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Tres narraciones paralelas en torno a la batalla de Dunkerque durante la 2ª guerra mundial hiladas de manera desigual pero muy acertada para mostrar el agobio sumo del soldado tratando de sobrevivir porque la guerra poco tiene de épica y sí bastante más de horror y asfixiante agonía. Nolan demuestra toda su pericia como director en una filmación sin protagonista concreto, sin acento en lo emotivo, sin visceras ni sangre, sin los alardes técnicos de películas anteriores pero que no te da un respiro y te hace sentir transportado, vulnerable, aterrorizado y próximo a todos los personajes. Un peliculón en toda regla.
Estaremos todos de acuerdo con que si algo, a parte de entretenerte, te hace pensar o genera debate merece la pena ¿no? Bueno pues salí de “Dunkerque” a parte de zarandeado e impactado con muchas ideas bullendo en mi cabeza y con ganas de hablar de cine y de la guerra.
Para empezar me dio por pensar en lo mucho y rápido que va cambiando la sociedad y con ella el cine o al revés. Ésta es una película ambiciosa, de un director que piensa en el público pero también en hacer cine “a lo grande”, hay detrás una gran productora como Warner Brothers y no nos engañemos, con esos mimbres, hay dos objetivos desde la producción, hacer caja y ganar premios.
Hace un tiempo, quizás no tanto, eso hubiera exigido un reparto importante, un tipo de narración fílmica muy concreto idealizando la historia y además se le habría dado al argumento un tono más épico y seguramente se hubiera resaltado las figuras de los soldados como héroes. La producción y el público exigían otro tipo de cine, pero todo va cambiando. “Dunkerque” tiene poco de todo eso para acomodarse a las nuevas exigencias, no tiene un mal reparto, pero su figura quizás más reconocible (Tom Hardy, obviando al cantante Harry Styles) se pega casi toda la película detrás de una máscara; la narración es compleja y busca sobretodo el realismo y aunque no se esquiva la figura del héroe, los protagonistas sobretodo se dedican a eso tan humano y tan poco reseñable que es sobrevivir sin más en un ambiente hostil. Por así decirlo las películas bélicas de antes tenían casi todas un formato clásico y argumentos épicos e idealizados y ésta tiene un formato grandilocuente (épico) y es una experiencia epatante, realista y en cierto modo desmitificadora.
No es que “Dunkerque” inaugure este tipo de cine, pero en cuanto al género bélico es uno de los mayores logros que recuerdo en eso que me parece tan importante que es demostrar que el enemigo no es tal o cual país, el enemigo es la propia guerra (ahora mismo recuerdo también “Senderos de gloria” o “La delgada línea roja” aunque hay muchas más), algo que por suerte parece que ya han aprendido (o así lo quiero creer) la mayoría de países más avanzados cultural y socialmente. Para dejar claro que lo que hay que evitar es la guerra y para demostrar que la 2ª Guerra Mundial fue lo que fue, lo que hace Christopher Nolan es aprovechar su pericia técnica para introducirnos literalmente en el escenario donde se desarrolla la acción y dejarnos sin aliento durante algo más de hora y media en una de esas experiencias fílmicas que te dejan completamente noqueado. El aparato técnico es impresionante y cosechará nominaciones (hablo del magnífico montaje, el cuidadísimo diseño de producción, un sonido envolvente que te hace estar en el campo de batalla, esa fotografía sombría de cielos casi siempre nublados y plomizos o una banda sonora que, como en todas las películas de Nolan te remueve en tu butaca, de nuevo firma Hans Zimmer)
El escenario escogido es la batalla de Dunkerque, cuando miles de soldados en su mayoría británicos y franceses quedaron rodeados a merced de los nazis en una playa francesa sin posibilidad de ser rescatados con celeridad. He leído que Hitler pudo acabar con todos ellos, pero que dio orden de no atacar, cometiendo quizás uno de sus peores errores estratégicos; pero evidentemente esos soldados que allí estaban no lo sabían y muchos espectadores no lo sabrán, así que Nolan lo aprovecha para crear un angustioso clima de tensión desde el minuto uno de su película hasta el final.
