Publicado el 18 julio, 2013 | por Julio Huete
0E-moción de censura
Sí, ya se que se dice moción de censura y no emoción. Lo cierto es que resulta hasta absurdo tener que hacer este matiz, pero últimamente no sé qué ocurre que no paro de escuchar disparates. Que si hay que sacar un 6,5 para acceder a las becas, que si el presidente del Gobierno responde en lenguaje de alienígena cuando una periodista le pregunta por Bárcenas o, sin ir más lejos, el otro día escuché a una chica, no precisamente refinada (dejémoslo en que podría postularse perfectamente para Gandía Shore), decir “tengo ganas de que sean ya las ERECCIONES generales para poder votar”. Por eso, puestos a decir bobadas, yo también tengo derecho a inventarme el vocabulario.
Pongámonos ya serios. ¿Por qué no es moción? Principalmente por dos motivos: uno, porque en una moción no sólo hay que quejarse sino también plantear una alternativa de gobierno, algo que el PSOE ahora mismo no tiene; dos, porque no tendría los apoyos suficientes ya que el PP, como es conveniente recordar, consiguió una mayoría tan aplastante que le permite hasta escaquearse de dar explicaciones sobre uno de los escándalos de corrupción más grandes de nuestra democracia.
Por tanto, lo único que puede tener todo esto es emoción. Emoción para ambos. A Rubalcaba le emocionaría poder plantear una moción de censura en condiciones, con garantías de éxito. Ya no únicamente por el triunfo, sino para sacar a su partido de esa espiral autodestructiva en la que llevan tiempo atrapados. Por otro lado, resulta evidente que a Mariano Rajoy eso de dar la cara no se lo enseñaron en el colegio, ni en la universidad y mucho menos en su partido. Así que al presidente también le podemos colgar la emoción de censura, porque le encanta censurar. Censura a la prensa (dentro de poco las ruedas de prensa serán por Skype y si no al tiempo), censura dar explicaciones sobre la corrupción de un partido del que es el máximo responsable, censura las manifestaciones porque a la mínima a uno le dejan más feo de lo que por desgracia ya es, censura el aborto, censura la sanidad y la educación pública. En definitiva, censura todo lo que no debería ser censurable y no censura a los golfos y mangantes que tiene ahí dentro.
A quién conviene la moción
A nadie. Ya no sólo hablamos de que en caso de salir adelante la moción no habría ninguna alternativa, sino que precisamente por ello el país quedaría más desestabilizado. Porque si en lo que consiste este juego es en que unos escurren el bulto y los otros amenazan con pistolas de agua entonces estamos asistiendo a un espectáculo sin precedentes e incluso conspirativo si me apuran.
Si España fuese una democracia seria, como se empeña en hacernos creer el presidente del Gobierno, este asunto se llevaría con sensatez: el Gobierno comparecería, daría las explicaciones pertinentes y la oposición haría preguntas concretas y sin divagar. Lo que no puede ser es que hayamos llegado a tal punto de fragilidad democrática que todo se arregla con un desahucio parlamentario. Para eso, mejor crear periodos de prueba en los gobiernos y que haya elecciones cada año. Algo así como un contrato basura para los políticos. O mucho mejor, quizá va siendo el momento de pensar un poco más en el pueblo -que somos los que votamos (o no)- y acabar con la dictadura de los mercados que lleva años machacándonos el cerebro a todos y nos está llevando a la ruina.
Lo único positivo que puede sacarse de este tímido intento de moción, si es que se llega a producir, es que el Gobierno se va a ver obligado a explicar la situación si es que no quiere terminar de cargarse la poca confianza de los masoquistas que hace dos años le dieron la mayoría absoluta. Es un toque de atención que pone entre la espada y la pared a un gobierno, y concretamente a un presidente, que actúa como el chico que acaba de cumplir 18 años: no le da explicaciones ni a su padre.