Revista Maternidad

Duna y La Luna

Por Cuchu
Duna y La Luna

En el patio del colegio Duna se acerca a sus amigas que están hablando de sus mamás…


-Mi madre hace una tarta de ciruelas ¡de relamerse hasta los dedos!, mañana me voy a traer una para invitaros porque es mi cumple. ¡Os va a encantar! –relata Berta relamiéndose.

-Qué suerte tienes, la mía es un desastre en la cocina jaja; pero me encanta ir con ella de compras ¡parecemos amiguitas! –dice Noelia con cara de osito amoroso.

-Yo no puedo estar con mi madre, pero es la más hermosa de todas las madres – contesta Duna a sus amigas con cierta melancolía.

Sus compañeras de clase se quedaron mirándola sin entender qué quería decir Duna. Le preguntaron por qué no podía estar con su madre, a lo que la pequeña contestó:

-Mi madre es La Luna, por eso no puedo estar con ella. Tiene que estar en el cielo cuidando a las estrellas.

¡Jajajajjaa! ¡Jajajajaa!

Se sintió tan mal cuando sus amigas empezaron a reírse de ella, que no quiso seguir hablando. Se fue a un rincón del patio bastante enfadada con ellas.

****

El dormitorio de Duna está decorado de forma muy sencilla. Una cama, mesita de noche, un gran arcón lleno de juguetes, algunos estantes llenos de muñecas y en la pared que está frente a la ventana hay un espejo, en el que se refleja La Luna por las noches. Justo al lado del espejo, hay una mecedora, en la que está sentado su padre, como cada noche, a punto de leerle un cuento. Antes de que empezara a leer Duna le contó lo del colegio.

-Hoy mis amigas se han reído de mí por decirles quien es mi madre. Después en clase se lo han contado a la señorita, ¿sabes que ha pasado?, me ha dicho que tengo demasiada imaginación, y que sería mejor que fueras a hablar con el psicólogo del colegio. ¿Por qué me engañas? Me siento una tonta. – Duna lloraba desconsoladamente mientras hablaba.

-Cariño no te cuento mentiras. La Luna es tu madre… Hace unos años quiso ser humana y aunque le estaba prohibido, ella desobedeció transformándose en una bellísima joven. Yo la encontré un poco desorientada a las afueras del pueblo, me enamoré de ella nada más verla. Yo no sabía que era La Luna y ella tampoco me lo dijo. Viajamos juntos porque estaba deseosa de conocer nuestro planeta… ella se enamoró de mí y nos casamos, al año de nuestra boda naciste tú preciosa Duna.

-Y mientras ella estaba aquí abajo ¿nadie se dio cuenta que no había luna? – preguntó la niña cada vez más curiosa.

-No se dieron cuenta porque una estrella pequeña se transformó en luna para ocupar su lugar; pero eso no duró siempre, cuando tú cumplías tu primer añito de vida, el Sol descubrió el engaño de La Luna. En ese momento, tú madre me contó quien era en realidad. Suplicó que la dejaran aquí contigo; pero fue obligada a tomar su lugar y como castigo le quitaron el poder de transformarse en humana. Si hubiese pedido permiso nada de esto habría pasado.- El padre de Duna no pudo evitar las lágrimas al relatar la historia. Dio un beso a su hija y lanzó otro a La Luna por la ventana.

****

La pequeña Duna, como cada noche, miraba el reflejo de La luna en el espejo, su padre lo puso ahí para que su madre pudiera verla dormir. Se dormía soñando con ella.

Duna soñaba que se encontraba en un gran campo de amapolas blancas, miró al cielo y vio descender hacia ella a la mujer más bella de todas. Su pelo era de plata, su vestido blanco y vaporoso, “estoy soñando y nada de esto es real” pensada la pequeña en su sueño. La mujer le dio un beso en la mejilla y con una voz angelical le dijo: “sí, estás soñando, pero yo soy real, soy tu madre… sólo puedo ser humana en tus sueños”. La niña se abrazó a su madre pensando “ojalá no me despierte nunca”.

