En la creencia de aislar a nuestros hijos de todo lo malo que hay en este mundo, les presentamos un mundo dulcificado, donde todo es perfecto, alejándolos del espíritu crítico, de enseñarles a pensare por ellos mismo, poniendo en duda cada dogma que se les presenta y así darles la oportunidad de poder elegir.
La crítica, el querer saber y contrastar, el tener ideas propias, es algo que le estamos robando, aún sin esa intencionabilidad, provocándoles indefensión ante el mundo que se les presentará.
Porque vivimos en un mundo que puede ser muy cruel, quien no perdona fallos, te golpea, pero en el que tenemos que seguir de pie, por nuestras propias ideas y objetivos, exclusivamente nuestros y de nadie más.
No podemos dejar que otros decidan por ellos, por nosotros, que nos digan lo que pueden o no pueden hacer, solo para que los de siempre estén cómodos viviendo sus vidas a costa de la ignorancia.
Por eso la sociedad pomposa que estamos formando les deja en indefensión ante los graves problemas que se presentan y se presentarán en este planeta, en el que todos debemos poner el máximo para que mejore generación tras generación.
Estamos educando a nuestros propios seres queridos, es más, estamos autoeducándonos nosotros mismos, creando una burbuja, un caparazón, una barrera de contención ante criticas, problemas globales y problemas propios.
Esto provoca que recurramos a lideres que nos prometen solucionar nuestros problemas, que nos dicen que lo que hay es lo mejor que puede haber, sin contrastar lo que dicen y hacen y, peor aún, sin saber que somos los únicos capaces de resolver nuestros propios problemas, lo de esta sociedad que necesita un punto de realidad.