Revista Opinión

Dulce agonia

Publicado el 28 junio 2018 por Carlosgu82

Tan sólo se quedo ahí parada contemplando como su mejor amiga estaba hundiéndose cada vez más rápido en las profundidades de ese lago congelado sin poder respirar, estaban jugando sobre el delgado hielo cuando se abrió una enorme grieta y una de ellas cayó al agua.

No hizo nada por salvarla, únicamente se limito a observar cada minuto de la extensa agonía de su amiga, como si fuera el espectador de una película de Stephen King, miraba con sadismo y gusto a través de la fina capa del hielo como si fuera una gran pantalla de cine, del otro lado estaba su amiga representando la escena donde estaba ahogándose golpeando con sus puños el otro lado de la pantalla echa de una delgada capa de hielo para quebrarlo y poder respirar, pidiéndole ayuda a gritos mientras tragaba agua.

Las burbujas del poco aire que le quedaba en sus pulmones se rompían al estallar contra el hielo, sus manos ya estaban sangrando por los golpes, sus labios ya no eran rosados sino morados, su piel ya estaba pálida mostrando los últimos minutos que le quedaban de vida.

Al sentarse sobre el hielo vio que su amiga luchaba cada vez menos, así la observo por unos largos diez minutos hasta que solo puso la palma de su mano del otro lado del hielo, y mirándola fijamente se despidió de ella hundiéndose en las profundidades de aquel lago, hasta que la perdió  de vista.

Pasaron alrededor de 10 años, en un invierno ella se encontraba patinando tranquilamente con uno de sus hijos en ese mismo lago, pero en un momento la hojilla del patín del niño rompió la delgada capa del hielo haciendo que este cayera en el agua, pidió ayuda a gritos pero nadie la escucho, pues ella estaba sola con el niño en ese momento.

Esta vez hizo todo lo posible por salvar a su propio hijo, el hielo hacia que ella se resbalara no tenia de donde agarrase, al niño lo tenía agarrado por un brazo con su mano pero él seguía hundiéndose cada vez más rápido, estaba paralizado por el frio del agua, no hablaba, sus labios estaban ya morados, su piel ya mostraba su inminente muerte, fue cuando el niño soltó la mano de su madre y su hundió en esas gélidas aguas.

Lo irónico de toda esta historia es que al sacar el cadáver del niño vieron que tenía una marca de cuatro dedos en su tobillo derecho.


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