Me pasa José Ramón Ayllón el siguiente comentario a una reciente publicación de Editorial Palabra:
"Él trabaja a disgusto en una empresa. A ella, perfeccionista, le supera
la casa. Sus tres niños sufren la frustración de ambos. Hasta que un
trágico accidente obliga al marido a quedarse en casa, y a su esposa a
ganar dinero fuera. Entonces, al invertirse los papeles, desaparece el
desencanto. Él empieza a conocer realmente a sus hijos y se revela como
un magnífico padre. Ella puede desplegar sus muchas cualidades en su
nuevo trabajo, hasta duplicar el antiguo sueldo de su esposo. Para los
niños se abre también una nueva vida, en la que disfrutan realmente de
sus padres. En pocos meses, cinco seres insatisfechos durante años han
logrado que florezca su auténtica personalidad, en un clima de servicio
mutuo, cariño y confianza.
No estamos ante una historia dulzona,
sino dramática, inteligente y muy entretenida, que pone de manifiesto
la importancia de las segundas oportunidades, la dificultad de entender
cabalmente a los demás, el peligro de juzgar y encasillar a las
personas, así como la poesía del trabajo en casa. Dorothy Canfield
nos da –sin pretenderlo- una simpática lección de psicología y
pedagogía, ilumina el arte de las relaciones familiares y laborales, y
aborda problemáticas tan actuales como la conciliación y la
responsabilidad social de la empresa. Por eso sorprende que Dulce hogar, The Home-Maker, fuera publicada por primera vez en 1924. Un nuevo acierto esta elección de Ediciones Palabra, y una gran traducción".