eρμαφρόδιτος
Hermafrodito: Las Dos Caras de la Humanidad
Por Norilys Cermeño
"¿Qué sustancia es la vuestra, de qué forma estáis hecho,/Que millares de formas extrañas os circundan?"[1] Con esta pregunta, el Soneto 53 de William Shakespeare captura nuestros corazones desde el comienzo y atrapa nuestra imaginación fuertemente, a medida que el "yo poético" pregunta a su amado "¿cuál es el centro mismo de tu ser?"
Es precisamente la indagación por la sustancia o esencia del amado lo que lleva al lector a la misma pregunta, en búsqueda de la esencia misma de esa persona que inspiró tales deseos tan ardientes de la voz del poema.
No es una pregunta fácil de responder, debo admitir, ya que el poeta en el poema demanda saber sobre la esencia misma o ousia (ousía), como los griegos llegaron a llamarla.
Platón mismo se internó en la búsqueda de esta misma esencia de las cosas a través de sus diálogos, especialmente en el Sofista, y en esa misma forma nosotros también debemos embarcarnos en la misma aventura para poder desenmarañar el verdadero significado o esencia dentro del Soneto 53 de Shakespeare.
Para estar preparados para esta expedición, debemos en primer lugar elucidar el tema de este soneto (el amor, por supuesto) y luego aún más específicamente el tipo de amor al cual Shakespeare hace referencia; ¿cuál es la verdadera esencia a la cual el yo poético estaba tan desesperadamente buscando?
Y entonces surge otra pregunta: ¿qué revela esta esencia u ousía sobre la naturaleza humana? Debido a que el entendimiento que Shakespeare poseía sobre la cultura y el pensamiento griego pudo haberlo llevado a un entendimiento aún más profundo de la naturaleza humana que se ve reflejada en sus obras, esta misma comprensión puede guiarnos a nosotros a la respuesta de esa pregunta que fue formulada al principio del soneto. Y entonces la respuesta a esta pregunta podría simple y complejamente encontrarse en ese elemento hermafrodítico subyacente en el poema, la verdadera esencia que tanto está buscando el poeta, la ousía que despertó ese fuerte sentimiento como lo es el amor.
Pero entonces, surge la pregunta de qué exactamente es el amor o a qué tipo de amor el poeta hace referencia. Como dicta la tradición, los sonetos son textos literarios que lidian principalmente con el tema del amor. Para muchos autores, el amor cortesano o cortés podría llevar a la aceptación, el rechazo o a un final mucho más dramático. Basados en esta tradición, muchos escolásticos proponen como recipiente de este soneto (y todos aquellos que van del Soneto 1 al Soneto 126) a un joven y encantador muchacho de un estrato social más alto que el poeta, cuya belleza le infunde una cualidad andrógina. Otros mantienen que este es simplemente otro soneto inspirado por la Misteriosa Dama Oscura, una mujer misteriosa que es la amante de muchos hombres, pero esto surge simplemente porque no pueden tan siquiera imaginar a Shakespeare escribiéndole un poema de amor a otro hombre.
Cual sea el caso, esta particular lectura de este soneto estaría guiada por la aceptación de este tipo de amor como un amor romántico o eros (eros), el cual es una rama del amor constituido por un deseo intenso y apasionado por algo, un deseo que es frecuentemente considerado como sexual.
Sin embargo, en las escrituras de Platón eros es considerado como un deseo universal que busca la belleza trascendental-esa belleza particular de un individuo que nos recuerda a esa belleza real y verdadera que existe en el mundo de las Ideas.
Este tipo de amor romántico incluye la convención del género en nuestro plano físico, y debido a esto, no parece lidiar con un entendimiento abstracto de la palabra ousía y su naturaleza. Hay otro tipo de amor, sin embargo; ágape (αγάπη), el cual viene a hacer referencia al amor paternal de Dios por el hombre y del hombre hacia Dios a través de la tradición Judeo-Cristiana.
Sin embargo, ágape transciende y va más allá de estas visiones, pues sin lugar a dudas incluye elementos tanto de eros como de philo o φιλία (el cual, dicho llanamente, implica una apreciación y encanto por la otra persona) en el hecho de que busca un tipo de amor perfecto que posee a la vez cierto encanto, cierta trascendencia de lo particular, y una pasión sin la necesidad de reciprocidad.
Puede argumentarse que este es el tipo de amor que subyuga las palabras del Soneto 53, especialmente en el sentido de que esa búsqueda por la ousía de alguien podría llevarnos a una experiencia transcendental que sobrepasa lo físico. Ni un encantador joven andrógino ni una mujer oscura de carácter fuerte serían recipientes suficientes de este soneto de forma tal que podamos entender toda la dimensión de esa primera pregunta hecha por el poeta. Y de esta forma, el lector inicia así una pesquisa respecto a la esencia misma de, no simplemente un amado particular, sino de la misma esencia de cualquier objeto amado.