A la mañana siguiente le contó a su padre el sueño…

-Cariño cuanto me alegro, yo la sueño cada noche. Me dijo que cuando estuvieras preparada se aparecería en tus sueños. Ahora podrás verla siempre que quieras mientras duermes.- Contestó su padre emocionado y contento.

-Hola Lunita- saludó Fidel en tono burlón al entrar al colegio.

A Duna no le importaba, ella sabía que era una niña especial. Se sentía muy afortunada por ser hija de La Luna.

Ahora Duna se veía en sueños cada noche con su madre. La Luna le contaba preciosas historias de estrellas y soles, de planetas donde todo cambiaba de color constantemente. En uno de sus sueños la llevó al planeta de las mariposas, era majestuoso verlas revoloteando y formando bellísimas imágenes de colores. Solían pasar mucho tiempo abrazándose… hasta que despertaba.

****

Una mañana, la señorita les dijo que debían llevar arcilla, iban a preparar un regalo para el día de la madre. Duna se sintió feliz, y le hizo a su madre una luna preciosa, pintada con purpurina plateada. El viernes se la llevó a casa y se la enseñó a su padre.

-Cariño ¿cómo vas a entregársela?, no puedes meter el regalo en tus sueños- explicó su padre con mucho cariño.

- Tienes razón, lo pondré pegado en el espejo, para que pueda verlo desde el cielo. Además soñaré que se lo entrego, así será como si le entregara el de verdad.- Al terminar de decir esto Duna lloró.

-Duna hija ¿por qué lloras?

- Es precioso soñarla cada noche papá… ¡Pero la necesito tanto! ¡Necesito que sea real!

Esa noche Duna se asomó a la ventana con su regalo en la mano… miraba a su madre, ¡tan hermosa!, ¡tan inalcanzable! Resbaló una lágrima de sus ojos, yendo a caer encima de la figurita de purpurina, el regalo de su madre… La Luna brilló más que nunca, como queriendo animarla.

En el sueño de esa noche su madre le preguntó -“mi vida porqué llorabas en la ventana”-. Duna le dijo que la necesitaba mucho durante el día… “No eres real mamá, eres un sueño, ¡te necesito tanto!, quiero verte de día, como cualquier otra mamá”. La Luna sintió mucha tristeza por su hija.

****

El sábado su padre la llevó al parque de atracciones, y su amiga Noelia la acompañaba… se lo pasó muy bien, estaba deseando que llegara la hora de dormir, para contarle todo a su madre en sueños. Volvió a casa cansadísima y cargada de recuerdos de ese día. Cuando por fin llegó la hora de acostarse, su padre le contó un cuento y se quedó dormida enseguida.

Estaba en su sueño, fue al campo de amapolas blancas a esperar a su madre... esperó y esperó; pero La Luna no estaba en el cielo, y tampoco bajó a abrazarla… Se despertó mirando a la ventana… “hoy es el día de la madre y no he podido darle el regalo ni siquiera en sueños, no ha venido a verme”, pensó Duna un poco triste.

-Felicidades mamá – dijo muy bajito Duna. Sintió un beso en la mejilla, era su madre…

-¡Mamá! Eres real… no estoy soñando.- Exclamó incrédula.

-¡Cariño!, a partir de ahora podré ser humana durante el día, el Sol me ha perdonado, tus lágrimas le han enternecido. Ahora estaré contigo desde que sale el Sol hasta que se vaya.

Duna lloraba de alegría, su padre lloraba de alegría y La Luna lloraba de alegría… hasta yo que escribí este cuento estoy llorando de alegría. Ya nunca más tuvo tristeza ni echó de menos a su madre.

Duna es muy afortunada. ¿Qué os parece?
…Y naranja anaranjado, este cuento ha terminado. ¿Os ha gustado?
*Cuchu*

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