La narración utiliza un curioso y recurso que no recuerdo haber visto nunca: se divide en tres historias que comienzan una semana, un día y una hora antes del desenlace con lo cual a lo largo de la película vamos saltando adelante y atrás en el tiempo con la tarea de montar en nuestra cabeza el puzzle del argumento (aunque tranquilos, que no es nada complicado). Sin embargo lo esencial realmente no es la historia que se nos cuenta, sino vivir la impactante experiencia de los acontecimientos con lo cual la película se emparenta con un nuevo género que se ha ido desarrollando en el cine actual y en el que lo que importa es que el espectador viva en la sala de cine (y os aseguro que no se puede disfrutar igual en casa en una pantalla más pequeña) una experiencia única, podríamos llamarlo "cine inmersivo". Fijaros que estos últimos años hemos visto varias películas así con historias que se pueden contar en tres líneas, pero que te hacen pasar dos horas de máximo impacto (se me ocurren por ejemplo “El renacido”, “Gravity”, “Apocalypto” e inaugurando este tipo de cine “Salvar al soldado Ryan” cuya primera escena ha influido muchísimo en el cine actual).
“Dunkerque” no nos explica cómo se llegó a ese capítulo de la segunda guerra mundial , de hecho arranca con un grupo de soldados de los que no sabemos nada huyendo de los nazis, con un hombre y dos chavales que se lanzan a la mar con su pequeño barco decididos a no se sabe que acción de salvamento y con un grupo de aviadores a la caza de stukas nazis. La película sólo cuenta la semana, el día y la hora de estos personajes, es pura acción, “sólo” una experiencia impactante. Nos invita a vivirla con ellos y nos hace sentir que están en un infierno del que cualquiera querría salir y Nolan lo consigue porque hay una puesta en escena y un trabajo técnico tras la cámara absolutamente monumental y a diferencia de otras películas suyas “invisible”, sin alardes, tratando de ser únicamente efectivo para que todo resulte realista y veraz.
Pero lo mejor, ya digo, es que a parte de ser una experiencia impactante, dos horas de asfixiante suspense, de peligro en ciernes, de vuelos de aviones y bombas que te dejan sordo, de balas que te pasan haciéndote la raya en el pelo (aprovechad para ir a un cine con buen sonido), de angustiosa lucha por seguir vivo ( y lo que es más curioso, sin ver ni una sola gota de sangre ni a ningún enemigo, que inquietante es no ver a tu enemigo, tenéis que recuperar “La patrulla perdida” del maestro John Ford) esta película te da que pensar.
Hace unos días discutía con amigo si es necesaria la absurda muerte (no digo cual) que tiene lugar en la película. Mi respuesta es que sí. A parte de dejar claro que el verdadero enemigo es la guerra hay algo más y es que en el (y hoy lo sabemos, pero entonces no) absurdo deseo por convertir la guerra en algo necesario y a sus combatientes en héroes (quizás porque no hay otra forma de compensar a quien ha luchado y ha visto tanto horror o a quien ha muerto), la sociedad (aquella sociedad, aunque pido que no pase la actual por el trance porque terminaríamos haciendo lo mismo) ensalza a la categoría de héroe quizás a quien menos lo es para aliviar el remordimiento ético de las muertes en el campo de batalla. Creo que al final de la película es evidente que luchar por sobrevivir en algo tan monstruoso como fue la 2ª guerra mundial no debería ser deshonroso, que seguramente terminan en los periódicos como héroes quienes menos lo son (lo que son son víctimas de ese terrible mal del ser humano de no saber solucionar sus problemas con diálogo) porque es la única manera de dar sentido a sus muertes y que, es posible, que quien sea de verdad un héroe nunca sea reconocido. Respecto a esto último ya lo decía Unamuno, existe una “intrahistoria”, una historia no oficial, nunca escrita, la de todos aquellos que hicieron cosas memorables pero nunca recogió un texto o un periódico.
En fin, ya digo, experiencia impactante, hora y pico intensa y emocionante, una película que cualquiera puede darse cuenta de lo bien hecha que está, del trabajo que hay detrás y encima te da que pensar = PELICULÓN