A finales de mayo de 1940, las tropas alemanas consiguieron empujar a los ejércitos británico y francés hasta el mar gracias a la táctica de la "Blitzkrieg" o "Guerra Relámpago", que les permitió romper la línea Maginot y arrinconarles en las playas de Dunkerque.
Esto puso en marcha la llamada "Operación Dynamo" que, durante una semana buscó el rescate de dichas tropas atrincheradas en Dunkerque, movilizando a 846 buques de todo tipo, incluidos mercantes civiles y embarcaciones de recreo, mientras la artillería, la aviación y los submarinos alemanes convertían la retirada en una pesadilla.
La historia es (o debería ser) conocida. El argumento no es novedoso, pero el punto de vista de Christopher Nolan siempre es interesante. Estábamos habituados a películas de guerra donde priman las hazañas bélicas, el heroísmo mártir de los soldados sacrificados en pos de una causa noble, mientras la banda sonora va en un crescendo entre el fragor de los cañones y las banderas raídas.
Pero Dunkerque no nos habla de eso. Nolan nos cuenta otras historias. Una de unos soldados/niños de infantería que están asustados y sólo sienten vergüenza y ganas de irse a casa. La de unos pilotos que son los únicos soldados profesionales, que empujan su actuación hasta el límite al que pueden llegar, y la historia de unos civiles que, empujados por unas circunstancias extraordinarias (la definición de todas las guerras), toman la iniciativa y se convierten en los verdaderos héroes. Paradójico como la vida misma
Porque creo que si en algo es especialista Chris Nolan, es en dotar de realismo a las situaciones más increíbles, como la ciencia ficción, o más surrealistas, como en este caso, una guerra. Dunkerque es una lección de historia, no por lo que cuenta, que ya lo sabíamos, sino por cómo lo cuenta, que nos lo hace real y entendible.
Para ello, el director usa sus armas. Quizás, el mayor truco resida en su utilización del tiempo, o más bien de los tiempos, diferentes para cada ángulo de la historia, contada desde tierra, mar y aire, y que acaban confluyendo como en esos mágicos rompecabezas que ponen sello a la obra de su director y guionista. Para lograrlo tiene que hacer un verdadero alarde en el montaje, lo que consigue sin inmutarse, acompañando la banda sonora, y haciendo que sigamos las tres historias paralelas, sin perder un momento el interés durante los 106 minutos de su metraje.
A todo ello hay que sumar la simbología siempre implícita en el cine de Nolan, como en ese planeo final de un avión llevado al límite, sin que sepamos si lo conseguirá o no. Todo tiene un sentido, nada está por estar, las miradas de Cillian Murphy, las sentencias de Mark Rylance, la templanza de Kenneth Branagh, los silencios de los soldados, la madurez del hijo del capitán del barco... nada sobra, todo tiene un por qué.
No voy a terminar diciendo que Dunkerque es una película grandiosa, porque eso depende del gusto de cada cual, pero sin duda es una gran película. Es la historia de una derrota transformada en victoria. Es una película que entretiene, que te permite ver combates de Stukas contra Spitfires a la vieja usanza, aunque aquí solo sean una anécdota.
Es una película que instruye, que emociona y que engancha de principio a fin.
¿Qué más se puede pedir?