
El figurante de los dos lienzos no es otro que Francisco Gómez de Sandoval Rojas y Borja, 1er Duque de Lerma, quien fue valido del rey Felipe III entre 1599 y 1618, un rey que, tal y como en su día lo describiría Felipe II (su padre), "era poco dado a interesarse por los asuntos de Estado".
Siempre se dijo que quien no conociera su historia sería condenado a revivirla, y esto es algo que puede verse con el fenómeno de la dilatada corrupción que, en los diferentes estratos de la política y de nuestra historia, sufrimos en nuestro país y en cuantos en su día fueron territorios de ultramar.
El cabeza de la familia Sandoval, conocida por ocuparse de la custodia de Juana «la Loca» en Tordesillas , fue acusado de orquestar una de las mayores redes de corrupción de la historia de España, cimentada en un sistema de clientelismo y de venta de cargos públicos.
Por tal motivo Rodrigo Calderón de Aranda, su mano derecha, fue condenado y ajusticiado en la Plaza Mayor de Madrid.
Al Duque de Lerma le salvarían su repentina vocación religiosa y el favor del Rey, que nunca dejó de apoyarle. «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado», rezaba una copla que corrió por Madrid cuando se refugió en el clero para protegerse. Y es que el clero, al igual que hoy nuestros representantes políticos, estaba aforado.
Muchos fueron los "pecados" de corrupción de este sujeto, aunque destacaría, de entre todos ellos, el de promover el cambio en la ubicación de la capital del reino desde Madrid hasta Valladolid, tras convencer al Rey, además de, en tan sólo seis años, regresarla a Madrid.
En ambos procesos, el de ida y el de vuelta, el duque de Lerma se enriqueció con las previas y especulativas compras de terrenos, cuya venta posterior le llevaría a ser el hombre más rico del imperio.