Esta pesquisa nos conduce al segundo cuarteto del soneto, un panorama bastante superficial del amado enfocado simplemente en la belleza de sus rasgos. Muchos escolásticos parecen inclinados a aceptar la idea de un hombre andrógino, de tal forma que esta belleza pueda ser comparada tanto con la de una mujer (Helena) como la de un hombre (Adonis).
Sin embargo, esta lectura podría no ser suficiente, o ser tan superficial como esa primera impresión que el lector podría llevarse de este cuarteto, dado el hecho de que Shakespeare ha sostenido su fama e influencia por más de 400 años basado en su profunda comprensión de la naturaleza humana. La cualidad andrógina antes mencionada podría ser de hecho una pista acertada que debemos seguir en el análisis del texto cuando el poeta afirmó que la belleza de su amado era el origen o la original, y la belleza de Helena y Adonis son meras copias de ésta.
Un vistazo mucho más concienzudo de la palabra "andrógino" (de origen Latino, pero que combina las palabras "andro" que a su vez proviene del griego antiguo ἀνδρός y significa "hombre"; mientras que la segunda raíz "gino" es derivada de la palabra γυνή que significa "mujer") nos lleva nuevamente a la cultura Griega y al término el cual ellos tenían para la misma palabra: eρμαφρόδιτος o hermafrodito.
Aunque ambos términos podrían referirse a la misma entidad o cualidad, resulta interesante notar cómo la composición del término griego difiere un poco de su equivalente latino. Hermafrodito, de acuerdo con la leyenda contada por el poeta latino Ovidio en su libro Metamorfosis, es el hijo del dios Hermes y la diosa Afrodita, y quien "[...] en su rostro mostró a su Padre y a su Madre y tomó su nombre de ambos"[2] (Libro 4, líneas 289-232). Y de esta forma, tenemos ahora una divinidad que carga con las cualidades tanto de hombres como de mujeres, nacido de dos grandes dioses griegos, la máxima representación de la verdadera naturaleza humana, su sustancia, su esencia... su ousia (ousía).
Es en la existencia misma de Hermafodito que podemos encontrar la clave que descifra el significado oculto de este soneto: la manifestación de un amor que sobrepasa las fronteras del sexo, el género y la identidad sexual, la expresión de una forma aún mucho más pura de amor o ágape... aquella que acepta ambos lados de los seres humanos unidos, el núcleo masculino y el femenino que yace dentro de los corazones de cada uno de nosotros, así como yace en Hermafrodito después de su transformación en "la criatura de los dos sexos" [3] en la que se convirtió.
El poeta en esos versos estaba de hecho alabando la fachada honesta que aquel joven mostró al mundo, las sombras o matices que se tendían sobre él, pero que al mismo tiempo coloreaban "cada bendecida forma que conocemos". Esto es porque la esencia real, esa que subyace, y por ello está oculta de ojos entrometidos, contiene al mismo tiempo una cualidad delicada y amorosa de las mujeres, y una característica fiera y viril de los hombres.
Es solo dentro de esta lectura del soneto a través de la cual podemos comprender totalmente cómo el amado, sin importar si es un joven encantador o una mujer oscura, pero que sin embargo posee un matiz como el resto de nosotros, puede también prestar una pieza de su espíritu a todos y cada uno de nosotros. Como se explicó previamente, es solo a través del total entendimiento y la completa aceptación de los dos rostros dentro de la humanidad, el femenino y el masculino, que el amado al cual se hace referencia en este soneto puede mantener su esencia y al mismo tiempo compartirla con el resto del mundo.
Ser y tener una, dos y expandirla hasta un millón de tonalidades como el estado primario de esencia u ousía, la sustancia que el 'yo poético' estaba tan desesperadamente tratando de alcanzar desde el principio al final del soneto, y así como la misma palabra ousía, no puede ser predicada, pero se manifiesta como una posibilidad... un eterno potencial.
Referencias
Brown, R., 1987, Analyzing Love, Cambridge: Cambridge University Press.
García González, R., (s.f.), Sonetos / William Shakespeare. Tomado de http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/sonetos-15/html/ffe9a362-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html
McDonald, R. (s.f.), The Bedford Companion to Shakespeare: an introduction with documents. Bedford/St. Martin's: Boston, New York.
Moseley, A. (s.f.), Philosophy of Love. Tomado de http://www.iep.utm.edu/love/
[1] Edición y traducción de Ramón García González
[2] Traducción del inglés por Norilys Cermeño
[3] Traducción del inglés por Norilys Cermeño