Daniel de Pablo Maroto, ocd
Convento de La Santa-Ávila
El retorno del mes de noviembre recuerda a los carmelitas descalzos una fecha importante en su historia: que un día 28 un pequeño grupo de frailes carmelitas iniciaron en un pueblecito de la provincia de Ávila, Duruelo, una aventura espiritual que todavía perdura en la Iglesia católica, la Reforma de la orden del Carmen: los “Carmelitas contemplativos apostólicos”, título que les dio el general de la orden, el P. Rubeo. Un año más quiero compartir la hazaña con los lectores y admirar a aquella generación de cristianos que crearon un sistema de vida religiosa que tanta gloria ha dado a la Iglesia y a la civilización occidental. El momento histórico en el que nació la nueva escuela de espiritualidad era propicio ya que desde los comienzos del siglo XIV la Iglesia y la misma civilización occidental tuvieron conciencia de comenzar una época “Nueva”.
1 – De fondo, la mentalidad utópica
Es necesario conocer el escenario de la Iglesia católica en el siglo XVI para comprender la hazaña de la reforma de la orden del Carmen por un pequeño grupo de religiosos carmelitas en Duruelo. Aludo, en primer lugar, al escenario creado por la “mentalidad utópica” que vive Europa y España porque algo de ese “ideal” influyó en las “reformas” espirituales del momento, también en la Reforma del Carmelo. El pensamiento utópico tuvo un eximio representante en Tomás Moro que publicó en 1516 su obra De optimo Reipublicae statu deque nova insula utopia. Su lectura creó la ilusión de vivir en paz en una sociedad martirizada por las guerras por motivos Religiosos tan abundantes en Europa, sin propiedad privada, sin guerras de religión, con libertad de conciencia, etc.; un sueño irrealizable como indica el mismo nombre: ou topos: en ningún lugar. Hubo mentes preclaras del momento, como los obispos Juan de Zumárraga y Vasco de Quiroga, que vieron una posibilidad de iniciar la experiencia en el Nuevo Mundo recién descubierto; pero fue un sueño no realizado.
2 – La situación de la Iglesia en estado de reformas
En ese clima cultural de las utopías surgió el deseo de reformar la vida religiosa que afectó a muchas órdenes en Europa. El movimiento reformista no dependió sólo de los decretos del concilio de Trento, sino que algunas reformas fueron anteriores a su celebración, en España impulsadas por los Reyes Católicos y otras fuerzas vivas de la Iglesia y de las órdenes religiosas. Así fue creciendo el movimiento de las Observancias contra la existencia y vivencia del “Conventualismo. Las reformas afectaron a varias órdenes religiosas como los benedictinos (importante la iniciada desde la abadía de San Benito en Valladolid), jerónimos, y de manera especial a los franciscanos, sin olvidar a los agustinos, mercedarios, dominicos y -¡cómo no!-, a la orden del Carmen con la reforma de los Carmelitas Descalzos
La “configuración” de las nuevas órdenes reformadas tuvo unas características bastante comunes. Por ejemplo, el uso del hábito más estrecho, menos ampuloso; en algunas órdenes se impuso la “descalcez” total, como en la Reforma de los carmelitas; la nominación de “descalzos” es, posiblemente, de origen popular que terminó siendo un título oficial; un tipo especial de tonsura, conventos pobres y pequeños, al menos en su origen (el del Palancar de san pedro de Alcántara fue excesivo en su pequeñez), fundados preferentemente en lugares solitarios. Entre los carmelitas descalzos recuerdo lugares como Duruelo, Mancera, La Peñuela, Pastrana, El Calvario, etc. Impusieron también largas vigilias de oración y contemplación, noche y día; vida sencilla y ascética, pobreza extrema, cultivo de la vida interior, apostolado controlado y reducido, etc. No es extraño que en esos ambientes prosperasen importantes escuelas de espiritualidad y de mística, entre ellas la que crearon los carmelitas descalzos de la Madre Teresa tan importante en el siglo XVII.
Alguna de las órdenes fueron extremistas como la iniciada por san Pedro de Alcántara, tan admirado por la madre Teresa como director de su conciencia en un momento problemático para ella, iniciándose en los caminos de la mística y del que traza un dibujo inmejorable (cf. Vida, 27, 3 y 16, 21). Existieron otros modelos de reforma más moderados.
3 – La vida de los carmelitas descalzos en Duruelo, cuna de su Reforma
Como nota curiosa, recuerdo que Duruelo no es mencionado nunca en el vocabulario teresiano, no acierto a saber por qué, quizá porque no fue de su gusto iniciar la Reforma del Carmelo en un lugar desconocido y en un hábitat tan poco habitable, como de paso para buscar pronto mejor acomodo. No obstante, la vida que iniciaron los primeros moradores de Duruelo encontró la mejor cronista en la historia de la misma narrada en el libro de las Fundaciones a cuyas páginas remito.
Teresa se refiere al lugar como el “Portalico de Belén” (F, 14, 6); ella quiso que viviesen “con moderación”, pero no le hicieron caso: “Quedéme espantada de ver el espíritu que el Señor había puesto allí” (F, 14, 6), significando que algunas de las prácticas impuestas por los primeros “descalzos” no gustaron a la Fundadora Teresa, por ejemplo, la “descalcez” total. Sabemos que algunos frailes atribuyeron la práctica a la Madre Fundadora y consta que rechazó la información diciendo: “Yo siempre lo defendí”, en el sentido de que siempre estuvo en contra de esa observancia. (Cf. carta al P. Ambrosio Mariano, 12-XII-1576, 7: leer todo.). Temió que, por tanto rigor, no entrarían “buenos talentos”; pero la madre Teresa se equivocó porque a la Reforma del Carmelo acudieron gentes de talento, con títulos universitarios y aun miembros de la nobleza.
Los excesos penitenciales se fundamentaron en que los frailes, como “varones”, tenían que aparecer más fuertes que las débiles mujeres. “Les rogué mucho -escribe Teresa- que no fuesen en las cosas de penitencia con tanto rigor, que le llevaban muy grande. Ellos -como tenían estas cosas que a mí me faltaban-, hicieron poco caso de mis palabras para dejar sus obras” (F, 14, 12). ¡Pura ironía! Temía que su Reforma de los frailes fracasara, reconociendo que la fundación de los frailes descalzos -según ella- era más importante que la fundación de las monjas (¡!) (F 14, 12).
Sin duda estaba pensando en el “apostolado” que los frailes podían ejercer, vedado a las mujeres. Por eso aprobó y gozó sabiendo que ellos ejercían el apostolado de predicar y confesar en los pueblos cercanos porque vio que la Reforma del Carmelo masculino no nació sólo para la vida contemplativa, como sus monjas “descalzas”, sino como verdaderos apóstoles; También aprobó su “manera de vivir” de “mortificación y oración” (F 14, 11). Éste es el cuadro primitivo de la reforma de Teresa entre los frailes; son meras líneas de fuerza de esta hermosa construcción del Carmen descalzo iniciada en Duruelo.