? ¿Qué había pasado?
Yo me había sentido fuerte y poderosa siempre en ese ámbito, había confiado en mi útero, me sentía ahora perdida en un mar de inseguridades. - Por otro lado, el segundo duelo insospechado. El de encontrar que en algunas comunidades virtuales el hecho de sufrir un aborto por saco anembrionario o "huevo huero" era vivido com algo "de segunda". Si en realidad no había habido bebé, pues tampoco era tanta la pérdida. :-(
De nuevo me encontraba perdida, confusa, falta de referencias o de personas que me pudieran acompañar en el camino.
La vida quiso llevarme a un tercer duelo insospechado. El más doloroso de todos. El de acompañar a mi Pequeña Flor hasta su último suspiro dentro de mi útero. Un duelo insospechado porque se nos presentó en el mismo momento en que pretendíamos librarnos de los miedos que nos atenazaban en este cuarto embarazo, en esa eco de las 12 semanas que pensabamos enseñar orgullosos a amigos y familiares. Fue cuando nos dieron la terrible noticia de que algo iba "muy mal" y empezó el penoso camino del duelo.
Un duelo insospechado también porque fue un duelo en vida. Un duelo, llanto y tristeza por una bebita que todavía latía en mi interior pero cuyos días estaban inevitablemente contados. Un duelo insospechadamente lleno de alegría porque cada día que mi Pequeña Flor nos acompañaba era una experiencia que atesorábamos, agradecíamos y disfrutábamos.
Un duelo insospechado porque estuvo lleno de aprendizaje interior, sobre mí misma, mi familia, mi marido, los cambios experimentados por, para y gracias a la maternidad. Un viaje interior lleno de emociones y fatigas, pero, en el fondo, una aventura que no me hubiera perdido por nada del mundo.
Un duelo insospechado también porque estuvo lleno de amor, casi más amor que dolor. Porque el pequeño corazón de mi Pequeña Flor tocó a cientos de personas que no dudaron en hacernoslo saber y en hacer llegar todo su cariño, amor y abrazos virtuales. Un duelo insospechadamente acompañado por una gran tribu virtual conocida y anónima cuyo aliento continuado me daba fuerzas cada día para seguir adelante.
Y aquí termina, de momento, mi recuento de duelos, duelos insospechados y duelos contados por y para el Carnaval de Blogs sobre el Duelo Gestacional y Perinatal, creado por Mónica Ávarez con el objetivo de difundir desde una imagen positiva nuestras reflexiones acerca de la pérdida en el embarazo y parto.
Aquí tienes los links al resto de participantes en este carnaval de blogs.