Revista Cultura y Ocio
La vida está llena de encuentros insustanciales, hasta que el azar te propone una opción que si la rechazas, el inepto eres tú. Hablo de un tipo que, sin ser mi tipo, llegó para quedarse. Está hecho de piedra y dulzura a partes iguales, complicado como todos, pero con afán de crecer en medio de la tormenta. Es explosivo y de mecha corta, pero humilde al reconocer que ningún escombro merece la pena. Lo quiero en mi equipo, aunque da igual, si me venciera, no me remataría. Sabe respetar y por eso lo respeto. Busca lo que le falta sin faltar, pero arde si le das fuego fatuo. No es fácil ver lo que nadie ve. La lealtad no está de moda y él está totalmente anticuado. Bendita inocencia. Somos familiares sin árbol genealógico. Siempre pensé que los parientes más queridos son los que se quieren, sin necesariamente tener el mismo apellido, aunque en este caso, por una rara casualidad, sí lo tenemos. Lo que él tiene a mí me falta. Es duro y leal. Aunque en vez de ser el que no rehúye cualquier pelea, desearía encontrar abrazos.
Aquí está el mío.